Dos horas tuvo que esperar Valentino, con sus cuatro años y la inocencia de un niño, parado en el baño del jardín con el pañal sucio para que su madre llegara del trabajo a cambiarlo porque las maestras del jardín tienen prohibido tocar a los chicos. Camila, con sus casi cinco años, estiró más de lo necesario su llanto desconsolado luego de un tropezón durante la clase de actividad física porque, distante, el profesor tuvo que suplir el contacto físico para tranquilizarla con algunas palabras alentadoras pero no tan efectivas.
Si bien no se trata de una modalidad impuesta o masivamente extendida, cada vez son más los maestros que prefieren evitar el contacto físico con los chicos y los jardines que prohíben las demostraciones corporales de afecto como consecuencia de la creciente cantidad de denuncias sobre abusos sexuales en los jardines de infantes que los medios, además, reproducen con constancia.
Según explicó a Perfil.com Ruth Kuitca, presidenta de la Organización Mundial para la Educación Preescolar en la Argentina, “hay muchas escuelas que han puesto mucho énfasis en los cuidados y por ejemplo piden a los padres que dejen por escrito una autorización para cambiar los pañales u optan por no cambiar a los chicos y llamar a los padres. Son situaciones de sobre cuidado de algo que tendría que ser mas natural”.
“Como la mayoría de los casos no suceden en la escuela es preocupante que los maestros tengan que abstenerse de toda esa situación de afecto y caricias porque también es parte del cuidado y la educación”, agrega Kuitca y hace referencia a la problemática que atraviesan los maestros al tener que trabajar con controles exagerados por temor a recibir denuncias.
El contacto, fundamental para el desarrollo. “Todo lo que sea contacto corporal para la primera infancia es fundamental para el desarrollo emocional de los chicos, no sólo para el aprendizaje. Lo complicado en todos los casos es cuando ese contacto corporal del adulto es erotizado”, señala la licenciada y profesora en psicopedagogía Cecilia Kornblit. “Cuando esa carga es de afecto y no de erotización, la caricia no solo no es dañina sino todo lo contrario, es necesaria”.
Frente a la creciente intranquilidad de los padres, que en muchas ocasiones manifiestan su temor en las entrevistas con los docentes, la especialista propone prestar especial atención a cualquier manifestación de los niños, tanto desde las autoridades del jardín como desde los mismos tutores. “Poder escuchar lo que tienen para decir es un modo de correr el tema sólo de la preocupación y ocuparse”.
Impresiones. Mariana es maestra jardinera desde hace 19 años, trabaja durante los veranos en colonias de vacaciones y coordina un centro infantil. Guiada por el amor que la llevó a dedicarle su vida a los chicos, condena categóricamente todo tipo de abuso a menores, pero apunta hacia el ataque al que se ven sometidos como consecuencia de las denuncias que inundan los medios aquellos que día a día buscan dar herramientas a los chiquitos para poder crecer.
“Los docentes estamos totalmente desprotegidos ante la injusticia de una acusación falsa. Más que eso, hoy por hoy y desde hace tiempo, estamos totalmente desprotegidos ante la sombra de estas acusaciones. La situación de impotencia es muy grande”, señala Mariana. “Así como no niego la existencia de patologías de perfil “abusador” en la educación, digo que por cada uno de ellos a cientos y cientos de docentes que muy lejos de esto dan todo el afecto, la contención y la profesionalidad que tienen para educar a los chicos”.
En relación a los cambios que se dieron en el ámbito educativo, Mariana señala “la confianza en los vínculos, el modo de relacionarse, la forma de aprender”. “Todos necesitamos las demostraciones de afecto corporal. Lo que se dice con el cuerpo –como con cualquier otro medio de expresión- no puede ser reemplazado por ningún otro lenguaje. Cuanto más chiquitos ¡más aún!”, completa.
En cuanto a los puntos que deberían ser revisados para que los casos de abusos no se extiendan y para que no se genere paranoia frente a los que se publican en los medios, Mariana señala el trabajo sobre la confianza en los docentes y los medios que el sistema educativo tiene para poder “detectar casos patológicos”. “No se puede empezar una carrera docente sin tener un apto psicofísico. No se puede comenzar a trabajar en el sistema público sin atravesar una evaluación psicofísica”, explica Mariana.
(*) Redactora de Perfil.com