Las orillas del río Suquía, se le antojaron a Jerónimo Luis de Cabrera, serían la mejor elección para seguir la furia fundadora que había inaugurado en Perú, con la ciudad de Ica, diez años antes.
Harto de verlo descansar sobre la vieja gloria enmohecida de su título de Adelantado, ni bien asumió las riendas del virreinato del Perú, Francisco Alvarez de Toledo, le dio un sacudón y le ordenó que, dadas sus abundantes credenciales de hijodalgo, se pusiera a trabajar para aquello a lo cual lo había enviado al despoblado Viejo Mundo, el rey Felipe II, llamado “el prudente”, pese a que para entonces, ya iba por su cuarto matrimonio y había construido el mayor holding monárquico de Europa.
En efecto, Felipe II, Rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Duque de Milán y de Borgoña, soberano de los Países Bajos y rey de Inglaterra e Irlanda (por haber estado casado con María I de Inglaterra) le dio la venia a Alvarez de Toledo para que, con el flamante título de Gobernador de Tucumán, Jerónimo Luis de Cabrera saliera a conquistar una nueva ciudad que sirviera de "puerto" estratégico meridional en el enorme virreinato del Perú.
La idea de Alvarez de Toledo era que el nuevo fortín estuviera en la actual Salta, pero desde luego, Cabrera no le hizo caso. El calor sofocante y la aridez, lo impulsaron a seguir probando suerte y con cien santiagueños recogidos por el camino, más un millar de mulas, caballos, gallinas y ovejas siguió la lógica del rumbo Este.
Los alfajores cordobeses que pide el papa Francisco
La tierra de los comechingones lo deslumbró: “un país en donde se dan las cuatro estaciones (...) y la gente es barbuda y alta, morena como en Andalucía”, justificó para quedarse, y el tiempo le daría la razón.
Así fue como el hidalgo sevillano, el 6 de julio de 1573, hace exactamente 450 años, decretó rimbombante que la generosa corona española recibía con agrado a Córdoba de la Nueva Andalucía, la conquista sudamericana que dedicaba a su querida y amantísima esposa, Luisa Martel de los Ríos, que seguía bordando en Andalucía.
Le llevó 4 largos años darle una realidad cartográfica a la fundación, y recién en 1577, la Córdoba rioplatense tuvo su primer plano urbano y bien a la usanza de la Madre Patria: trazado en forma de damero, manzana central en la Plaza Mayor (la actual Plaza San Martín), y pegaditos, el Cabildo y la Iglesia Matriz, iglesia y poder, los mellizos inseparables de toda conquista.
La ciudad de Córdoba, que entonces era peruana (pertenecía al Virreinato del Perú) y parte de la provincia de Tucumán, sólo fue rioplatense a partir de la creación del Virreinato del Río, en 1776, como escisión del anterior.
Hubo que esperar hasta el 5 de agosto de 1783, para que Córdoba fuera declarada capital de la intendencia y su primer gobernador, el Marqués Rafael de Sobremonte, sí el mismo que era noveno virrey platense cuando los ingleses invadieron Buenos Aires.
Durante toda la historia colonial del país, Córdoba funcionó como un punto estratégico poderoso, cómoda escala entre el Alto Perú y el Río de la Plata, la ruta denominada Camino Real.
Córdoba, mediterránea desde hace 450 años
Desde la primera hora, Córdoba fue prometedora y la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola la consideró una base central de su campaña de evangelización en tierras americanas.
Un valioso legado cultural, histórico, académico y aruitectónico dan cuenta de ese pasado ilustre, materializado en la Manzana Jesuítica de la ciudad cordobesa, declarada en el 2000 Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Desde luego, 450 años no son poca cosa aunque parezca que hayan pasado volando y, en cada piedra y rincón con bellísima tonada cordobesa, se siente esa autoridad y prosapia.
Córdoba, un paraíso turístico que combina la belleza natural de las sierras con la ciudad
Por dónde comenzar a reconocer la bellísima muestra cordobesa de modernidad y ladrillos históricos. Por donde se quiera, pero aquí algunas sugerencias, 10 imperdibles.
1.Manzana Jesuítica
Sí, claro, lo primero es honrar los antepasados y el saber en el glorioso conjunto edilicio barroco que agrupa a la Iglesia de la Compañía de Jesús, la Capilla Doméstica y la Residencia de los padres jesuitas.
No se le negarán un paseo y una foto al antiguo Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba (antes Colegio Máximo de la Compañía), en donde nació la primera universidad argentina, el 19 de junio de 1613 –una de las primeras en suelo americano. De hecho, Córdoba le debe a su magna casa de estudios el apodo bien merecido de La Docta.
En la Universidad Nacional de Córdoba, la educación todavía es pública, libre, laica y gratuita. Durante 200 años, además, fue la única universidad del país.
Sobra decir, que el conjunto jesuítico enorgullece a todos los argentinos y fue declarado Monumento Histórico Nacional.
2. Chateau y Parque del Kempes
Decir que el Parque que rinde homenaje a Mario Kempes es el pulmón verde de la ciudad regado por el curso del Río Suquía sería insuficiente para describir el megacomplejo multideportes de 80 hectáreas embellecidas con árboles autóctonos, en donde la pieza deportiva central e icónica es el estadio homónimo que puede recibir a 57.000 espectadores.
El parque tiene además un campo de hockey, un circuito de alto rendimiento, bicisenda, canchas de tenis, y mucho más.
