La diversidad del paisaje chileno guarda en el norte belleza originaria: un pueblo de adobe, un sitio que casi no tiene lluvias, valles, lagunas y cordilleras. Esconde, en ese punto del mapa, lindeza natural. Ahí mismo está San Pedro de Atacama, un lugar que supo ser elegido por el turismo mochilero, pero que finalmente terminó captando la atención de todo tipo de público. Es lógico: ante serenidad, un paisaje que envuelve, música andina y tierra, cualquiera se siente atraído.
La Laguna Cejar, por ejemplo. El camino para llegar allí, un recorrido que puede hacerse en auto, pero que vale la pena realizar en bicicleta. Hay que moverse 18 kilómetros al sudeste y en el trayecto visualizar volcanes para luego darse un baño en ella. Llama la atención flotar, en vez de hundirse, tal como si se tratara del Mar Muerto. Es que la Laguna Cejar posee un nivel de flotación superior por su alta concentración de sal y litio.