Un marchand y un empresario reúnen coloridos personajes. En una semana cargada de convites y festejos, el que se desarrolló en el Bajo Flores fue sin dudas el ganador en términos de convocatoria. No sólo por una cuestión numérica, sino por lo ecléctico de la concurrencia. Se pudo ver, por ejemplo, a un distendido Mauricio Macri compartiendo mesa –y no demasiado diálogo, hay que decirlo– con Fernando de la Rúa. El lugar de la cita fue, una vez más, Casa Castañón, el incunable quincho de la familia Guerrieri. En un clásico de cada fin de año, celebraron en conjunto sus cumpleaños el empresario Juan Carlos Bagó (71) y el marchand Ignacio Gutiérrez Zaldívar (60); como cada año también, la cita estuvo vedada para mujeres. Tanto De la Rúa como Macri llegaron ya entrada la noche, pero lograron un lugar en la mesa principal junto a los anfitriones y a Luciano Miguens, Sebastián Bagó y el embajador español, Rafael Estrella. También se ubicó allí el empresario Arturo Karagozlu, quien acaba de lanzar un emprendimiento textil con el que quiere reinstalar las bombachas de gaucho como moda urbana, como en los 90. El que no tuvo tanta suerte a la hora de conseguir una silla fue Enrique Nosiglia, quien llegó luego de la recepción, cuando los invitados ya habían paladeado chorizo y molleja en abundancia. El Coti se ubicó de todos modos en una mesa entretenida, animada entre otros por José Octavio “Pilo” Bordón, y cruzó un largo abrazo con Macri.
Hambre de gloria. El que no se perdió ni la entrada ni tampoco la variada opción gastronómica del comienzo fue Fernando de Santibañes. El ex Señor 5 de la Alianza atacó con seguridad las bandejas de queso provolone. Aunque si de ataque se trata, quien no vaciló un segundo a la hora de elegir cortes de ternera fue Ginés González García; el embajador en Chile se permitió hacer un paréntesis en su estricta dieta baja en grasas, y aunque no eran genéricos, el hombre no desaprovechó los antiácidos estomacales que Bagó dispuso para la ocasión sobre las mesas. Raúl Granillo Ocampo, en cambio, optó por un protector hepático de la casa. En su mesa, el tema era el impacto de la restricción a la compra de dólares. Entre quienes lo acompañaban estaba Carlos Ávila, con inusual estilo caribeño y pañuelo al cuello, y el diputado Julián Obliglio. La lista de invitados incluyó a Eduardo Menem –regaló libros a los cumpleañeros–, y al ex embajador uruguayo Alberto Volonté Berro, comensal de una incansable ocurrencia.
Cumpleaños plural. Sólo en los actos de la Presidenta CFK se habían visto tantos rostros del oficialismo juntos. Esa era la broma que, en el Club del Progreso, circulaba con tono de felicitación para Pacho O’Donnell por la convocatoria lograda en el festejo por sus primeros 70 años. Es que no acostumbran los referentes del kirchnerismo a figurar en copetines de esta estofa. Menos aún, en un reducto como éste, donde una vez al mes las mesas se colocan en forma de “u” para que todos los representantes de la oposición puedan verse las caras mientras tratan de aunar criterios y firman documentos que luego nadie recuerda. Esta vez, el patio del Club del Progreso lució distinto. No sólo por la lavada de cara que se le hizo, sino porque se dejaban ver allí Daniel Scioli, Aníbal Fernández, Jorge Coscia, Víctor Santa María, entre otros. Mientras Scioli recibía felicitaciones por la pasada elección, el jefe de Gabinete comentaba que está terminando de escribir la segunda parte de Zonceras argentinas y otras yerbas para que antes de fin de año llegue a todas las librerías. Contento por ese lado estaba Fernández, aunque alguien contó por lo bajo que todavía le sostiene la mirada recia a un custodio suyo que se mostró en un concurrido festejo de cumpleaños, en Puerto Madero.
Mirá quién vino. “Piedra libre”, gritó irónicamente un infaltable operador al ver a Enrique “Pepe” Albistur deglutir empanaditas de copetín en la soledad de uno de los rincones del lugar, al tiempo que el gobernador reelecto Sergio Urribarri disfrutaba de las bromas que le hacían con el nombre de su derrotado oponente Armando Saliva. Para los choripanes llegó Jorge Coscia, últimamente más parecido a un pastor peronista que a un secretario de Cultura. Preocupados, vecinos de Recoleta y Barrio Norte le consultaban a Víctor Santa María si había previsiones de otro aumento para las expensas. De buen humor, Vilma Socorro Martínez y Alicia Pierini compartían anécdotas mientras a pocos pasos el hombre fuerte del Bapro, Gustavo Marangoni, con visibles y progresivos problemas capilares, arrasaba una exquisita tortilla de papas.
