En la mitad del país se terminan; pero en la otra, incluida la Ciudad de Buenos Aires, empiezan hoy sábado 20 de julio. Y con ellas, la odisea de muchos padres para que la agenda de actividades de los chicos en vacaciones sea tan completa y realizable como el tiempo lo permita, aunque los psicólogos coincidan en la importancia de dedicarse, también, al ocio y al aburrimiento (ver aparte).
Pero ante los literalmente cientos de ofertas gratuitas que hay en la Ciudad, el desafío para los padres parece ser cómo completar la agenda y no morir en el intento. En especial, si se tiene en cuenta que, como asegura Viviana Cantoni, subsecretaria de Gestión Cultural del GCBA, “los porteños son activos consumidores culturales”.
Pero hay un segmento al que, hasta ahora, parecía no tenerse demasiado en cuenta –quizá porque, como la mayoría recién se escolariza a los 2 o más, no encajaban en el concepto formal de “vacaciones”– y que este año resulta el gran atractivo para los organizadores de varios espacios culturales porteños: la primera infancia. Los bebés y chicos de hasta 3 años se convierten en protagonistas de lugares propios y se suman con actividades propias a propuestas que ya estaban armadas para chicos más grandes.
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En la Usina del Arte, hoy inaugura iUpiiiii, el primer espacio cultural dedicado específicamente a la primera infancia, diseñado por Mariano Sigal y que, tras el receso escolar, quedará como parte permanente del espacio en La Boca para que las familias y los jardines maternales lo visiten durante la semana. Trabajada por un grupo de profesionales de distintas áreas –programadores, diseñadores industriales, directores de arte, especialistas en infancia, músicos– se diseñó un espacio de 200 m2 con juegos de encastre, animales interactivos, una pirámide luminosa con sonido y texturas, un gran tobogán de arco iris y pelotas flotantes, entre otros. “Vimos que hay muy poco desarrollo para primera infancia, y los talleres que hacíamos hasta ahora nos duplicaban en cantidad de gente. Por eso, decidimos entender cómo son los más chiquitos, qué hacen, qué necesitan; queríamos salir de los colchones y las texturas”, explica Cantoni. “Los bebés, que eran nuestro mayor desafío, la pasan genial: se sienten estimulados con la música y las luces tenues”, asegura.
Para descubrir. En el Museo de Arte Moderno (Mamba) también hay talleres para la primera infancia. Por ejemplo, el taller sonoro para familias con bebés de 6 meses a 3 años propone participar de una ronda donde los sonidos, el ritmo y las melodías “estimulan el despertar de los sentidos en los más chiquitos”, explican. El espectáculo integra canciones, juegos, instrumentos musicales, títeres, cuentos sonorizados, y es dictado por el grupo Una Nube, integrado por Romina Péchin y Luciano Luis Iaconno. Va los sábados de vacaciones, de 11 a 13. Y el taller de exploración sensorial, que va de 11 meses a dos años, invita a las familias a trabajar con los sentidos.
Además, en el Museo Cornelio Saavedra habrá espectáculos de títeres y cuentos para los más chicos, y teatro para bebés en los centros culturales Adán Buenosayres y Marcó del Pont.
Tras su primera experiencia exitosa, que repite a partir de septiembre, el Teatro Colón ofrece estas dos semanas Concierto dibujado, destinado a los niños y niñas de 2 a 5 años. En el Salón Dorado, la experiencia es un cruce entre lenguajes de la música, la danza y el dibujo. Con referencias musicales a clásicos conciertos y ballets infantiles, como Carnaval de los animales y Pedro y el lobo, entre otras obras, se crea una atmósfera sonora ideal para esta invitación a explorar un lenguaje sensorial expresivo, disparador del juego y la creatividad. Habrá funciones hasta el viernes 2 de agosto, a las 11.30. Y en el Centro Cultural Konex, el 30 y 31 de julio habrá, gratis, shows de Pim Pau, Magdalena Fleitas, Ritmo de La Bomba de Tiempo, Les Ivans Circo, Mundo Arlequín y Quiroga y la selva iluminada. Todo pensado para que, no importa la edad, todos disfruten del tiempo libre.
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Valorar el tiempo para aburrirse
El riesgo de que el estrés escolar siga en las vacaciones de invierno disfrazado de “agenda divertida” es algo que tanto psicólogos como educadores ven cada vez más. Y a los padres y madres el tema también los estresa: resolver la convivencia de trabajo y ocio resulta un desafío para todos.
Para el psicólogo Sebastián Girona, el concepto del aburrimiento tiene una connotación negativa, y esto no necesariamente es así. “Si los chicos se aburren pueden disfrutar más y valorar de otra manera los momentos en que se divierten. Aburrirse les da la oportunidad de ser creativos y de generar algo nuevo para dejar de sentirse así”, dice. “Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones las vacaciones se transforman en año lectivo paralelo”, advierte Nora Vinacur, de APA.
Las retrospectivas de Erlich y Le Parc, en simultáneo
Un éxito total de público –en solo 13 días ya la vieron 36 mil personas– y una sorpresa: los más chicos se maravillan cuando llegan, sobre todo con la pileta –tal como, además, se llama la obra que representó al país en la Bienal de Venecia de 2001 y está en la muestra permanente de un museo en Japón– en la que se “sumergen” a través de una ilusión óptica.
En el Malba, la primera retrospectiva del artista Leandro Erlich termina el 27 de octubre, pero ya es furor. “Liminal atrapa a grandes y niños por igual, ya que trabaja con espacios o referencias comunes de la vida cotidiana como una puerta, una ventana, un jardín, un aula y una pileta, con los que todos estamos familiarizados, pero genera curiosidad y sorpresa alterando su funcionamiento”, dice Guadalupe Requena, jefa de Comunicación y RR.II. del Malba. “Es un arte vivencial, que no requiere ningún tipo de conocimiento previo ni mediación. Hay que experimentarlo”, explica sobre el fenómeno.
En el CCK, por su parte, ayer se inauguró un homenaje que la Ciudad de Buenos Aires hace a uno de sus artistas más talentosos, que muestra toda su obra junta por primera vez. Julio Le Parc, un visionario –que termina el 10 de noviembre y es gratis– ocupa 3 mil m2 y varios pisos del centro cultural y hace honor al genio que vive en París. A los 90, Le Parc –que donó la emblemática esfera azul que corona el centro del ex edificio de Correos– recorrió el jueves las salas con sus esculturas, bocetos y pinturas con entusiasmo juvenil.
