La imagen de su cuerpo sobresaliendo del vagón del tren que embistió el andén 2 de la estación de Once hace tres años recorrió el mundo. La expresión del rostro de Leonardo Sarmiento fue empeorando en esas largas cuatro horas en las que estuvo presionado entre cuerpos de víctimas fatales y otros heridos.
Al hablar del tema, su mirada se entristece y, pese a que pasaron tres años, por momentos siente que sigue en ese vagón, en medio de la tragedia.
“Me acuerdo que iba parado al lado de la puerta. Pensaba en bajar y tomar el subte, y escuché el ruido de la explosión. Me desmayé y me desperté colgando. Recuerdo ver cómo la gente me filmaba con sus celulares y me sacaba fotos. Era desesperante”, cuenta y relata que durante varios meses tuvo una misma pesadilla.
“Me veía colgando en la ventana con varias personas alrededor, pero eran sombras. Debido a eso fui un tiempo a terapia, y tomé pastillas para dormir, pero veía fotos en Facebook o en la tele y todo me recordaba el drama que viví”, sostiene.
Ese día estaba con su camiseta de Boca, que no logró rescatar. “Los médicos me la cortaron en mil pedazos para revisarme, no pude quedarme con nada, ni un pedazo. Tengo otras y lo importante es que sobreviví”, dice entre risas.
Leonardo vive con su madre en Palomar y trabaja en la Legislatura, en el sector de plomería, gracias a una convocatoria de Cristian Ritondo. Para ir al trabajo nunca más volvió a tomar el tren Sarmiento. El prefiere usar el colectivo y sólo visita la estación para reclamar justicia. “Soy de ir a los actos pero no a todos porque me hace mal. Sufrí fractura de pelvis y atrofia muscular en las piernas, perdí mi oreja derecha, aunque el tímpano no quedó comprometido. Estuve un mes en terapia intensiva, luego de la operación, tuve fallas renales y me hicieron hemodiálisis. Además, me operé de rotura de ligamento múltiple en ambas rodillas. Mi vida cambió por completo y ya no soy el mismo. Hay días en que no tengo ganas de nada, pero trato de distraerme y vivir pese a todo”, concluye.