SOCIEDAD

Las contradicciones en torno a la adopción gay

El diario La Nación apeló a un polémico estudio en un editorial.

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Es difícil dar un debate sobre cualquier tema cuando, en vez de discutir argumentos, uno se ve obligado a responder mentiras. Ya nos acostumbramos a que quienes se oponen a la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo mientan todo el tiempo, pero el editorial publicado este sábado por La Nación, titulado “Adopción y unión homosexual”, es el colmo.

Dice el diario de los Mitre que, a través de dicha ley, gays y lesbianas “aspiran a adoptar niños y criarlos”. Mienten, porque saben que ya podemos hacerlo. La ley de adopción actualmente vigente no discrimina a los candidatos a adoptar según su orientación sexual. Muchos gays y muchas lesbianas ya tienen hijos adoptivos y los crían junto a su pareja, formando una familia como cualquier otra. Esto es una realidad actual, no una hipótesis futura. Además, muchas parejas de lesbianas recurren a la fertilización asistida con donantes anónimos de esperma –como lo hacen muchas mujeres heterosexuales solteras o cuyas parejas varones tienen problemas de fertilidad– y tienen hijos biológicos que crían juntas. Las familias homoparentales –es decir, aquellas formadas por parejas del mismo sexo, con hijos– ya existen: hay cientos de niños y niñas con dos papás o dos mamás en la Argentina y la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo no cambiará eso.

Dice La Nación: “Pretendemos señalar que, simplemente, cuando se trata de convalidar una adopción legal, nada puede importar más que el supremo interés de ese niño o niña a ser adoptado. Y es sólo desde esa preocupación por el niño que la cuestión debe ser analizada”. ¡Cuánto cinismo! Hablan de su preocupación por los niños y se oponen a una ley que servirá para proteger los derechos de cientos de niños.

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La legislación actual, como decíamos, no nos impide adoptar ni tener hijos, pero sí nos impide compartir la patria potestad de nuestros hijos con nuestras parejas, porque sólo pueden hacerlo las parejas casadas. Eso significa que los chicos que tienen dos papás o dos mamás son, para la ley, hijos de uno solo. Como los hijos “extramatrimoniales” del pasado, viven en un limbo jurídico. Uno de sus papás o mamás no puede darles la obra social, firmar el boletín de la escuela, autorizar una operación, cobrar el salario familiar o tomarse el día para cuidarlos si están enfermos. Si la mamá o el papá legalmente reconocido muere, pasan a ser huérfanos; si muere el otro o la otra, no heredan nada; si se separan, no tienen derecho a un régimen de visitas ni a reclamar asistencia alimentaria. Esos niños están desprotegidos por un vacío legal. Si se aprueba la nueva ley, sus padres podrán casarse y, por lo tanto, podrán compartir la patria potestad, y todos esos problemas se solucionarán.

Si la ley no se aprueba, en cambio, seguiremos pudiendo adoptar, como hasta ahora, pero nuestros hijos seguirán sin tener los mismos derechos que los demás niños. Los editorialistas de La Nación dicen que “el niño es el centro de la adopción, no los padres” pero, para castigar –por puro prejuicio– a los padres gays y las madres lesbianas, condenan a los chicos a la desigualdad. Pero como no tienen coraje para decirlo y hacerse cargo de semejante acto de egoísmo y discriminación, prefieren hacer de cuenta que esos chicos no existen.

También dicen que permitir que gays y lesbianas adopten conjuntamente es una forma de tratar a los niños de “cobayos”, como si fuera un experimento o una invención argentina. ¡Cuánta mala fe! La adopción conjunta por parte de parejas del mismo sexo es legal en Andorra, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Guam, Holanda, Islandia, Israel, Noruega, el Reino Unido, Sudáfrica, Suecia, Uruguay, la Ciudad de México y algunas regiones de Australia y Estados Unidos. En Alemania, Finlandia y Francia es legal sólo la adopción del hijo del otro miembro de una pareja de hecho, pero la Corte Europea de Derechos Humanos falló contra este último país por no permitir directamente la adopción conjunta a las parejas del mismo sexo, por lo que la justicia local ya comenzó a validar ese tipo de adopciones. En Brasil, el Superior Tribunal de Justicia reconoció semanas atrás que las parejas del mismo sexo tienen derecho a la adopción conjunta. Y en muchos otros países se da la misma situación que en Argentina: las personas homosexuales pueden adoptar pero no compartir la patria potestad con su pareja, aunque críen juntos a sus hijos. De una forma o de otra, ya hay miles de niños adoptados por parejas del mismo sexo en todo el mundo.

