Es una señal de lo mal que están las cosas en la Argentina el hecho de que un acuerdo para obtener miles de millones de dólares en préstamos adicionales del Fondo Monetario Internacional (FMI) solo haya causado una escasa reacción en el mercado de bonos.
Los bonos del país que vencen en 2035 han variado poco respecto del nivel en que se encontraban antes de que el Gobierno del presidente Alberto Fernández llegara a un acuerdo con el staff del fondo el 1 de marzo por US$44.000 millones en financiamiento adicional. Los bonos se mantienen en territorio de “distress” en torno a los 30 centavos por dólar, lo que indica que el país podría incumplir la deuda externa que reestructuró hace solo dos años.
Aunque gran parte del acuerdo está condicionado a que la Argentina alcance sus objetivos fiscales y monetarios, muchos analistas consideran que el gobierno es incapaz de deshacerse de las políticas de gasto que lo ayudan a mantenerse en el poder, pero que también alimentan una inflación desenfrenada. El panorama se volvió aún más sombrío cuando la invasión rusa a Ucrania hizo subir los precios de las materias primas, agravando los problemas de una economía en perpetua crisis.
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“Al final, el FMI no es el problema”, dijo Diego Ferro, fundador de M2M Capital en Nueva York. “Argentina es el problema, porque está haciendo un trabajo patético de tener un plan económico creíble, o un equipo que sea capaz de ejecutar ese plan”.
El directorio ejecutivo del FMI aprobó el viernes pasado en una reunión un programa de facilidades extendidas de 30 meses, lo que permite el desembolso inmediato de US$9.700 millones, informó el Fondo en un comunicado. En total, se trata de un acuerdo de US$44.000 millones que, según el organismo, tiene como objetivo proporcionar a Argentina apoyo presupuestario y de balanza de pagos respaldado por medidas diseñadas para fortalecer la sostenibilidad de la deuda, abordar la inflación y aumentar las reservas.
El Ministerio de Economía no respondió a una solicitud de comentarios de Bloomberg News.
Las 10 claves para entender el acuerdo entre Argentina y el FMI
Cambio de régimen en la Argentina
Mientras que la mayoría de los bonos soberanos suben inmediatamente después de un acuerdo con el FMI, los tenedores de bonos de la Argentina claramente no quedaron impresionados.
“La gente finalmente se dio cuenta”, dijo Ferro. “Lo único que impulsa los bonos argentinos es el cambio de régimen en 2023”, agregó, refiriéndose a las próximas elecciones presidenciales.
El cinismo de los inversionistas es comprensible. Durante más de 60 años, los líderes argentinos han acordado una serie de programas de financiamiento con el FMI, y solo unos pocos han durado más de 24 meses. Incluso el programa anterior bajo el expresidente Mauricio Macri en 2018, que se produjo junto a una política fiscal y monetaria drásticamente más estricta, no logró enfriar la inflación ni hacer que la deuda fuera más sostenible.
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Para aumentar aún más lo que está en juego, de todos los créditos pendientes que mantiene el FMI con países, el de Argentina es, por mucho, el más grande.
Los bonos argentinos en dólares que vencen en 2030 y 2035 han bajado este año a 33 y 30 centavos, respectivamente, con pocos cambios desde los niveles en que se encontraban justo antes de que se alcanzara el acuerdo con el FMI. Los inversionistas siguen exigiendo más de 1.750 puntos básicos sobre los bonos del Tesoro de Estados Unidos para mantener la deuda soberana, según JPMorgan Chase & Co, muy por encima del nivel de 1.000 puntos básicos que se considera en dificultades.
Riesgo de default en la Argentina
Los swaps de incumplimiento crediticio indican una probabilidad del 89% de que el Gobierno no cumpla sus obligaciones con los tenedores de bonos durante los próximos cinco años.
“La vara es alta para un repunte sostenido de los bonos soberanos en dólares de Argentina”, dijo el economista de mercados emergentes Nikhil Sanghani, de Capital Economics Ltd. “Los inversionistas necesitan ver acciones, más que palabras, hacia el endurecimiento de las políticas y/o reformas favorables al mercado”.
Por supuesto, no todos son tan escépticos. Siobhan Morden, directora de estrategia de renta fija para América Latina de Amherst Pierpont, destacó la “decreciente influencia” de los miembros más radicales del Gobierno, como quedó evidenciado en la votación de Argentina sobre el programa del FMI.
Varios legisladores del ala de extrema izquierda del bloque votaron en contra del acuerdo, pero no lograron bloquearlo. Sin embargo, estuvieron a punto de permitir las políticas económicas que sustentan el programa.
“Esto refuerza la menor influencia del radicalismo y reafirma nuestra visión de una política gradual decisiva y una transición política”, señaló Morden. Ahora, “la fase más importante se desplaza a cuánto ajuste es factible bajo la limitada flexibilidad política de las restricciones ideológicas y los choques externos”.
Nathalie Marshik, directora gerente de renta fija de Stifel Nicolaus & Co., dijo que para que los bonos salgan del terreno de “distress”, los inversionistas tendrían que ver “buenas noticias económicas genuinas que apunten a una verdadera reducción de la inflación”.
Eso “significa un cambio fundamental en la forma en que se manejan las cuentas fiscales y en cómo el Gobierno financia su déficit”, puntualizó. “Se necesitaría una reforma laboral y de pensiones para eliminar la indexación”.