“Soy mi propia obra de arte”, dice Leandra Levine (19) acerca de su transformación en mujer, y las cirugías a las que se sometió para alcanzar la cara que quería tener. Su cara que, esta semana tuvo una alta exposición mediática por ser la primera chica trans en egresar del colegio Carlos Pellegrini.
Ese día, además de sus compañeros y compañeras, Leandra estuvo acompañada de sus padres, Melina y Ricardo, con quienes vive, y son un gran sostén en su vida. “Siempre tuve una relación excelente con ellos, por suerte son de mente abierta y nunca tuve ningún problema con ellos. Soy hija única de la pareja, y tengo hermanos de matrimonios anteriores de ellos, que son mucho más grandes que yo”, cuenta a PERFIL.
A raíz de la difusión de su historia, recibió varias consultas de chicos y chicas trans que no saben cómo contarle a su familia lo que están transitando. “Muchos me preguntaron cómo contarles a sus padres. Yo les digo que sus papás tienen que entender que esto no es algo que elegís, te pasa. Y podés vivir infeliz reprimiéndolo, o ser feliz solucionando el problema, que es vivir en un cuerpo que no te corresponde”, dice.
“También leí muchos comentarios preguntándose por qué es noticia lo mío y no un mejor promedio, por ejemplo, y a ellos les digo que es algo extraordinario. Y que las personas trans han vivido y viven, mucha violencia y exclusión”, dice.
Y si bien nunca vivió situaciones de violencia física, ni tuvo problemas en su casa, como les pasa a muchas chicas trans, sí cuenta que cuando renunció a su primer trabajo, le costó volver a conseguir trabajo. “Iba a entrevistas y no me llamaban. Y yo estaba capacitada para los puestos que me presentaba. También me ha pasado que me hablen o traten mal, pero en general muchas personas cambiaron la mentalidad, aunque falta”.
En su caso, desde chica se sentía un chico “femenino”, y si bien al principio sabía que había algo que le molestaba, no podía expresarlo. Sus papás fueron viendo y acompañando cada una de sus transformaciones, lo que la ayudó mucho a encontrarse.
“A principios de este año les conté que iba a empezar a adaptar mi cuerpo, con hormonas y a operarme, porque es una decisión difícil de tomar y quería compartirla. Pero más allá de eso creo que nunca tuve que explicarles nada en particular. Me fui descubriendo y ellos lo fueron viendo. Nunca me impusieron actividad o conducta masculina”, recuerda.
A los 15 años descubrió el mundo del transformismo de las drag queens, y empezó a expresar de a poco su género: trabaja en fiestas y boliches, donde explotar al máximo su feminidad, sobre todo ahora que ya pasó por el quirófano, donde se hizo retoques en los ojos, pómulos, pechos y se sacó la nuez.
A la vez, está cursando el CBC de Medicina, y quiere ser la primera trans en recibirse de cirujana plástica: “Siempre tuve vocación por la ciencia. Me interesa todo lo que afecta al cuerpo humano, y desde que me operé descubrí que me encanta la cirugía plástica. Analicé mi rostro, y lo construí junto a mi cirujano. Fue superinteresante, y el resultado es que soy mi propia obra de arte”, cuenta.
Y si bien su paso por el Pellegrini le permitió expresarse tal cual es –por la aceptación de sus compañeros, docentes y directivos en todo su proceso de cambio de género–, sabe que en el futuro puede enfrentarse a situaciones incómodas. “Me imagino que en la carrera voy a sufrir más exclusión que los demás, o que no se me tome en serio. Pero creo que voy a poder hacerme escuchar”.
