Hay en nuestro mundo algunas sociedades organizadas en base a la religión, en las que las normas que emanan de la creencia preponderante deben ser seguidas por todos, so pena de recibir castigos severos por acciones que en otros grupos humanos serían toleradas o inclusive aceptadas como normales.
Afortunadamente existen otras sociedades en las que se valora altamente el respeto por las libertades individuales. Las normas que regulan el funcionamiento de las mismas no están atadas a lo que dicta determinado grupo o religión, sino a la racionalidad, y a la búsqueda de una buena convivencia y de la mejora en la calidad de vida de sus miembros.
Dado que en estas sociedades existe libertad de cultos, cada individuo puede practicar la religión que mejor le plazca dentro de los límites que imponen las leyes. Entre estos límites está la prohibición de obligar a otros a creer, practicar o regirse por una religión particular.
A pesar de esto, de vez en cuando alguno de los grupos religiosos se siente dueño absoluto de la verdad y con derecho a imponer al resto de la sociedad los preceptos o normas que se desprenden de sus creencias. Llegado a este punto es deber del Estado procurar que esto no ocurra.
Por tal motivo, el cambio que se propone introducir por presión de la Iglesia Católica viola el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Artavia Murillo contra Costa Rica del 28/11/2012 en el que se concluye que el embrión no implantado no es persona.
*Director científico y Jefe de laboratorio de Halitus.