“Hoy no, me duele la cabeza”. Una excusa para no tener sexo convertida ya en un cliché. Sin embargo, las hay de todos los tipos, incluso de las más insólitas. Perfil.com indagó acerca de las estrategias de quienes no se animan a decir la verdad, y prefieren enmascarar el “no tengo ganas”, aunque sepan que el otro se da cuenta del engaño.
Desde quedarse levantados hasta tarde, inventando quehaceres inexistentes, hasta sacar de la galera una pelea absurda para desviar la atención. Cuando no hay ganas, no hay ganas, pero pocos se animan a decirlo tan sueltos de cuerpo. Los especialistas consultados por Perfil.com aseguran que es una especie de complicidad silenciosa, que aunque puede afectar la relación de pareja, no sólo pone en juego una excusa, sino que el otro la acepta sin hacer demasiadas preguntas.
“Ambos saben que no es cierto el pretexto, sin embargo es aceptada, por eso funciona la excusa y hasta llega a formar parte de la dinámica de la pareja”, asegura Pedro Horvat, psiquiatra y psicoanalista, docente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). “En este juego, ambos ocultan que el hombre es impotente, o que la mujer o el hombre no tienen ganas. No pueden decir la verdad, ya sea para no lastimar al otro, para proteger su autoestima, o por temor a iniciar una crisis de pareja”, agrega el especialista.
Lo mismo opina la sexóloga Celia Laniado, y agrega que lo peor de estas situaciones es cuando el que se excusa termina creyéndose su propia mentira. “Entonces, sí, siempre le duele la cabeza, la espalda, o le molesta la barba del otro”, destaca la especialista, que recomienda no tener pudor o miedo, y decir la verdad. “Cuando hablan de sexo, las parejas mejoran muchísimo sus relaciones. Es fundamental hablar por qué no hay ganas, cuáles son los gustos de unos y otros”, aconseja.
Hovart destaca además que hay tres tipos de excusas: “Cuando se pone de pretexto algo que está afuera de las personas o de la pareja en sí, como el trabajo, los hijos, etcétera. Otro tipo es cuando el que se excusa se atribuye la culpa: estoy cansado, estresada, estoy pasando un mal momento... Y después vienen los que culpan al otro: no me gusta cómo me tratás, o estás sucio”.
Laniado, en tanto, señala que uno de los motivos de las excusas puede ser que la persona padezca una “disfunción sexual” relacionada con la pérdida del deseo. “Puede ser que el deseo esté inhibido, que hayan ciertas fobias relacionadas al sexo. Pero también pueden haber causas orgánicas, como deficiencias hormonales o que estén tomando medicamentos que disminuyen el apetito sexual, como los antidepresivos”, agrega la especialista.
* redactora de Perfil.com