Hubo un aplauso cerrado y una imagen que inevitablemente volvió a la memoria 38 años después. Fue cuando Ricardo Gil Lavedra, León Arslanian, Jorge Valerga Aráoz y Guillermo Ledesma entraron por la puerta de la izquierda a la misma sala del Palacio de Tribunales donde juzgaron a las juntas militares en 1985. La escena sucedió el miércoles pasado y fue parte del lanzamiento de El Diario del Juicio, la edición en papel que refleja los principales testimonios del proceso judicial que marcó el regreso a la democracia.
La sala con las paredes recubiertas de madera oscura, la del vitraux con el escudo argentino y la frase “Afianzar la Justicia” parecía pequeña para contener todas las escenas de la dictadura. Los vidrios blindados del piso de arriba son posteriores y marcan otro hito del dolor reciente: el juicio a Cromañón.
El miércoles 20 de septiembre, cuando también se cumplían 39 años de la presentación del informe de la Conadep, era imposible no pensar en los generales y comandantes, en las víctimas, en los familiares, en los jueces, los fiscales, en el terror, en el miedo, en el pedido del “Nunca Más” y en el periodismo.
¿Cómo se trabajaba en esos tiempos sin internet ni celulares? ¿Se fumaba en la sala? ¿Tomaban notas? ¿Rodolfo Zibell, Rodolfo Resico, Alberto Amato, Carlos Cabeza Miñarro y Marcelo Pichel, los periodistas de Perfil que trabajaron en las ediciones de El Diario del Juicio en aquellos meses, habrían creído posible que lo que era el producto de sus largos días de trabajo volvería a salir de las rotativas en septiembre de 2023?
Las fotos de época los muestran en la oficina de Jorge Fontevecchia convertida en una redacción mínima (otra vez los espacios chicos) donde revisaban las desgrabaciones de los testimonios, los editaban, buscaban fotos y columnistas para que el horror se conociera.
En esos días, la idea de un nuevo golpe militar parecía posible. Las imágenes del juicio se pasaban por la televisión pública, pero sin sonido. El peligro era que lo escuchado en esa sala se perdiera, que no hubiera huellas del terrorismo de Estado, que la memoria, la verdad y la justicia no llegaran.
“Era muy fácil quemar papel, quemar los archivos que tenía la Justicia. Por eso se nos ocurrió que si difundíamos el juicio en un diario, un millón de personas podría tener esa información. Sería difícil de destruir”, contó Jorge Fontevecchia sobre la iniciativa de 1985.
El Diario sirvió para que, en las casas de las familias argentinas se supiera qué había pasado a nivel sistemático en la Argentina y para que otras personas se animen a testificar, recordó Ricardo Gil Lavedra. El objetivo de dar a conocer se repite en esta nueva edición de papel de 96 páginas que estará desde octubre en los kioscos de diarios y revistas de la Argentina.
Lucas Palacios, uno de “los chicos de Strassera” –como se llamaba al equipo de abogados que trabajaban con los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo–, dijo también el miércoles que la sala para él, en 1985, era demasiado grande como lo era también en la tarde lluviosa de primavera que volvió 38 años después. “Si me pidieran una imagen de la Justicia, pondría esta Sala de este Tribunal”, dijo.
Quizás la diferencia de perspectiva del tamaño la marca la magnitud de lo sucedido. Quizás también si se pudiera pensar en una imagen del periodismo argentino, se podría elegir la de El Diario del Juicio, un trabajo sin estridencias, sin firmas, una tarea de cronistas de todos los días frente a la historia de un país que necesitaba saber y que se limitó a reflejar lo que sucedía en esa sala pequeña o grande según desde la perspectiva que se elija. En 1985 y en el 2023 también.
