El presidente electo de México tenía la intención de iniciar su administración erradicando la corrupción endémica de la nación o buscando maneras de poner a trabajar a los jóvenes descontentos. Pero Donald Trump está dando la bienvenida a Andrés Manuel López Obrador con una crisis indeseada e inevitable en la frontera estadounidense.
López Obrador, que asumirá el mando el sábado, se hizo un nombre como incendiario izquierdista. Ha mantenido silencio en gran medida durante el último mes mientras el presidente y los medios de comunicación aliados a la administración de Estados Unidos han hecho una campaña para presentar una maltrecha caravana de migrantes centroamericanos como una fuerza invasora. Ahora el grupo acampa en la frontera de México con California y planteará la primera prueba a la capacidad de gobernar de López Obrador.
Esta semana las autoridades fronterizas de EE.UU. atacaron con gas lacrimógeno a los migrantes, asfixiando a hombres, mujeres y niños, y Trump amenazó con cerrar la frontera de manera permanente.
Ahora, López Obrador debe decidir si cooperará y mantendrá el flujo de comercio diario de US$1.000 millones o defenderá a las masas empobrecidas del continente, arriesgándose a un castigo para su propia nación.
"Esta será su primera prueba significativa en el frente de la política exterior", dijo Arturo Sarukhan, embajador de México en EE.UU. durante las presidencias de George W. Bush y Barack Obama.
"La estrategia de López Obrador para la relación con Trump ha sido hasta ahora evitar toda confrontación. Claramente quiere conducir la relación a través de aguas tranquilas y asegurarse de que la agenda bilateral con EE.UU. no se interponga en el camino de sus prioridades domésticas".
López Obrador ha mantenido un tono positivo con Trump, un republicano que, se dice, en privado lo llama "Juan Trump" como señal de afecto. En lugar de confrontar a Trump en sus afirmaciones de que la caravana incluye a terroristas y personas peligrosas, López Obrador hizo un llamado a la inversión compartida para abordar la pobreza y la inseguridad que estimulan la migración.
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, un antiguo asesor de López Obrador, dijo el martes que la nación está preparada para recibir a los migrantes durante meses mientras EE.UU. evalúa sus solicitudes de asilo. Ebrard dijo que viajará a Washington el domingo para reunirse con el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, y discutir la situación.
Pero la presión está aumentando internamente, ya que los mexicanos temen ser invadidos por sus propios vecinos del sur, y los funcionarios cerca de la frontera empiezan a resentirse.
El nuevo presidente no cuenta con mucha experiencia en relación con este embrollo. López Obrador, exalcalde de Ciudad de México, ha mostrado poco interés en los asuntos exteriores. Raramente vacaciona fuera del país, prefiriendo su rancho de Chiapas. Al tiempo que envió a un representante a las negociaciones comerciales en Washington este verano, quería que el presidente saliente, Enrique Peña Nieto, concluyera el acuerdo antes de asumir el cargo, y el gobierno saliente lo firmará en la reunión del Grupo de los 20 en Argentina el viernes. Nicolás Maduro, el presidente autócrata, será invitado a la ceremonia de juramento de López Obrador, al igual que el vicepresidente de EE.UU., Mike Pence, y la hija de Trump, Ivanka. López Obrador dice que su objetivo es que México se lleve bien con todos.
Eso será difícil si Trump persiste. El lunes, amenazó con cerrar la frontera de casi 2.000 millas (unos 3.218 kilómetros), una perspectiva que infundió temor a quienes dependen de ella.
"La comunidad empresarial está pidiendo a los gobiernos federal, estatal y municipal que establezcan un coordinador general que se encargue de la caravana", dijo Kurt Honold, director del Consejo Coordinador Empresarial de Tijuana. "Esta persona debe alejar la caravana de los pasos fronterizos, respetando sus derechos humanos. Pero tenemos que hacer lo que esté a nuestro alcance para que EE.UU. sepa que estamos cumpliendo nuestra parte para mantener la integridad de los cruces".
Al solicitar comentarios, el equipo de prensa de López Obrador se refirió a los comentarios de Ebrard el martes.
Cuando López Obrador se postuló a la presidencia, no se concentró en su habilidad para tratar con el vecino del norte de México. En cambio, hizo campaña para erradicar la corrupción y restaurar la seguridad en una nación acosada por el robo o el uso indebido de recursos públicos y una violencia récord por una guerra contra las drogas que se prolonga por 12 años. Considera que el crecimiento económico está entrelazado con esos objetivos: Bajo su programa, detener la corrupción conducirá a un gasto público más eficiente para crear empleos, y la disponibilidad de trabajo persuadirá a los jóvenes mexicanos a buscar empleo y a alejarse de una vida de crimen. Sus críticos califican la idea de ingenua o, en el mejor de los casos, una estrategia a largo plazo.
López Obrador tiene poco margen de error. Los mercados cayeron en la etapa final de su transición de cinco meses después de que dijo que cancelaría la construcción de un aeropuerto de US$13.000 millones en Ciudad de México, y que su partido planteara la idea de eliminar algunas comisiones bancarias.
"Los mercados necesitan acostumbrarse a un estilo diferente de tomar decisiones en México, una manera diferente de hacer las cosas", dijo Carlos Capistran, quien dirige la investigación económica de México y Canadá en Bank of America Merrill Lynch.
En tanto, la crisis fronteriza puede simplemente presagiar las tensiones que definirán el mandato de seis años de López Obrador.