Hay gente que hasta que ve la multitud no cree en un fenómeno. Recién ahí se empieza a preguntar y lo comenta como una nueva tendencia. Como pasó esta semana con los youtubers, unos jóvenes que lograron convocar muchedumbres que no consiguen juntar los candidatos ni regalando confites. Pero no es nada nuevo.
El fenómeno de la mediatización del hombre común empezó hace bastante, primero con los reality shows, después con los blogs, con YouTube,
con Facebook, con Instagram, y seguirá con lo que venga.
No se trata de un soporte tecnológico en particular sino del agotamiento del mundo del espectáculo que lleva a buscar un entretenimiento más genuino, que permita la identificación y la participación del destinatario. Si la clave de los medios de antes fue mostrar, el éxito de los de ahora es compartir.
Las audiencias masivas están en extinción. Ya no hay receptores sino individuos cuya atención dura lo que tardan en hacer clic, que ya no seducen las viejas fórmulas mediáticas. Las poses de una farándula en decadencia no pueden competir con las historias corrientes que develan el costado humano, ése que nos iguala.
Es por eso que nos atraen las historias miserables de los talk shows; los sueños imposibles que hace posible el concurso de talentos; la nada cotidiana contada por YouTube desde una habitación que podría ser la de cualquiera que está del otro lado de la pantalla.
*Especialista en medios.
En twitter, @Lady__AA