Por estos días la Plaza de Mayo se llenó de alumnos de escuelas primarias que reciben lecciones sobre 1810. Caminan alrededor de la Pirámide de Mayo junto a empleados estatales y privados, empresarios y turistas.
En la Plaza hay siete puestos de venta de merchandising patrio. También hay dos vendedoras que andan con cestas colocándole la insignia a los transeúntes.
"Antes se vendía más", dicen los puesteros. "Ahora hay muchos que se dedican a esto y además los granaderos repartieron escarapelas gratis", agrega otro.
Los que compraron escarapela, la llevan con orgullo y a otros les da lo mismo. Una mujer sentada en un banco muestra con orgullo la escarapela que le puso a su perrita vestida, en el lomo. Un jubilado que descansa de los largos trámites en el centro no tiene escarapela pero duplica la apuesta: "no compraré un paquete de galletitas, pero la escarapela la voy a comprar".
También están los que no necesitan llevar una escarapelas para sentirse patriotas: "Tendríamos que ser más nacionalistas. El patriotismo se despierta solo para estas fechas o cuando es el Mundial", reflexiona una mujer que tiene su escarapela, pero se la olvidó en la casa y promete ponérsela para el 25.
French y Berutti fueron los visionarios. Hoy, vender escarapelas es una salida laboral ante la falta de empleo y aunque la competencia es mucha, todos buscan tener el mejor precio para captar más clientes. Eso sí las escarapelas "no se fían".