SOCIEDAD
Salud al lmite

En hospitales porteños, suspenden cirugías por lluvia y temen un Cromañón sanitario

En la Defensoría del Pueblo de la Ciudad reciben denuncias contra los hospitales públicos a diario y según un informe de Compromiso para el Cambio, el 64% de los hospitales no cumple con las condiciones mínimas de seguridad e higiene. PERFIL recorrió varios establecimientos insignia y comprobó, por ejemplo, que en el Rivadavia temen que allí ocurra otro “Cromañón”. Qué hace el Gobierno porteño para revertir la situación.

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SIN CONTROL. En algunos hospitales, los residuos patolgicos conviven con los nios. En el Rivadavia, temen un segundo "Croman". | Cedoc

En algunos hospitales porteños, las intervenciones quirúrgicas se suspenden por lluvia. Literalmente. Cada vez que llueve fuerte, los desagües del techo del hospital oftalmológico Santa Lucía –en plena Ciudad de Buenos Aires– no dan abasto, se tapan y el agua rebalsa. Y por el mal estado de los impermeabilizantes y el deterioro del cielo raso, el agua se filtra y gotea dentro de la mayoría de sus 12 quirófanos. “Cuando llueve mucho hay que poner un balde en el piso y no se puede operar”, confirmó a PERFIL uno de los médicos, que pidió no decir su nombre para opinar.

El caso del Santa Lucía no es más que un ejemplo de la crisis generalizada de muchos de los hospitales porteños, donde el deterioro de la infraestructura y la crisis de la atención saltan a la vista.

PERFIL accedió a un informe de Compromiso para el Cambio sobre 13 de los 33 hospitales de la Ciudad, en el que se determinó que en el 64% de ellos las condiciones de seguridad, higiene y medio ambiente no cumplen con lo que establece la ley. Y en una recorrida por distintos hospitales, este diario comprobó en los hechos la información contenida en el documento.
“El principal problema es la falta de una gestión correcta”, disparó el diputado porteño Roberto Destéfano, quien encabezó el relevamiento y que, con esos datos en la mano, impulsa un proyecto de ley que obligará a que los propios hospitales realicen controles regulares de sus condiciones de seguridad e higiene, y que cuenten con personal especializado para hacerlo.

Es que, a diferencia de lo que ocurre con los establecimientos privados, la normativa vigente no obliga a los hospitales públicos a controlar ninguno de los aspectos mencionados.

Más ejemplos. El hospital general de agudos Bernardino Rivadavia (en el barrio de la Recoleta) es otro de los casos testigo de la debacle hospitalaria: los techos se desmoronan a metros de las camas, los cables de luz están pelados y a la vista y hasta los residuos patológicos (jeringas y otros restos biológicos) comparten los pasillos con los pacientes. De sus 13 quirófanos, sólo funcionan cuatro. Y hasta hace poco había que subir a los enfermos hasta la sala de cirugía por la escalera.

“Los problemas edilicios del Rivadavia son inaguantables”, se lamentó uno de los enfermeros que prefirió no dar su nombre por miedo a las represalias de la dirección (de donde le habrían pedido explícitamente al personal que no hable con la prensa). Algunos de sus compañeros, que llevaron a PERFIL en una recorrida por ese establecimiento, confesaron el temor generalizado por la “desidia” que hay frente a los controles.

Uno de sus mayores miedos son las ex tuberías de calefacción (hoy fuera de funcionamiento) que recorren el subsuelo del hospital y son altamente inflamables. “Ante una llama, se incendia todo el edificio. La única diferencia con Cromañón es que todavía nadie prendió la bengala”, dijo, preocupado, uno de los enfermeros.

Pero eso no es todo. Además, como las sábanas no alcanzan para todos, es común que los pacientes que se internan tengan que llevar las suyas, a menos que quieran dormir sobre un colchón que, en algunos casos, ni siquiera tiene funda. Y este cronista pudo comprobar el repugnante olor a pis de gato que invade cada rincón del Rivadavia.

En riesgo. “Las mangueras contra incendios están todas podridas en muchos hospitales y no hay nadie que se fije que eso no pase”, resumió Destéfano.

Los trabajadores del Rivadavia le dan la razón. Dicen que allí ni siquiera hay mangueras y que ante una eventual emergencia, la gran cantidad de autos que estaciona dentro del lugar no permitiría que circule un camión de los bomberos.

El Hospital General de Agudos Carlos G. Durand también es un caso de mala administración de recursos. Por un litigio comercial entre la dirección y la empresa que estaba remodelando uno de sus pabellones, dos pisos enteros están fuera de servicio y hace años que siguen en obra. Detrás de los candados que bloquean las puertas de acceso, podrían haber decenas de camas para internación, algo que escasea en toda la Ciudad.

“La falta de camas es un problema gravísimo y es una vergüenza que no se usen las del Durand”, sintetizó Carlos Niccolini, jefe del área Derecho a la Salud e Integración Social de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. El especialista explicó que allí reciben denuncias contra los hospitales porteños todos los días. Según la Defensoría, entre los problemas principales, se destaca la asignación de turnos con demoras de hasta cuatro años para algunas especialidades de cirugías programadas (sobre todo en traumatología o cardiología) en hospitales como el Argerich o el Santojanni. Recordaron que la principal razón “es la falta de anestesistas”, la misma causa que llevó a 4.000 chicos del Hospital Ricardo Gutiérrez a tener que postergar sus operaciones por falta de personal.

Las paradojas en la Argentina son recurrentes: Buenos Aires, una de las ciudades del mundo con más hospitales por habitante (hay 33 para 3 millones), sigue siendo uno de los sitios con más trabas para un acceso digno a la salud.