Nadie debe tomar las palabras del presidente venezolano, Nicolás Maduro, al pie de la letra. Esto aplica a sus afirmaciones la semana pasada de que su régimen está en negociaciones secretas con funcionarios estadounidenses de "alto rango".
Lo más seguro es que sus comentarios fueron una táctica para dividir a la oposición durante las negociaciones intermitentes sobre las nuevas elecciones organizadas por el gobierno noruego. Fueron una estratagema para hacer que el gobierno internacionalmente reconocido pero en gran medida impotente del presidente encargado Juan Guaidó creyera que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, negociaba a sus espaldas.
Dicho esto, hay una esencia verdadera en la ficción de Maduro. Trump también reconoció conversaciones a "muy alto nivel" la semana pasada. El asesor de seguridad nacional de EE.UU., John Bolton, dijo que Maduro no había autorizado estos contactos y que estaban destinados a anunciar elecciones libres. Conclusión: EE.UU. sí está hablando con diputados de Maduro, pero sobre cómo deshacerse de él.
¿Qué hacer con esta novedad?
Obviamente, cualquier estrategia que acelere la desaparición del régimen de Maduro es algo bueno. Si los apparátchik que predican socialismo ahora buscan proteger su fortuna y mantenerse lejos de la cárcel, esto podría significar que el colapso del régimen está cerca. No obstante, el constante vaivén resalta cuán insatisfactoria sería la caída de Maduro. Su expulsión requerirá la cooperación de sus facilitadores, y el precio de su cooperación, como mínimo, será la amnistía.
Guaidó y sus seguidores fueron muy conscientes de este dilema desde enero, cuando la mayor parte del hemisferio occidental lo reconoció como presidente interino de Venezuela. Una de sus primeras medidas fue presionar a la Asamblea Nacional para que aprobara una ley de amnistía para funcionarios civiles y militares que se esforzaban por restaurar el gobierno constitucional.
En ese momento, Human Rights Watch, que documentó gran parte de los crímenes del régimen de Maduro, criticó la ley porque era peligrosamente vaga y excesiva.
En aquel entonces, la propuesta de Guaidó era principalmente teórica. Sin embargo, tras más de ocho meses de esfuerzos por expulsar a Maduro, algunos detalles toman forma, a saber, los tipos de sinvergüenzas que evadirán la justicia a cambio de atacar a Maduro. Como me dijo un alto funcionario de EE.UU., Estados Unidos ha enviado mensajes a diputados de Maduro, a menudo a través de intermediarios, de que no están interesados en la venganza, sino solo en una transición ordenada hacia elecciones libres y justas.
De primeras en la lista de amnistía figura el exjefe de inteligencia, el general Manuel Ricardo Cristopher Figuera. Él desertó durante el levantamiento fallido del 30 de abril. Una semana después, el Departamento del Tesoro eliminó las sanciones en su contra.
Figuera, quien finalmente llegó a EE.UU., en entrevistas recientes se ha retratado a sí mismo como un externo al que le sorepnde la corrupción y el autoritarismo del régimen de Maduro. Pero también sirvió durante una década como diputado del servicio de inteligencia militar de Maduro, que ha sido acusado de manera creíble de torturar a soldados que se sospechaba habían planeado un golpe anterior.
La deserción de Cabello sería un gran golpe para el régimen de Maduro
Otro candidato potencial para la amnistía es el vicepresidente del gobernante Partido Socialista, Diosdado Cabello. Esta semana, Wall Street Journal y Associated Press informaron que estaba en conversaciones con funcionarios estadounidenses con el fin de prepararse para elecciones libres en una Venezuela posterior a Maduro. Cabello ha negado estas conversaciones y un alto funcionario estadounidense me dijo esta semana que dichas discusiones no eran negociaciones para incluir a Cabello en un gobierno posterior a Maduro.
Puede que Cabello tenga ambiciones más modestas. En 2018, el Departamento del Tesoro emitió un comunicado de prensa en el que lo acusaba de estar "directamente involucrado en actividades de narcotráfico" y anunciaba sanciones contra él y tres asociados en su "red de corrupción". En 2017, hubo informes creíbles de que Cabello había ordenado el asesinato del senador estadounidense Marco Rubio, de Florida.
Si Cabello toma la decisión correcta sobre Maduro, todos estos problemas podrían desaparecer. La deserción de Cabello sería un gran golpe para el régimen de Maduro, posiblemente una sentencia de muerte. Las conexiones de Cabello con el padre de la revolución socialista en Venezuela, Hugo Chávez, se remontan a 1992, cuando participó en el fallido golpe de Estado del movimiento. Su influencia es tan grande en el ejército de Venezuela que si cambia de bando, muchos otros funcionarios también lo harán.
La deserción de Cabello ejercería una gran presión sobre Maduro para que abandone el cargo, lo que sería un desarrollo inequívocamente positivo. Pero también serían noticias agridulces. Tal vez la única forma de que Venezuela se acerque a la libertad sea permitiendo que uno de sus peores demonios permanezca en libertad.