Mientras Argentina se divide y se pone en guardia durante el debate por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, el papa Francisco, desde Roma, no puede dejar de pensar cada vez más en la figura de José, el Patrono Universal de la Iglesia. Un padrazo si los hay.
Es parte de la potestad papal proponer temas específicos para reflexionar dentro de la comunidad católica. A lo largo de la historia, algunos papas así lo hicieron, con un llamadito de atención sobre la fe, el jubileo, la misericordia e incluso sobre el misterio de la Eucaristía, entre otros temas puntuales.
Vamos cerrando 2020 y se hace cada vez más evidente que una de las muchas preocupaciones del papa Francisco es, desde hace unos meses, la figura de San José.
El tema comenzó a darle vueltas en la cabeza antes del 8 de diciembre pasado, cuando presentó la Carta Apostólica "Patris corde", para conmemorar el 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, hecho que aconteció el 8 de diciembre de 1870, cuando el Beato Pío IX, Papa desde 1846 hasta 1878, así lo estipuló vía el decreto Quemadmodum
¿Por qué una figura secundaria dentro del dogma e incluso dentro de los Santos Evangelios despierta ahora tanto interés?
Porque José era un "hombre justo", según concluye San Mateo, y además porque sabía guardar un secreto. Convengamos que el nombre del carpintero aparece en el relato bíblico cuando ya estaba armado el plan divino. Jesús debía venir a este mundo, pero sin metempsicosis, transmigración de las almas o la llama del Espíritu Santo. Necesitaba un padre carnal, un responsable jurídico.
Si hay un ideal de figura sumisa y obediente, ese es José. A pesar de que se atribuye al esposo de María descender del Rey David, los textos lo presentan como un humilde carpintero.
Para algunas escrituras, ya estaba casado con María cuando el ángel Gabriel se apareció para dar la buena nueva. Para otros, el hombre tuvo sus devaneos de conciencia, pero un sueño premonitorio le advirtió que el bebé que esperaba su esposa salvaría al mundo y aceptó su destino. Todo siguió su curso y gracias a la primera subrogación de vientre de la historia –al menos documentada– José se convirtió en padre de Jesús aun sin tener lazos biológicos con él.
Su rol fue vital en la vida del niño. Fue el custodio de la Sagrada Familia de Nazaret y pater potestae del Salvador.
Fue el que tomó la decisión de que todo el grupo familiar huyera a Egipto cuando el rey Herodes I decretó la matanza de bebés. Fue luego quien tomó la decisión de regresar a Galilea para radicarse en Nazaret. Allí procuró que Jesús tuviera una educación esmerada en el culto judío, le enseñó tres idiomas (arameo, griego y latín) y también un oficio.
La entrega y aceptación de José fue total, sin cuestionamientos. Además, fue capaz de guardar un secreto en una sociedad que no estaba preparada para aceptar los bemoles del plan divino.
El Levítico del Antiguo Testamento expresa la condena social que despertaba el adulterio entre los judíos: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán castigados con la muerte: el adúltero y la adúltera”. Y si la mujer era virgen y comprometida en matrimonio, como María, el castigo sería doble: el exilio y la lapidación de los dos adúlteros hasta que cayeran muertos, según consta en Deuteronomio 22.
“José nos impulsa a redescubrir el valor del silencio, de la prudencia y de la lealtad en el cumplimiento de nuestros deberes. La virtud de la justicia practicada de manera ejemplar por José es la plena adhesión a la ley divina, que es la ley de la misericordia”, escribió el Sumo Pontífice en Patris corde.
*Aquellos que, siguiendo el ejemplo de San José, realicen una obra de misericordia corporal o espiritual, también podrán lograr el don de la Indulgencia plenaria”, continúa el texto papal.
Por eso, a través de su líder, el Vaticano propone seguir el ejemplo de José, modelo de un compromiso silencioso, sin peros ni mus.
Cuando el plan divino reservado para cada criatura se torna inexplicable a los ojos humanos, la humildad de José debe ser un horizonte. “Todos los fieles tendrán así la oportunidad de comprometerse, con oraciones y buenas obras, para obtener, con la ayuda de San José, cabeza de la celestial Familia de Nazaret, consuelo y alivio de las graves tribulaciones humanas y sociales que afligen al mundo contemporáneo”, explica el Santo Padre en el decreto que hizo circular desde el Vaticano.
“La Iglesia de hoy en día necesita padres”, argumentó el Papa Francisco, cuando decretó que hasta el 8 de diciembre de 2021 regirá el Año de San José.
Durante todo ese lapso, la Iglesia Católica concederá indulgencias plenarias, pero se deberán cumplir las condiciones prescritas por la Iglesia para tal efecto: “confesión sacramental, comunión eucarística y rezar por las intenciones del Santo Padre. Se pueden recibir indulgencias este año a través de más de una docena de oraciones y acciones diferentes, que incluyen orar por los desempleados, confiar el trabajo diario a San José, realizar una obra de misericordia corporal o espiritual, o meditar por al menos 30 minutos el Padre Nuestro”, prescribe el documento del Vaticano.
El Papa confía en que, al seguir el ejemplo de humildad de San José, se podrá fortalecer la fe que la sociedad va perdiendo gota a gota, cada día.