Buscando asustar a los lectores, aseguran que los niños adoptados por gays o lesbianas sufrirán “un daño imposible de medir, pero de una evidencia incontrastable” y hacen una serie de afirmaciones vagas y contradictorias sobre lo malo que es tener padres homosexuales. Se olvidan de mencionar, sin embargo, que existen gran cantidad de investigaciones realizadas en distintos países y todas ellas (sólo a modo de ejemplo: Universidad de Sevilla, Universidad de Valencia, Asociación Americana de Pediatría, la Asociación Americana de Psicología, etc.) han concluido que no existe ninguna diferencia relevante entre los niños criados por parejas homosexuales o heterosexuales. En todos esos estudios se recomienda que se permita la adopción conjunta a las parejas del mismo sexo, destacando que lo que un niño necesita es amor, protección, cuidado, educación y otras cosas que no dependen de la sexualidad de sus padres sino de su calidad humana. Basta con comunicarse con cualquier colegio profesional de psicólogos o con las facultades de Psicología de las universidades públicas para confirmar que eso es lo que opina la comunidad científica. La decana de la Facultad de Psicología de la UBA, Sara Slapak, lo dejó en claro esta semana cuando fue citada por el Senado para dar su opinión y el Consejo Superior de dicha universidad aprobó una resolución respaldando la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo.

La Nación hace de cuenta que no se enteró de nada, pero cita a “expertos de la Universidad de Carolina del Sur” que aseguran en un supuesto informe que los niños adoptados por parejas del mismo sexo tienen toda serie de problemas. Entre otras falsedades, dicen que “existen conclusiones científicas sobre la mayor probabilidad de que los niños en cuestión desarrollen una tendencia a la homosexualidad”. En realidad, si así fuera, no habría nada de malo en ello, ya que la orientación homosexual no es ni mejor ni peor que la orientación heterosexual, sino simplemente distinta. Pero las estadísticas, en todo el mundo, demuestran que el porcentaje de niños adoptados por parejas gays cuya sexualidad resulta ser heterosexual u homosexual es el mismo que se dan entre los niños criados por parejas heterosexuales. De hecho, la inmensa mayoría de los gays y las lesbianas tienen un papá y una mamá heterosexuales.

No dice La Nación quiénes son los “expertos” que elaboraron el informe del que tanto hablan. ¿Por qué ocultan esa información? Tal vez sea porque el único “experto” de la Universidad de Carolina del Sur que hizo un informe diciendo las cosas que La Nación menciona es George Rekers, miembro del grupo anti-gay Family Research Council (FRC). Como parte de sus acciones de promoción del odio y la homofobia, el FRC ha contratado a lobistas que trabajan en el Congreso norteamericano para frenar una declaración contra la ejecución de homosexuales en Uganda y también organizó campañas de boicot contra las empresas que reconocen beneficios sociales a las parejas de sus empleados gays o lesbianas.

Sin embargo, semanas atrás, el “experto” Rekers fue fotografiado en un hotel donde estaba de vacaciones en Europa, acompañado por un taxiboy veinteañero del sitio RentBoy.com. Cuando salieron las fotos, dijo que lo había contratado para que le “levantara las maletas”. Desde entonces, la expresión “levantar las maletas”, en Estados Unidos, se usa en broma para referirse a las relaciones sexuales.

(*) Bruno Bimbi es periodista, activista de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans y co-autor del texto de los recursos de amparo presentados por varias parejas del mismo sexo para casarse, que dieron lugar a varios fallos judiciales a favor de ese derecho. Actualmente cursa la maestría en Letras en la Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro. Más información en su blog.