Quienes vivieron la última temporada de verano con él, recuerdan que Gaby no sólo cosechó una repentina serie de fracasos laborales. También tuvo sus fracasos amorosos. De hecho, el propio relacionista, simpático, pero solitario al fin, bromeaba en enero ante las cámaras sobre su "falso romance" con Daniela Urzi, mientras el novio de la modelo, Pablo Cosentino, le pagaba hasta 5.000 dólares para que colocara fotos de la pareja en distintas revistas.
Ahora las cosas parecen haber cambiado a pesar del encierro. Victoria Martiarena entró en su vida hace dos meses y hay quienes afirman que se comprometieron en la cárcel, versión que ella niega.
Victoria se define como "una chica re-normal de Maldonado", una ciudad que a siete kilómetros de Punta del Este –que hiberna con la parsimonia de un pueblo fantasma entre verano y verano–, es el auténtico corazón cívico y económico del glamoroso balneario uruguayo. De atmósfera inevitablemente suburbana, Maldonado es el lugar donde viven casi todos los empleados de servicios de Punta del Este, quienes van y vienen por la ciudad en autos algo demasiado viejos, scooters algo demasiado baratos y bicicletas algo demasiado oxidadas para los estándares algo demasiado exquisitos de Gaby Álvarez, habituado –hasta el 23 de enero último– más bien al confort de su famosa "mansión blanca" de la avenida Libertador, en Buenos Aires, o al opulento hospedaje estival de amigos como Federico Bonomi, en José Ignacio, que a las calles de asfalto estrecho con humildes perros sin ningún pedigrí de Maldonado.
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