Con el versallesco y central Parque del Chateau, que da nombre a todo el barrio, a 10 km del centro de Córdoba, el palacio de 1890 es el icono arquitectónico del vecindario, engalanado originalmente por 400 hectáreas. En la casona que comenzó a ser restaurada en 1987, por iniciativa del artista cordobés Antonio Seguí, funciona hoy el Centro de Arte Contemporáneo.
3. Palacio Ferreyra
En el barrio Nueva Córdoba, adyacente al Parque Sarmiento, este impresionanto signo del lujo cordobés de 1916 fue diseñado por el arquitecto francés Ernest-Paul Sanson, con jardines trazados por Carlos Thays, para el Dr. Martín Ferreyra y familia. El Palacio, de 4.800 metros cuadrados de superficie,destina casi 3 mil metros a salas de exposición ya que, desde 2017 es la sede del Museo Superior de Bellas Artes Evita. Tiene 35 dormitorios, 19 baños y montones de salas hermosas para perderse.
4. Iglesia de los Capuchinos
También en Nueva Córdoba, la neogótica y “notredamesca” Iglesia del Sagrado Corazón (o de Los Capuchinos), en la intersección de Buenos Aires y Obispo de Oro, esconde misterios y secretos detrás de sus torres asimétricas, los animales acechantes del averno y un curioso mapa de estrellas de la década del ‘30.
Y allí están, desafiantes, una torre trunca que representa la materia que muere y, del otro lado, otra torre de 53 metros, símbolo del alma inmortal que asciende.
Los hermanos capuchinos pertenecen a la orden franciscana y su curiosa apariencia de personajes circunspectos con la cabeza cubierta, las largas túnicas hasta el piso y las barbas desaliñadas no hicieron más que atraer curiosos y dar curso a la leyenda urbana. Juan de Ansoáin, padre superior de esa orden franciscana, convenció a la aristocracia local que recaudara los fondos para solventar la obra benefactora. Fascinante.
5. La Cañada
Desde la calle Humberto Primo hasta Tronador, en Barrio Centro, casi 3 kilómetros de una muralla de piedras, entrecortada por puentes, escolta el curso del arroyo homónimo desde 1944, hasta entregarlo en el Río Suquía. Con buena iluminación nocturna es el “paisaje acuático” de los paseos cordobeses y un gran organizador turístico que lleva hasta varios puntos estratégicos: elPaseo de las Artes, la Municipalidad de Córdoba, los Tribunales Federales, varias plazas y muchos restaurantes.
6. Barrio Güemes
Nació en 1862 como posta de carretas y en el siglo XX, las olas inmigratorias de italianos y españoles lo eligieron como su lugar en el Nuevo Mundo. Así se entiende que la legendaria Casa de Pepino fuera el espíritu comercial del barrio y hoy el museo emblemático del distrito que todos conocen como “la San Telmo cordobesa”.
En 1980, se demolieron las vetustas viviendas sociales y todo adquirió un look bohemio y artesanal trendy, con Paseo de las Artes, ocho ferias artesanales, locales del rubro, el Museo Iberoamericano de Artesanías y algunos centros culturales en toda su inmensidad entre el Boulevard San Juan y la Avenida Roca.
7. Parque Sarmiento
El mayor pulmón verde de la ciudad, famoso desde que en 1871 el mismísimo Domingo Faustino lo eligió visionario como predio para montar la I Exposición Industrial Nacional. Luego fue creciendo en todos los tonos del verde hasta su superficie actual de 3 kilómetros cuadrados. Carlos Thays terminó de darle su sello de distinción cuando, en 1889, su mirada de conjunto, lo pensó entre el arroyo de La Cañada, al oeste y el campus de la Universidad Nacional de Córdoba al sur.
Con pabellón art nouveau, rosedal, natatorio, anfiteatro griego y Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, compite cuerpo a cuerpo con el Parque 3 de febrero de Palermo (Bosques de Palermo). ¿Una perlita? El Bar Santa Calma, un ensueño boscoso frente al teatro helénico.
8. Parque Las Heras
Siguiendo la onda verde y en la orilla norte del Río Suquía, es apenas diez años más joven que el Parque Sarmiento, pero para los cordobeses, “nuevo”, gracias a una renovación total que dejó espacios deportivos, glorietas iluminadas con Led, una pista circular de vasket e incluso la nostalgia de los viejos tiempos rancios de la aristocracia mediterránea.
Una movida urbana pide que vuelva a llamarse Elisa, como en sus inicios de 1882.
La mentada Elisa fue Benedicta Elisa Funes Díaz, esposa del ex gobernador de Córdoba, Miguel Juárez Celman, concuñado de Julio Argentino Roca y presidente de la Nación en 1886. En 1891, un año después de que Juárez Celman dejara su cargo, el parque cambió su nombre por el de General Las Heras.
9. Calle Tejeda, en el cerro de las Rosas
En el Cerro de las Rosas, donde unitarios y federales se encontraron en el campo de batalla de la primera mitad del siglo XIX, florece un barrio próspero y una calle, Tejeda, devenida con los años en polo gastronómico exclusivo. Una veintena de restaurantes, locales y puestos ofrecen de todo para irse con una experiencia gourrnet completa, desde la picadita y el fernet inicial hasta la pizza, el sushi, los panqueques, la oferta natural y los helados para el postre. Vida hay una sola, dicen.
MM/fl