Sin dudas, lo sucedido no es una anomalía; sí la gravedad, pero no las distintas variantes y formas de las violencias en el fútbol –en este caso, el infantil–, violencias prácticas y simbólicas sin dudas atravesadas por diversas variables, como la situación social o el deseo de vencer a toda costa en la cancha.
Quizás semana a semana padres, madres, árbitros, jugadores o delegados disputan en la cancha mucho más que los puntos en juego.
Pero tal vez deberíamos ahondar en lo que el episodio nos muestra para desnaturalizar la violencia como anclada en determinados ámbitos –el fútbol profesional, por ejemplo– o algunos actores (ciertos hinchas) y pensarla más profundamente, visible en nuestra cultura pero también desplegada con rasgos muy marcados en determinados ámbitos, como en el fútbol.
Va de suyo la condena, pero debemos preguntarnos seriamente e investigar sobre qué la motiva, qué guarda del plano de las violencias expresadas en la “cultura del aguante”, en la del exitismo de triunfar o triunfar, en el éxito proyectado en un niño visualizado con futuro de futbolista profesional, la representación del honor (incluso el del adulto también proyectado en un niño o joven) en juego.
Trabajar sobre esos planos permitiría tener conocimientos que habiliten a futuras políticas destinadas a cambiar o modificar de plano la configuración cultural y, por ende, las prácticas sociales expresadas en este caso en el fútbol infantil. n
*Sociólogo. Investigador del CED-Univ. Nacional de San Martín y docente de la Univ. Nacional de La Plata. Coautor de Clubes argentinos.
Debates sobre un modelo.