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L'Osservatore romano

El papa Francisco: "En un mundo condicionado por adicciones y virtualidad, nos asusta ser libres"

En la edición en español del periódico vaticano, el sumo pontífice habla de libertad y se relata el encuentro con una mujer y sus hijos, sobrevivientes del terror talibán en Afganistán.

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Papa Francisco | Agencia Afp

Esta nueva edición del L’ Osservatore Romano en lengua española está encabezada por una emotiva y muy significativa fotografía que registra el encuentro del Papa Francisco con una mujer recién llegada de Afganistán. El título “Custodios de amistad y esperanza”, impreso en la primera plana del periódico vaticano, hace referencia a las palabras dirigidas por el Papa Bergoglio a Pary Gul, tal es el nombre de esta señora procedente de Kabul.

El anillo y la túnica. Así se presentó ella la mañana del 22 de septiembre ante Francisco, entregando su anillo –en memoria del marido “tragado” por el terror talibán– y la túnica «que cuenta una vida de sufrimientos». El Papa –antes de la audiencia general, en el aula anexa al Aula Pablo VI– acogió el regalo del anillo, pero con una condición: que sea Pary Gul quien lo custodie como muestra de la amistad y signo de esperanza. Y la mujer indicó la esperanza en los ojos de sus tres hijas, Adila, Robina y Setara, y del hijo Nasim. Tienen entre 25 y 14 años. Fueron las chicas –a través de SOS lanzados desde el móvil– quienes hicieron posible la fuga de Kabul. Lograron huir tres familias cristianas: 14 personas, 8 mujeres y 6 hombres. Siete son menores (y todos con un dibujo hecho para el Papa). El más pequeño, Eliyas, de tan solo un año, fue ingresado de urgencia al llegar a Italia para resolver una infección. Ahora está bien. La historia que las tres familias han presentado al Papa es impresionante por su crudeza. Les denunciaron por el hecho de ser cristianos apenas llegaron los talibanes a Kabul.

En esta edición, también se incluye en forma completa la conversación del Papa Francisco con los jesuitas eslovacos con los que se reunió el domingo 12 de octubre, al finalizar la primera jornada del reciente viaje apostólico. Durante la entrevista, Francisco ante la primera pregunta acerca de su estado de salud respondió “Vivo todavía. Aunque algunos me querrían muerto. Sé que hubo incluso reuniones entre prelados, que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se decía. Preparaban el cónclave. ¡Paciencia! Gracias a Dios, estoy bien. La operación fue una decisión que no quería tomar: fue un enfermero el que me convenció. A veces los enfermeros comprenden la situación mejor que los médicos, porque están en contacto directo con los pacientes”.

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Luego, luego de una pregunta de un sacerdote jesuita octogenario, el Papa proveniente de esa orden expresó “La vida nos da miedo. Repito una cosa que le dije al grupo ecuménico con el que me reuní antes que con ustedes: la libertad nos asusta. En un mundo tan condicionado por las adicciones y la virtualidad, nos asusta ser libres. En la reunión anterior tomaba como ejemplo El gran inquisidor, de Dostoievski. Este encuentra a Jesús y le dice: «¿Por qué has dado la libertad? ¡Es peligrosa!». El inquisidor reprocha a Jesús el habernos dado la libertad: habría bastado con un poco de pan y nada más. Por eso hoy se vuelve al pasado: para buscar seguridad. Nos asusta celebrar delante del pueblo de Dios que nos mira a la cara y nos dice la verdad. Nos asusta seguir adelante con las experiencias pastorales. Pienso en el trabajo realizado en el Sínodo de la familia para hacer entender que las parejas en segunda unión ya no están condenadas al infierno. Nos asusta acompañar a gente con diversidad sexual. Tenemos miedo de las encrucijadas de las que nos hablaba Pablo VI. Este es el mal de este momento. Buscar el camino en la rigidez y el clericalismo, que son dos perversiones. Hoy creo que el Señor pide a la Compañía ser libre, con oración y discernimiento”.

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Los encargos de gobierno en las agregaciones laicales son «una llamada a servir» y no un instrumento para satisfacer «el deseo de poder». Lo dijo el Papa Francisco a los moderadores de las asociaciones de fieles, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades que participaron en un encuentro promovido en el Vaticano por el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. Encontrándoles en la mañana del jueves 16 de septiembre, en el aula del Sínodo, el Pontífice pronunció el discurso que se incluye en forma completa y oficial en esa edición.

La «llamada más alta» para la política es «la de servir al bien común y dar prioridad al bienestar de todos, antes que el beneficio personal». Lo indicó el Papa Francisco a los participantes del encuentro International Catholic Legislators Network, recibidos en audiencia la mañana del viernes 27 de agosto, en la Sala Clementina. Su disertación se inserta de manera íntegra en este ejemplar del periódico oficial de la Santa Sede.

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Como es habitual, se incluyen los textos de las dos audiencias públicas tradicionales del Sumo Pontífice. El Ángelus dominical y la Audiencia general de los miércoles. Es un auténtico examen de conciencia sobre el sentido del servicio, el que propuso el Papa Francisco en la meditación que el 19 de septiembre, precedió a medio día la oración del Ángelus con los fieles en la plaza de San Pedro. «¿Entiendo la vida como una competición para abrirme un hueco a costa de los demás, o creo que sobresalir es servir?», dijo el Pontífice desde la ventana del Estudio privado del Palacio apostólico vaticano. Invitando a preguntarse si se dedica tiempo a quien «no tiene medios para corresponder».

«Una peregrinación de oración, una peregrinación a las raíces, una peregrinación de esperanza»: El Papa Francisco resumió así en la audiencia general de la mañana del miércoles 22 de septiembre, el viaje internacional a Budapest y Eslovaquia realizado del 12 al 15 de septiembre. En el Aula Pablo VI el Pontífice revivió con los presentes las principales etapas de la visita apostólica en el corazón de Europa, que inició con la celebración en la capital húngara de la misa final del Congreso Eucarístico internacional y finalizó en Bratislava en el santuario de Šaštín, donde los eslovacos veneran a la Virgen de los Siete Dolores.