En la madrugada del sábado, dos personas fallecieron en una fiesta electrónica, una tercera mientras era trasladada en una ambulanciam y otras dos en un hospital. Al cierre de este texto, otras cinco se encontraban internadas. Si bien es apresurado sacar conclusiones cuando, al escribirse estas líneas, aún no se encuentran hechas las autopsias; resulta imprescindible hacer algunas consideraciones para entender que el problema que originó estos hechos, si bien es complejo, también es prevenible.
Más allá de los efectos tóxicos que pueda tener una sustancia, que seguramente (producto de la prohibición) esté sumamente adulterada, los principales sucesos que determinan este tipo de hechos se originan en una total desregulación sanitaria de esta actividad nocturna. Echarle la culpa a una sustancia, por más tóxica que pueda ser, es ante todo un análisis simplista, que anula una intervención seria sobre los factores que influyen en estos hechos.
Estos factores tienen ante todo un denominador común: las políticas de drogas prohibicionistas que históricamente se llevan adelante en nuestro país. ¿Qué contienen realmente las pastillas que circulan de a miles en estos eventos? ¿Qué posibilidad tienen las personas de acceder al agua corriente en estos lugares y qué temperatura hay en el interior de los mismos? ¿Qué información tienen las personas sobre la composición de las sustancias que, pese a toda advertencia, igualmente iban a ingerir? ¿Qué calidad de asistencia inmediata reciben en el lugar quienes tienen un problema de salud?
Hoy, producto de la ilegalidad, circulan sustancias de mala calidad y/o adulteradas. Además, no se controla que haya libre acceso al agua corriente, en un contexto donde gran parte de las sustancias que se ingieren en combinación con el baile y la ingesta de alcohol, generan una deshidratación que puede ser letal. Todo esto mientras los consumidores son tratados como criminales, generando que los mismos no se acerquen a pedir ayuda cuando la precisan.
En la vereda opuesta de este accionar se encuentran las políticas públicas centradas en la prevención de los riesgos y en la reducción de los daños, que ya se están aplicando con éxito, no sólo en muchos países de Europa, sino también en Colombia y México. Estas políticas se centran en cuidar la salud de las personas y tienen algunos ejes elementales. Por ejemplo, el testeo de pastillas antes de las raves y dentro de ellas. Varias ONGs como la española Energy Control realizan estos controles, para que la persona que ya decidió consumir una sustancia pese a cualquier advertencia, sepa qué es lo que va a ingerir y pueda evitar comportamientos que incrementen los riesgos.
Estos testeos se realizan con métodos de análisis sencillos y rápidos. Basta con que una persona en un evento se acerque a un puesto de testeo con la sustancia y, brindando apenas unas pequeñas partículas de la misma, a los pocos minutos se le informa su composición, a la vez que se le explican los efectos, su duración, las dosis y los riesgos. Esta información está disponible y los testeos se realizan no solo durante estas fiestas electrónicas, sino previamente a las mismas.
Cada sustancia psicoactiva posee diferentes efectos. No solo en cuanto a su tipo, sino también en cuanto a su duración y al tiempo que demoran en sentirse. Cuando alguien cree haber ingerido una sustancia que tarda una hora evidenciar sus efectos pero, en su lugar, consumió otra que tarda dos horas, al transcurrir una hora sin percibir nada, es muy común que vuelva a ingerir una nueva dosis, por lo que al cabo de unas cuatro horas terminará sufriendo una sobredosis que pudo ser evitada.
Por otra parte, para reducir los posibles daños en estos contextos es fundamental el control del libre acceso al agua corriente, de modo de evitar que quienes no pueden acceder a una botella de agua mineral no se mueran deshidratados. También es importante que se controlen las condiciones ambientales, sobre todo de temperatura, de modo de evitar los daños a la salud que provoca un golpe de calor, muchas veces letal.
Es necesario, además, posibilitar que en cada fiesta haya profesionales médicos que conozcan en detalle las sustancias psicoactivas que circulan. Dados los crecientes avances en la química sintética, constantemente aparecen nuevas sustancias, cuyas características son poco conocidas por muchos médicos, lo que imposibilita una eficaz atención de los problemas que puede ocasionar su consumo.
Las drogas existen y la gente las consume, nos guste o no. Frente a este hecho, el Estado puede negarlo y reprimir, o hacerse cargo y proteger a las personas reduciendo los posibles daños que las sustancias producen. Hechos como los de ayer pueden ser prevenidos, ya que existen políticas públicas concretas que pueden aplicarse en lugar de seguir sosteniendo un esquema represivo. Mientras demoramos en aplicarlas, más personas pagan el costo.
(*) Periodista, director de la revista THC.