El anuncio del secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, de que todo el personal será retirado de la embajada del país en Caracas esta semana, señala que la decisión "refleja el deterioro de la situación en Venezuela" y que la presencia de esos diplomáticos "se ha convertido en una limitación para las políticas de EE.UU.". Esa última parte ha generado cierta especulación de que es más probable que haya una acción militar, pero en este caso es evidencia de lo contrario.
Es cierto que la situación es tensa. Los diplomáticos leales a Nicolás Maduro, el hombre que la mayoría del hemisferio occidental ya no reconoce como líder venezolano, han acusado a EE.UU. de armar desertores al otro lado de la frontera, en Colombia. El mismo Maduro atribuyó la falla de la decrépita red eléctrica de su país a un ciberataque estadounidense. El presidente Donald Trump, y sus principales asesores repiten la frase de que se consideran "todas las opciones". En tanto, la alta representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, Federica Mogherini, advirtió que cualquier acción militar externa sería inaceptable.
No obstante, la explicación más probable por la remoción de diplomáticos es la prudencia. Se podrían haber convertido en "detonador de una posible acción", comentó Eric Farnsworth, vicepresidente del Council of the Americas. Diplomáticos estadounidenses podrían ser objetivos de partidarios de Maduro armados, me explicó Farnsworth, lo que casi con certeza motivaría una respuesta militar de Estados Unidos.
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La noción de que Estados Unidos no quiere intervenir no es mera especulación. Este mes, medios propagandísticos rusos publicaron una grabación de Elliott Abrams, delegado especial del país norteamericano para la crisis en Venezuela, que revela la improbabilidad de una intervención. Abrams hablaba con comediantes rusos que se hacían pasar por oficiales suizos, pero no hay razones para dudar de sus comentarios.
En la conversación, Abrams reconoció una estrategia diplomática pública que apunta a poner nerviosos a los militares venezolanos al no descartar una intervención militar. Tal ambigüedad puede ser útil algunas veces: el martes, el fiscal general de Venezuela anunció una investigación contra el presidente encargado del país, Juan Guaidó, por su papel en el supuesto sabotaje de la red eléctrica nacional. No está claro lo que pasará con la indagatoria, pero definitivamente es de interés de EE.UU. y la oposición que Maduro tenga que pensar dos veces sobre la idea de usar la investigación para causar daño a Guaidó. Esto es cierto independientemente de si norteamérica tiene planes para una intervención militar.
La noción de que Estados Unidos no quiere intervenir no es mera especulación.
Sin embargo, Abrams enfatizó que tales planes no existen a menos que Maduro haga algo "completamente descabellado" como atacar la embajada de EE.UU. Cuando se le volvió a preguntar sobre una acción militar la semana pasada en el comité de Asuntos Exteriores del Senado estadounidense, Abrams dijo básicamente lo mismo: "Ciertamente no es deseable y no es el camino que toma el gobierno".
Siempre está la posibilidad de que Trump cambie de opinión, pero tomar la decisión de intervenir sería impropio de él. Hablamos del presidente, recordemos, que se enfrenta actualmente al Pentágono por los planes de retirar las fuerzas estadounidenses de Siria y Afganistán. Le gusta fanfarronear sobre acabar con guerras, no iniciarlas.
*Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.