Un agosto "anti Perón": el verso cruel en la Rural y el discurso que enfureció (más) a los estudiantes
Agosto de 1945 fue un mes adverso, lleno de conflictos para el coronel que seis meses después sería elegido Presidente. Sin embargo, se dio un gusto.
En un registro que nivelaba la crueldad con cierto resguardo de las formas, al menos las del lenguaje, los versos bajaron desde las sillas privilegiadas de las tribunas de la Rural:
¡Los caballos al cuartel!
Me refiero al coronel
¡Y las mulas al corral!
Me refiero al general
(con perdón del animal)
El general Edelmiro Farrell, presidente de la Nación, no tuvo que excusarse: se había ido de gira a Paraguay. El coronel Juan Domingo Perón, en ese momento vicepresidente en ejercicio del Ejecutivo, pegó el faltazo. Amaro Ávalos, ministro de Agricultura y Ganadería, también coronel pero retirado, presentó parte de enfermo. Como los destinatarios de los ataques no estaban en el palco, aquel día de agosto de 1945, en la inauguración de la muestra del campo número 59, la humillación tuvieron que soportarla los soldados que circularon por la pista con un aparato de artillería tirado por caballos. Cumplieron con la misión protocolar bajo una rechifla ensordecedora.
Si julio había sido el mes de la jornada de proclamación que anticipó al 17 de octubre (el acto masivo a favor de Perón del día 12), agosto marcó el camino hacia la gran marcha anti de septiembre. Fue un mes caliente, adverso en el balance. El castillo que el coronel había construido con sus políticas de bienestar parecía tambalear frente a una oposición muy activa que cerraba filas para convulsionar el ambiente con el objetivo de frenar su avance.
La noticia en el diario El Litoral
Agosto fue el mes de una doble coincidencia de fechas. El 6, mientras el gobierno argentino levantaba un estado de sitio que llevaba 4 años, caía la bomba atómica en Hiroshima. Tres días después, cuando la ciudad japonesa desgarrada por la catástrofe nuclear era Nagasaki, Perón se daba un gusto: se convertía por primera vez en presidente, por un viaje oficial de Edelmiro Farrell a Paraguay.
Pero ni esas jornadas ni las siguientes iban a ser plácidas para él.
"Braden o Perón": los meses febriles del embajador "cowboy" que desafió al Coronel y perdió
Perón era un hombre en plena condición física e intelectual, al borde de cumplir los 50 años. Cautivaba a los humildes con la sonrisa y el vozarrón campechano. Como se le ocurrió al historiador Félix Luna, era alguien que parecía “llevar siempre un clavel en el ojal”.
Las energías físicas y mentales le alcanzaban para cubrir los cargos de vicepresidente de la Nación, ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión Social. Vivía con Evita en la casa de ella, en Posadas entre Callao y Ayacucho y en el mismo edificio había alquilado otro departamento para hacer reuniones políticas. A la mañana iba al Ministerio de Guerra, en Callao y Viamonte. Almorzaba frugalmente al uso cuartelero y, respetando una costumbre inamovible, dormía la siesta en una sala pegada al despacho. A la tarde se trasladaba a la Secretaría de Previsión, para seguir trabajando.
Aquel agosto difícil puso a prueba esa entereza, la capacidad para estar en todo. En la biografía que tituló con el apellido del coronel luego general, Joseph A. Page habla directamente de un "mes muy malo" para Perón. Comenzó con una bomba política. El 2, el estanciero correntino y dirigente radical Juan Hortensio Quijano asumió en el cargo clave de ministro del Interior. El dirigente que intentaría atraer a sus correligionarios hacia el peronismo naciente, fue quien cuatro días después anunciaría el levantamiento del estado de sitio que regía desde el gobierno de Ramón Castillo.
Juan Domingo Perón y Juan Hortensio Quijano
Esa medida, que se sumaba al reconocimiento del Partido Comunista y la revocación del decreto de disolución de la Federación Universitaria Argentina (FUA), no alcanzó para remontar la situación o mejorar el ambiente con una "contra" cada vez más aglutinada. Las fuerzas de la oposición ganaban presencia en la calle con sus reclamos. Por un lado, instaban al régimen a entregar el gobierno a la Corte Suprema de Justicia. Por otro, señalaban como una opción el llamado inmediato a las elecciones libres, pero sin candidatos oficiales, Traducido: sin Perón.
En definitiva, querían al gobierno y a sus referentes afuera y lo más rápido posible. Y todo parecía un pretexto para salir a manifestarse.
El mes "muy malo" para Perón: un acto detrás del otro
El mismo día en que Perón asumió su interinato, hubo una movilización con arengas por la libertad y la Constitución y algunos incidentes. El motivo fue un homenaje a Roque Sáenz Peña, en el aniversario número 31 de su muerte. La convocatoria fue al pie de su estatua, en Diagonal Norte y Florida. Era el mismo lugar donde casi un mes antes, el 12 de julio, se habían concentrado decenas de miles de trabajadores para proclamar a Perón como futuro candidato a Presidente.
