Apenas seis meses después de su traslado al santuario de Mato Grosso, en Brasil, junto a su hija Guillermina, el viernes por la noche murió la elefanta Pocha, según informaron las autoridades de ese lugar. Debido a que se desconocen las causas de su muerte, las mismas fuentes adelantaron que se le realizará la autopsia correspondiente.
Pocha, de 55 años, fue trasladada desde el zoo de Mendoza hasta el Santuario de Elefantes Brasil junto a su hija Guillermina, de 22. En aquel momento hasta el gobernador mendocino, Rodolfo Suárez, acompañó la salida de las elefantas del exzoo hasta su nuevo destino. Por aquellos tiempos nada hacía presagiar el final de Pocha, luego de tantos años de cautiverio.
“Mientras Pocha estuvo en Mendoza, en ocasiones vimos pequeños signos que nos hicieron preocupar de que tuviera problemas de salud subyacentes, pero nunca se diagnosticó nada. Cuando ella y Guillermina llegaron aquí al Elephant Sanctuary Brasil, había tenido un hecho en el que se cansó y era un poco más lenta para comer, pero, después de una inyección de multivitaminas, mejoró”, explicaron desde el santuario a través de un comunicado.
“Hace unos días notamos que era exigente con su heno, aunque todavía estaba pastando y disfrutando de todos los productos que le daban. Después de una inyección de vitaminas anoche, se veía más brillante y, aunque todavía estaba cansada, tenía más brillo en sus ojos. Sin embargo, cuando volvimos a verla más tarde esa noche, descubrimos que había fallecido”, completaba la notificación.
Según explicaron los veterinarios del lugar a través de su página web, y en lo que pareciera ser una ceremonia, su hija Guillermina “gritó largamente para llamar a sus amigos. Una vez que abrimos las puertas para que entraran las otras chicas (elefantas), Bambi, Mara y Rana estaban allí esperando para estar con Guille”.
Y agregaron que la elefanta Rana “caminó hacia Pocha con Guillermina y luego volvió con los demás. A continuación, Bambi se acercó, pero se mantuvo a distancia, con los ojos algo abiertos y con aspecto preocupado. Después llegó Mara y se quedó con Guille y Pocha”. Pero Bambi “retrocedió hasta donde estaba Pocha, la olió y le acarició su rostro.
“Cada niña (tal como llaman a las elefantas en el santuario) se paró cerca, unas más que otras, y observaron el cuerpo de Pocha con respeto. Los elefantes tienen una habilidad innata para comunicarse entre sí de maneras que nunca entenderemos y eso es lo que parece estar sucediendo entre este grupo de compañeros de manada”, explicaron.