Un millón de pesos. Quizá sea por la edad de sus anfitriones pero de las cenas a beneficio, la que preside desde hace cinco años Valeria Mazza –a benefecio del pabellón pediátrico de Hospital Austral– es la única que genera un clima festivo casi familiar y prolonga la reunión hasta después de medianoche con gente ocupando la pista de baile. También consigue una recaudación interesante: el jueves último, logró superar el millón de pesos. Para esto último el mérito quizá se lo lleve Oscar González Oro, quien como conductor desplegó una verba tan apasionada y se dirigió a empresarios por nombre y apellido de tal manera que éstos casi se vieron compelidos de dar “plasticazos” o incluso pagar dinero en efectivo. Los cuadros quedaron en manos de Martín Cabrales, Marcelo Figueira y Alejandro Gravier, que cayó en la zancadilla de un banquero que ayudó a subir una puja, que siguió el marido de Valeria y que finalmente se quedó sin manos que superaran su oferta. Quien también se mostró entusiasmado esa noche fue Ernesto Gutiérrez; tostado y con barba rala, presentó en sociedad a su nueva pareja, Gabriela Ghilino, ex modelo de Pancho Dotto de bajo perfil, que trabajó mucho en Japón y luego hizo una carrera importante en México; fue como una “Giselle Bundchen” y hasta se movía con custodia.
De la India a Binner. Elisa Carrió dijo me “voy al campo” y no se sabe si “se equivocó la paloma, se equivocaba”, terminó en escenario esteño. María Eugenia Estenssoro no dijo nada y silenciosa se fue a meditar a la India; destino espiritual si los hay. Del trío que ambas conformaban junto a Patricia Bullrich no quedan más que cenizas ardientes; es decir, “lilitos” que mastican desazón y bronca mientras buscan rearmarse. Ya es por demás sabido que Bullrich no tiene otra opción que sumarse al PRO aunque su ADN tenga más empatía con cuadros kirchneristas. Pero otro horizonte seguirá Estenssoro luego de su viaje espiritual: a su regreso, se dice, rubricará su paso a las huestes de Hermes Binner.
Festejo Pro. Desde hace un tiempo en el PRO, Macri pasó a ser “Mauricio” a secas. Idéntico extravío de apellido sufrieron “Horacio” y “Gabriela”. La informalidad logró instalarse en el espacio político pero aún resulta de dudosa eficacia para la proliferación de cariño entre los correligionarios.
No por nada en el almuerzo por el cumpleaños de la legisladora Lidia Saya gobernó la mesa un grupo “gabrielista” que presidió la propia Michetti en persona acompañada de Victoria Morales Gorleri, Martín Borrelli, Fernando de Andreis y dirigentes y concejales de varios distritos del Conurbano bonaerense.
Promediando la sobremesa, alguien soltó la versión de que ese novato restó donde estaban –un concurrido reducto sobre la calle Moreno, casi en el Bajo– pertenecería a un joven integrante del Gabinete nacional. Entre preguntas y comentarios al respecto de algunos curiosos, el festejo entró en cuarto intermedio hasta la noche del viernes.
Poderoso Vodka. Fue de la tierra de los zares y de la fabulosa colección que atesora el Hermitage de la que disfrutaron varios legisladores porteños que visitaron Rusia hace una semana. También, imposible fue negarse a catar vodka en tierra donde fluye como malbec en suelo vernáculo. Y de sus efectos, un diputado –a quien acusaron de roncar fuerte– puede dar cuenta ya que con estómago liviano, esa bebida lo llevó a declamar en una cena en Moscú un brindis para la gran Presidenta argentina.
Por el placer de comer. Dicen que sólo los jóvenes tienen estómago de acero. Sin embargo, en una semana con numerosas reuniones, los miembros de la Academia Argentina de Gastronomía no dejaron ni las migas en otro de sus encuentros mensuales, esta vez en Tarquino. El chef Dante Liporace se lució y sacó un muy bien felicitado de parte de Alejandro Bulgheroni, Enrique Larreta, Rafael Oliveira Cesar, Luis Posse, entre otros. Espuma de provolone a la parrilla, ragú de ojo de bife con espuma de oliva y papas, jugo de liebre con manzanilla y oporto, lomo con yema ahumada y uvas, chinchulín y mollejas al vacío, pulpo crocante con puré de coliflor, entraña con alcaucil, cochinillo con risotto y langostinos, postres con mandarina y helado de mate cocido, torrija con cafe expresso y mascarpone, bolas de fraile... y la lista sigue. Pese a todo esto –y a los vinos y espumantes neuquinos–, nadie tuvo una digestión con sobresaltos. Claro, antes de sentarse a la mesa, entre varios se habían puesto de acuerdo en no hablar ni de economía ni de dólares. De lo que sí se habló fue del próximo encuentro en la fabulosa quinta de los Nofal en Cardales, donde hay una cava con 7 mil botellas, que han prometido devastar.