El corresponsal del New York Times informó que la concurrencia al acto para recordar al impulsor del a ley de voto universal había sido de unas 15.000 personas. Además destacó un hecho: Perón, a cargo del Poder Ejecutivo, había ascendido al presidente Farrell a general de división. "No se puede calificar de otra cosa que de extraordinario que el vicepresidente sólo por estar actuando como presidente durante varios días ascienda al hombre cuyas funciones ejerce, quien además es su superior en el ejército", escribió el cronista.
Los actos opositores se sucedían uno tras otro. El 10 de agosto, el día siguiente de la bomba en Nagasaki, Japón comunicó a los aliados su voluntad de rendirse, y en Buenos Aires no podía faltar la marcha. Los manifestantes le cantaron el "que se vayan" al Gobierno, en una jornada que terminó muy mal, con las muertes de un estudiante y un empleado de comercio en Avenida de Mayo al 700.
La Policía reprimía y los manifestantes habían logrado elaborar una rima básica pero con golpe contra el jefe policial Juan Filomeno Velazco. "Qué asco/la cara de Velazco", le cantaban. También tenían enfrente a los grupos de ultraconservadores nacionalistas, de regreso luego de haber cortado lazos cuando el gobierno le había declarado la guerra al Eje. La confrontación con el embajador Spruille Braden, que atravesaba su pico de activismo opositor, los había tentado para el retorno como ala de combate callejero del régimen.
El embajador Braden, precisamente, mandó una adhesión a la siguiente marcha opositora, que fue en la plaza San Martín, para un homenaje al Libertador. Terminó con un enfrentamiento, incluidos algunos tiros, con conscriptos que según los organizadores, habían sido enviados para provocar.
El 17 de agosto la colectividad norteamericana hizo un acto propio en el teatro Ópera. Encabezó el imparable Braden. “Un mundo que respete y defienda los derechos del hombre bajo la democracia no puede seguir tolerando que existan gobiernos cuya norma es la violencia y que humillan al hombre bajo la dictadura”, vociferó.
El día siguiente, el 18, fue el acto de inauguración de la muestra de la Sociedad Rural, sin autoridades oficiales y con los versos que comparaban a las principales autoridades nacionales con un caballo y una mula. Las fotos del palco muestran al embajador Braden sentado al lado de José María Bustillo, el presidente de la entidad. Un símbolo absoluto.
Mientras en las tribunas cantaban "democracia sí, dictadura no", Bustillo, le reclamó al Gobierno que dejara de presentarlos "como enemigos de los obreros". El choque venía desde noviembre del año anterior, cuando por impulso de Perón se había oficializado el Estatuto del Peón Rural, que les puso a los ruralistas los pelos de punta.
Bustillo representaba el ala más antiperonista de la Rural, en puja con José Alfredo Martínez de Hoz, más dialoguista. Cuando llegó Perón al poder, los propios ganaderos, para adaptarse a las circunstancias, lo encaramaron como titular de la entidad al padre del homónimo ministro de Economía de la última dictadura.
José María Bustillo habla en la Rural en 1945. Al lado, Spruille Braden.
El mismo día del acto en la Rural, la Federación Universitaria de Buenos Aires, la FUBA, se declaró en “huelga” por una semana, en protesta por la violencia policial en las movilizaciones. A los estudiantes organizados se sumaron muchos profesores, algunos de ellos desplazados inmediatamente de sus cargos.
El levantamiento del estado de sitio había generado un efecto opuesto al esperado por el Gobierno. En lugar de bajar la espuma había generado un estallido de desahogo. Cánticos como “¡Radicales, socialistas, comunistas, unidad!” o “¡La unidad nacional al fascismo aplastará!”, eran los hits del momento.
Perón no parecía reaccionar a la altura de sus antecedentes. El ministro Quijano al menos dejó clara su posición con una pregunta: “¿Para esto querían que se levantara el estado de sitio?”.
Perón "en figurillas": el intento fallido de convencer a los estudiantes
En su libro El 45, Félix Luna remarca “cómo la ofensiva opositora se precipitó sobre todos los frentes en el mes de agosto”, con un Perón que se veía “en figurillas para atender todos los ataques”.
Los estudiantes estaban entre los sectores “imposibles” a los que pretendía seducir. El coronel intuyó que podía producir alguna grieta entre ellos. Como una reunión era inviable, eligió mandarles un mensaje por la radio. Félix Luna señala que Perón se equivocó sobre todo en el modo: “Cayó en el peor estilo posible: ampuloso, anacrónico, con la reiteración de un tiempo de verbo caído en desuso”.
