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Venezuela abandona controles al estilo cubano y ayuda a empresas

No todos los negocios en la zona industrial de Valencia cerraron durante la crisis económica de Venezuela. Solo alrededor de dos tercios lo hicieron. Galería de fotos

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No todos los negocios en la zona industrial de Valencia cerraron durante la crisis económica de Venezuela. Solo alrededor de dos tercios lo hicieron.

Los sobrevivientes entre las fábricas oxidadas del antiguo corazón manufacturero del país, a dos horas de Caracas, Valencia, están disfrutando de una tregua en la guerra del gobierno contra el capitalismo.

Sin reconocerlo públicamente, el gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro ha abandonado una década y media de controles de precios. Es difícil establecer una fecha precisa para la liberalización, porque nunca sucedió oficialmente. Sin embargo, en los últimos meses se han reabastecido los estantes de los supermercados y se ha reducido la grave escasez de productos como pasta de dientes y papel higiénico, aunque se venden a precios que la mayoría de los venezolanos no pueden pagar.

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Valencia, una ciudad de quizás 1 millón de habitantes, llevó la peor parte de la ruinosa política industrial del gobierno. Hoy en día, los empresarios aprovechan al máximo la nueva atmósfera, mientras dure.

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"En la Venezuela actual, hay siempre oportunidades", asegura Ernesto Abbass, un industrial de Valencia con una fábrica metalúrgica e inversiones en farmacias. “Hay unas empresas que han logrado surfear la ola de malas decisiones económicas. Nos hemos tenido que convertir en empresarios creativos".

Las raíces de la caída más profunda en la historia de América se remontan a dos décadas. Después de llegar al poder en 1999, el gobierno del presidente Hugo Chávez intentó gradualmente pasar a una economía de mando al estilo de Cuba. A medida que introdujo controles de precios en alimentos básicos como los fríjoles y la leche, estos se hicieron escasos, mientras que los productos no controlados, como el whisky, permanecieron en los estantes.

Hubo frecuentes represiones contra personas que el gobierno llamó "especuladores", quienes vendían bienes por más del precio legal. No solo se arriesgaban a multas, sino también a una celda en una prisión dirigida por las pandillas.

Los empresarios en Valencia que hablaron con Bloomberg no tenían claro si la nueva situación representa un cambio real en la filosofía o un breve respiro antes de una nueva ola de ataques por parte de la agencia de control de precios. De cualquier manera, pueden obtener ganancias; no legalmente, sino en la práctica.


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Incluso pueden hacer negocios en dólares. En marzo, el país sufrió apagones masivos que duraron tres días en la capital, Caracas, e incluso más en otros lugares. Con los lectores de tarjetas de crédito fuera de servicio, la gente comenzó a pagar las cosas con los atesorados dólares.

El gobierno hizo la vista gorda y de repente se hizo normal cotizar precios en moneda extranjera. En una tienda de Valencia, un frasco de 750 gramos de Nutella estaba a la venta la semana pasada por US$8, lo mismo que una caja de cereal para el desayuno Froot Loops.

En su apogeo, Valencia producía lavadoras, bicicletas, productos farmacéuticos, textiles, alimentos para animales y plásticos, entre otras cosas. Sobre todo, era la ciudad automotriz de Venezuela. Ford Motor Co., General Motors Co. y Chrysler LLC tenían operaciones de ensamblaje allí, así como grandes fabricantes de neumáticos y docenas de proveedores locales de partes.

La zona industrial, que solía latir con cientos de autobuses de cercanías, ahora está en gran parte tranquila y abandonada. Una fábrica cerrada de autopartes todavía estaba llena de inventario estampado con los precios oficiales que hacían que no fuera rentable permanecer en el negocio.

Las compañías que sobrevivieron ahora tienen el mercado para ellas solas. La mayoría de los competidores se han hundido y la frontera está cerrada a la industria colombiana. Los alquileres, los costos laborales y las facturas de servicios públicos son bajos. Hay una demanda acumulada de productos como piezas de automóviles que no estuvieron disponibles durante mucho tiempo. Es casi posible obtener ganancias.

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Una empresa con sede en Valencia que vende radiadores afirma que las ventas aumentaron casi 30% respecto al año pasado. Los atascos de tráfico han regresado a Valencia, así como a Caracas, después de un largo periodo en que la escasez de partes mantuvo fuera de las carreteras a la antigua flota de vehículos de gran parte del país.

Incluso en la nueva atmósfera permisiva, hacer negocios sigue siendo un deporte extremo, con apagones, extorsiones por parte de funcionarios y una criminalidad fuera de control. A medida que unos 4 millones de venezolanos han huido, el país ha perdido gran parte de su fuerza laboral calificada. Las sanciones de EE.UU. significan que muchas empresas extranjeras tienen miedo de hacer negocios con cualquier venezolano, porque podrían estar vinculados al gobierno de Maduro.

La industria del país funciona a solo 19% de su capacidad, según Conindustria, una organización comercial, en comparación con 81% en Colombia. En Valencia, algunas empresas dejaron de invertir y redujeron las operaciones a una fracción de lo que habían sido. General Motors cerró su operación en Valencia en 2017 después de que las autoridades incautaran su planta e inventario.

Ford se queda, a la espera de mejores días.

"Ford está trabajando sistemáticamente para mantener las condiciones operativas en la planta de Valencia, a fin de reanudar la producción siempre que lo permitan las condiciones de la industria y la viabilidad financiera", dijo la compañía en respuesta a preguntas enviadas por correo electrónico. "Ford ha estado operando en Venezuela durante 57 años y no tiene planes de abandonar el país".

Una encuesta reciente realizada por la encuestadora caraqueña Datanálisis encontró que el alto costo de vida es ahora la mayor preocupación entre los venezolanos, por encima de la corrupción, el crimen y la escasez de alimentos. Incluso algunos opositores al gobierno se quejan de que la agencia de control de precios no esté haciendo más.

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El costo de la vida se ha triplicado en términos de dólares desde principios de año, según Ecoanalítica, una consultora económica con sede en Caracas.

En este entorno, las autoridades pueden calcular que otro ataque a las empresas privadas sería popular. Los industriales de Valencia son muy conscientes de esta amenaza y son reacios a invertir más o aumentar la producción hasta que desaparezca.

"Esto sigue siendo negocios en modo supervivencia", asegura Christian Palmisano, uno de los socios en una fábrica que produce suelas para zapatos y botas de goma. “En los últimos dos años, dejamos de evaluar si tenemos ganancias o pérdidas. Se trata de quién sobrevive a la crisis y quién muere".