SOCIEDAD
Los vecinos jugaban con restos de balas

Descubren en Colonia un campo de batalla

Especialistas encontraron vestigios de un sangriento combate que se libró entre soldados ingleses y partidarios de la corona de España. Se trata de la batalla de San Pedro, ocurrida el 7 de junio de 1807.

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El historiador argentino Diego Lascano, acompaa a la arqueloga uruguaya Virginia Pereira y al ganadero Javier Pessio por las tierras donde se produjo el enfrentamiento. | AFP

Colonia del Sacramento – Durante años, los pobladores de Colonia jugaron con extraños objetos de plomo encontrados en la Pampa charrúa. Lo que no sabían esos habitantes es que los vestigios se trataban de una guerra napoleónica librada hace más de doscientos años en medio del Río de La Plata.

Es que, merced a labranzas e inclemencias, las pacíficas pasturas, repletas de balas y proyectiles, devolvieron poco a poco el estruendo de una sangrienta batalla que enfrentó, hace dos siglos, a más de mil de soldados ingleses y a otros tantos partidarios de la corona de España, aliada al emperador francés Napoleón Bonaparte (1769-1821).

Javier Pessio, un ganadero de 37 años, se acuerda de “estas bolas extrañas que había en todas partes”, desperdigadas en las tierras de su finca paterna, muy cerca de Colonia del Sacramento, una ciudad fundada en 1680 en la estratégica desembocadura del Río del Plata que separa Uruguay de Argentina. “Nos hacía reír, jugábamos con todos estos objetos sin tener ni la menor idea de su importancia. Ahora sé que hubo muchos muertos y no me atrevo más a andar por ahí de noche”, confesó Pessio.

El año pasado recién apareció por la zona un historiador que residía en los alrededores, que alertado por la extraña cosecha de ese campo no tardó en darse cuenta de que ése era el sitio de la denominada Batalla de San Pedro, por el nombre del curso de agua vecino, que tuvo lugar en la madrugada del 7 de junio de 1807 en un vano intento de los ingleses por conquistar las colonias del nuevo continente.

“Fue una matanza que se saldó con más de cien muertos en menos de media hora. Los invasores habían mandado un comando de elite mientras que los españoles tenían tropas sin experiencia que recién habían sido reclutadas”, contó el historiador Diego Lascano, de 44 años.

Los aliados de Napoleón –milicias autóctonas y un puñado de franceses–, “sin duda huyeron corriendo” ante los terroríficos soldados de infantería del 95º regimiento británico, futuros héroes de Waterloo”, prosiguió el historiador al subrayar las duras condiciones de combate.

Sacudidas por el viento, las balas de las carabinas apenas recorrían 70 metros, por lo que era necesario recargar regularmente la pólvora en el cañón de los mosquetes, a un ritmo de tres tiros por minuto.

Para Lascano, el botín de municiones y otras insignias de uniformes aparecidas en el campo cerca de Colonia ofrece la posibilidad de una “reconstitución” inédita, que permite “describir los movimientos de los soldados, saber de dónde venían estos combatientes, conocer mejor el armamento”.

De hecho, el equipo científico que dirige el historiador comparte su entusiasmo: “Este terreno de investigación es único, es el único campo de batalla de las guerras napoleónicas que quedó sin tocar en el hemisferio sur”, señaló Virginia Pereira, una arqueóloga uruguaya de 29 años que busca una eventual fosa humana.

El caso es que las otras invasiones británicas –de Montevideo a Buenos Aires– no pueden revelar sus secretos, sellados bajo el cemento de las ciudades que enterraron todo rastro de los combates.

Con el apoyo financiero de una fundación bancaria y de la embajada británica de Uruguay, se harán ahora importantes excavaciones en la zona, dotadas con un presupuesto de 8.000 dólares, con la esperanza de abrir un museo. Desgraciadamente, de las abundantes cosechas de plomo, los campesinos no conservaron más que una decena de objetos. La mayoría se fundió para hacer plomadas de pesca, otros simplemente se tiraron.

Incluso, la estrella de esta colección, una bola de cañón de tres kilos, casi intacta, propulsada por el famoso Six-Pounder inglés, contribuyó por años a la felicidad de un deportista aficionado de la región, entusiasta lanzador de pesas.

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