“Os vi al principio sobrecogeros expectantes, cuando la primera jornada revolucionaria del 4 de junio; comprendí entonces que vosotros la esperabais, porque hasta las casas de estudio había llegado también en parte el ambiente de sensualidad ahogando la vida misma de la República”. Frases como esa marcaron el registro del discurso.
Otro fragmento, más enrevesado todavía, descendía directamente al tono del reto: “Justifiqué vuestros afanes cuando actuabais en el rol de estudiantes secundarios y universitarios, pero no puedo justificar ahora vuestra conducta en defensa de posiciones políticas que no desempeñasteis y que muchos de aquellos a quienes el pueblo las confió, desnaturalizáronlas tanto, que hasta el 3 de junio de 1943 el país había caído en un verdadero festín, donde en levadura de fraude, violencia y vejámenes a la ciudadanía, todo se compraba y vendía, hasta la Patria misma. ¿Es que acaso os habéis olvidado de aquel espectáculo que avergonzaba a la República?”.
¿Habrá pensado Perón que los receptores, por estudiantes, iban a sentirse cortejados por esos laberintos de estilo? Lo cierto es que el discurso cayó muy mal y durante días se amontonaron en los diarios las respuestas de las más variadas organizaciones.
Ese era el panorama. Mientras ganaba adhesión entre los sectores populares, los estudiantes e intelectuales estaban, en su mayoría, en la vereda de enfrente. No podían desvincular al coronel del gobierno que integraba, en el que predominaban los grupos ultacatólicos enemigos históricos de la Reforma Universitaria de 1918. Medidas como las intervenciones de 1943 y la ilegalización de la FUA habían marcado al movimiento. En 1944 la oposición estudiantil y también de los docentes se acrecentó con huelgas que derivaban en despidos de profesores y episodios con incidentes y represión policial.
"Entre los agitados años de 1943 y 1945, dos sectores comenzaron a diferenciarse en la política nacional. Uno, integrado por los grupos afectos al régimen gobernante, conformó una alternativa política alrededor de uno de sus líderes, Juan Domingo Perón y contó con el apoyo mayoritario del sindicalismo y la clase obrera industrial, de la Iglesia Católica y el Ejército. En el otro sector se encontró la mayoría de las organizaciones empresariales y patronales, las clases medias y los partidos políticos más importantes. A ellos se sumaron en masa los universitarios, quienes durante todo 1945 se enfrentaron activamente al gobierno", repasa en diálogo con PERFIL la investigadora Nayla Pis Diez.
La autora del trabajo “La política universitaria peronista y el movimiento estudiantil reformista: actores, conflictos y visiones opuestas (1943-1955)” comenta que una parte de la bibliografía clásica sostiene que el antiperonismo "se constituyó como identidad política en estos dos años o, lo que es lo mismo, dos años antes de la llegada efectiva al gobierno de Perón".
La muerte de Perón en la narrativa argentina
Los cambios en el mundo (en especial la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial) y la movilización social interna forzaron al Gobierno a recalcular, con una serie de medidas de apertura, con el levantamiento del estado de sitio como la principal.
"Pero lejos de amainar el conflicto, los meses de agosto a octubre de 1945 van a condensar como pocos la crisis política nacional y el conflicto entre el gobierno militar y las universidades y algunos partidos políticos nacionales. Sin dudas, el cuerpo universitario va a erigirse como uno de los principales actores del frente político opositor", explica Pis Diez.
Perón intentó un diálogo que incluía la devolución del cogobierno y el voto estudiantil. "Pero la promesa y la autocrítica con las que tendía un puente a sus adversarios, fueron altaneramente contestadas por los estudiantes, que lo responsabilizaron por los asesinatos y por las políticas universitarias del gobierno", añade la investigadora. La FUA respondió que “esas intervenciones a las que en su mensaje tan bien acusa el general Perón, olvidando que está acusando al propio gobierno de que forma parte, pues fue él quien las envió”.
Agosto terminó con la designación del embajador Braden como subsecretario de Estado del gobierno norteamericano. Eso quería decir que llegaba el final de sus días febriles en Argentina.
La despedida formal fue con una cena de unas 600 personas en el Plaza Hotel, en Retiro. “Mi traslado a Washington no significa el abandono de la tareas que estoy desempeñando”, avisó esa noche, entre gritos de “¡libertad”, “libertad!”.
Braden se quedó un tiempo más y seguía en el país cuando la oposición, ya en septiembre, concretó su anhelo: una gran marcha, con todos los sectores, por el centro de Buenos Aires.
Fuentes: El 45, de Félix Luna; Perón, una biografía, de Joseph A. Page; Perón, el hombre del destino, colección dirigida por Enrique Pavón Pereyra; Diario El Litoral; “La política universitaria peronista y el movimiento estudiantil reformista: actores, conflictos y visiones opuestas (1943-1955)”, Nayla Pis Diez.
LT
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