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Pandemia en México

Acapulco, una olla a presión producto del Coronavirus

Blindada y con un tendal de desocupados, la ciudad balnearia del Pacífico mexicano atraviesa su peor crisis desde la epidemia de influenza en 2009.

Acapulco en coronavirus
Operativos de Seguridad en las playas | Captura DW

Acapulco está librada a su suerte. La desaparición de los turistas, la ola de saqueos a supermercados (Mega Soriana, uno de los más importantes de México soportó seis intentos en una sola semana) y un tendal de vendedores ambulantes que quedaron sin trabajo, crean un panorama desolador en la Perla del Pacífico. En un video de la agencia alemana Deutsche Welle, las declaraciones de Javier Rivas, director de la Policía Preventiva de Acapulco, inquieta: “Los grandes shoppings y pequeños comercios viven del turismo y si no hay turismo, pues no comen. Entonces muchos de ellos están buscando vandalizar, saquear las tiendas. Yo considero que esta situación sí se va a agravar un poco”. 

Mientras que durante la Semana Santa del 2019, medio millón de turistas dejaron en la ciudad mexicana ingresos de US$ 50 millones, este año, las pérdidas fueron equivalentes. El poco turismo interno que violó la cuarentena  y viajó hasta Acapulco para ocupar sus propias viviendas de fin de semana o encerrarse en un hotel, pero al menos con vista al mar, fue literalmente echado de la paya por los severos operativos de vigilancia que desembarcaron sobre la arena para ahuyentarlos. Con botas puestas, armas de grueso calibre y equipos anti-motín, las fuerzas de la Marina y la Policía Federal recorrían la playa Revolcadero, en la zona Diamante de Acapulco para desalojar a los visitantes sin protocolos mediante. A su paso, un audio atronador repetía sin cesar por altoparlantes: “La Guardia Nacional invita a la población a permanecer en sus casas”.

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Para algunos analistas, el covid-19 dejará la ciudad balnearia del estado de guerrero en una grave crisis económica, la peor desde la epidemia de influenza en 2009. Las restricciones al turismo, que rigen para toda la República, ya dañaron al 70% de los residentes de Acapulco que viven directa o indirectamente del turismo. Los primeros afectados han sido los trabajadores de la playa. Gustavo Peralta, vendedor ambulante, dijo a DW: “Ya ves que estamos sin trabajo, somos de bajos recursos. Vamos al día y de dónde vamos a comer?” Muchos hoteles y restaurantes cerraron sus puertas por falta de clientes. En el Hotel Krystal, los empleados se organizan para cocinar y dar un plato de comida a quienes se quedaron sin trabajo. Prefieren la solidaridad antes que el temor a que una revuelta popular saquee las instalaciones. “Empezamos a repartir el almuerzo una vez a la semana y ahora alimentamos a diario a unas 300 personas. Tendrían que sumarse más hoteles para afrontar este problema", sugiere el gerente, René Ramírez. 

En principio, hasta el 30 de mayo, por disposición de la Secretaría de Salud rige en México la cuarentena obligatoria para frenar la expansión del coronavirus, que ya ingresó en la fase tres. Hasta la fecha, se reportaron 8772 casos. A  pesar de depender del turismo, tal como hicieron los mismos pobladores de Barra de Coyuca, a media hora de Acapulco, cada vez son más las comunidades de la región que cortan las carreteras de acceso para aislarse ante el temor a la propagación de la pandemia. Cuando algún vecino quiere ingresar, lo detienen en la valla, lo obligan a descender de su vehículo y rocían su ropa y sus zapatos con agua y lavandina

En la ciudad, el impacto económico se junta a la ola de violencia de los últimos años. En 2017, el informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México le dio el triste primer puesto de “la ciudad más violenta del mundo. En 2018 se ubicó en el segundo lugar, con 110.5 homicidios por cada 100.000 habitantes. Las fuerzas de seguridad atribuyen este estado de cosas a las disputas de bandas del narcotráfico por el control de la distribución de drogas. Los informes de salubridad tampoco ayudan, ya que algunas de sus playas se consideraron las más contaminadas de México.

Para aliviar esta tensión social, a Marco Antonio Galeano, párroco de Nuestra Señora de Covadonga –con barbijo, pero sin guantes- se le ocurrió confesar a sus fieles sin que bajaran del auto, pese a la petición del gobierno de quedarse en casa. “En estos tiempos de contingencia, hay mucha gente estresada, con ansiedad, que está entrando en crisis. Los seres humanos también necesitamos una ayuda espiritual y por eso la iglesia está buscando medios, formas.”