Libro nuevo. Un centenar de personas se congregó en la Sala José Luis Cabezas del Congreso para la presentación del libro Unidos en la diversidad, de Mario Elgue, un impulsor del sector social de la economía que fue funcionario de Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires. El elenco de presentadores era variado y entre ellos estuvieron los peronistas Carlos Brown, Silvio Maresca, Jorge Todesca y Jorge Raventos, y el radical, Pablo Orsolini. Chaqueño y miembro activo de la Federación Agraria, Orsolini puso el acento en los aportes de Elgue al desarrollo y consolidación de cooperativas y mutuales. Los restantes panelistas prefirieron focalizar ciertas perspectivas políticas del libro para comprender el cambio de época. Hubo coincidencias en juzgar que, “después de las ensoñaciones electorales que rodearon el triunfo oficialista, con la batalla del dólar y el recorte de subsidios, estamos ingresando aceleradamente en el reino de la realidad”.
Lírica de exportación. Cerca de doscientas personas aplaudieron de pie a los cantantes del Instituto Superior del Teatro Colon en la sede de la Americas Society en Park Avenue, Nueva York. En la quinta edición anual de este concierto organizado por Teresa Aguirre Lanari de Bulgheroni y Alejandro Cordero para la Fundación Teatro Colón, la numerosa delegación que viajó especialmente desde Argentina ovacionaron a Laura Delogu, Laura Sangiorgio, Lucas Villalba, Reinaldo Samaniego y Cristian Maldonado, a los que sumaron como invitados los tenores Emanuel Esteban y Duilio Smiriglia. Entre quienes disfrutaron de la velada lírica estuvieron la presidenta del Council of Americas, Susan Segal; Paul Soros; el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi; el cónsul argentino en Nueva York, José Luis Pérez Gabilondo, y el embajador chileno ante la ONU, Octavio Errázuriz. Desde Washington viajó especialmente el compositor Máximo Flugelman junto a su mujer Sedi. Juan Pablo y Pilar Molyneux también fueron de la partida, y al día siguiente ofrecieron una comida en su residencia del Upper East Side. También se lo vio a Jorge Domínguez (hijo) y Sofía Blaquier, quienes contraerán matrimonio a fin de mes en Punta del Este. Aldo Sessa, invitado de honor de PInta, la feria de arte latinoamericano que inauguró dos días más tarde, también integró el contingente argentino, igual que Mauro Herlitzka, Teresa de Anchorena, Enrique Larreta, y María Estrany y Gendre, entre otros. El cierre del concierto incluyó una versión de El día que me quieras, a cargo de todos los participantes y del barítono Gustavo Feulien.
Con menú alemán. Como sucede desde hace casi cuarenta años –38 para ser precisos– Jorge Pereyra de Olazábal festejó sus 65 en el coqueto departamento que tiene sobre la avenida Quintana. Con un interesante cóctel, el líder de la Ucedé reunió a amigos de la vida y la política y tuvo como invitados especiales al príncipe Alejandro de Sajonia y su mujer Gisela, princesa de Baviera. No faltaron amigos del cumpleañero como Teddy García Mansilla y Verónica Pueyrredón, Alejandro Gravier, su primo Carlos Fontán Balestra y Pompi, Juan Pablo Maglier, Alejandro Raineri, Mariano y Elena Grondona, y –oh sorpresa– Gerardo Rozin. El tema obligado entre los presentes –y por momentos– era la marcha de la economía, y Grondona fue quien arriesgó pronósticos menos auspiciosos –costumbre que lo ha caracterizado y a su edad ya no cambiará– a partir de las trabas impulsadas por el Gobierno a la compra de dólares. En la misma línea opinaba el dueño de casa, quien, abocado por estos días a reunir al príncipe de Baviera con empresarios y funcionarios para diseñar negocios, dispuso para la ocasión un menú alemán, que tuvo como plato principal una cazuela Strogonoff con spaetzle (versión germana de los ñoquis), e incluyó varias tortas de chocolate como postre.