"Se nos había ido la situación de las manos. Él estaba pasando por un momento familiar desesperante y se había puesto muy agresivo conmigo. Cada vez que nos veíamos terminábamos discutiendo. La sensación era de círculo, estábamos estancados en un lugar sin poder salir de las discusiones de siempre, ya no podíamos comunicarnos sin sentirnos heridos por el otro. Los dos teníamos claro que nos queríamos y fue esa certeza la que nos llevó a consultar a un especialista", cuenta Analía, de 27 años.
La idea de acudir a un terapeuta fue de ella, pero su novio accedió. Contrariamente de lo puede pensarse, los especialistas explican que muchas veces es al revés, es el hombre el que toma la decisión. "Que los hombres son más reacios es sólo una creencia, en mi consultorio de terapia individual tengo más hombres que mujeres, y en cuanto a las parejas, son muchas las veces que el que pide ayuda es el hombre. Siempre es uno el que toma la decisión y el otro acepta", cuenta la licenciada en psicología Alicia de la Fuente.
De todos modos, para que la terapia tenga un resultado positivo es necesario que los dos tengan el mismo nivel de compromiso. "La sinceridad y el compromiso de ambas partes por igual y son fundamentales. Recién a partir de allí se puede comenzar a hacer un buen trabajo vincular, es decir aprender a vincularse desde otro lugar, aprender a aceptar que el otro no tiene porqué ser igual, ni pensar de la misma manera, ni tener los mismos gustos ", explica la especialista.
Cuando Pablo le propuso a Claudia acudir a un profesional, ella se sorprendió. Él siempre había sido reticente a recibir ayuda externa, pero esta vez había cometido un error –de esos imperdonables- y pensó que era una manera válida de mostrarle su compromiso con la relación.
" Me había metido los cuernos. Como tantas veces. Pero esta vez yo no estaba dispuesta a perdonarlo como si nada. Sabía que iba a volver a hacerlo y llevábamos sólo dos años de casados. Cuando me propuso hacer terapia no pude creerlo. Por supuesto que no resultó. Él se sentaba ahí y hacía un personaje. Nunca abandonó a la mujer con la que estaba, ni pensaba hacerlo. A mí me enfurecía aún más, porque parecía una tomada de pelo", recuerda.
Para De la Fuente la cuestión es simple: la terapia de pareja puede prevenir una ruptura siempre y cuando " no haya terceros en el medio". Paula tardó en comprenderlo, pero finalmente se dio cuenta que de nada serviría la ayuda terapéutica si su esposo no estaba realmente dispuesto a cambiar su comportamiento.
Los especialistas recomiendan que el mejor momento para iniciar una terapia es cuando comienzan los problemas que no pueden resolver por sí solos. Cuando esas situaciones se dejan pasar -pensando que van a solucionarse milagrosamente- se suelen acumular sentimientos de frustración. "Esas situaciones causan rencor, sentimientos de incomprensión, y eso va creando cada vez más distancia", explica De la Fuente.
La terapeuta explica que los principales motivos de consulta tienen que ver con " problemas con el sexo, la infidelidad, el dinero, la educación de los hijos, el tiempo de cada uno, la libertad o la dependencia".
Si bien son muchas las parejas jóvenes que piden ayuda externa, son más aquellas parejas con hijos y muchos años de casados. De la Fuente explica que hay situaciones que suelen ser propicias para que se desaten crisis de pareja: la llegada del primer hijo, la adolescencia de los chicos, la mediana edad, el "nido vacío", el nacimiento de los primeros nietos y la jubilación, entre otras.
Alberto (47) y Patricia (45) pasaron por el registro civil en 1984. Hace dos veranos, cuando sus dos hijos decidieron irse de vacaciones con sus amigos, se quedaron solos durante varios días por primera vez en mucho tiempo. Allí comprendieron que, sin los chicos, se evidenciaba muchísimo más su falta de comunicación.
"La convivencia es engañosa. Es como tomarte un taxi. Vos sabés que te están llevando y te relajás. Tenés hijos, los educás, trabajás, los fines de semana charlás un poco en la sobremesa y todo se vuelve, de pronto, demasiado previsible. Eso nos pasó con Patricia. Ese fatídico mes de enero, solos, en casa, nos dimos cuenta de que ya no estábamos funcionando como pareja. No sabíamos de qué hablar. No queríamos molestarnos".
Después de varios días de incomodidad, Patricia se sentó junto a él y le planteó la situación. Los dos se sintieron aliviados porque sabían que el amor seguía ahí, latente. Y ese era el motor que necesitaban para salir adelante.
"El terapeuta nos tranquilizó. No éramos los únicos a los que les pasaba", recuerda Alberto, que hoy sigue felizmente casado con Patricia y reaprendió a disfrutar de su tiempo libre junto a ella.
* redactor de Perfil.com