En diálogo con Canal E, Lucas Luchilo, profesor de Historia Latinoamericana en Ciencia Política, explicó cómo funciona la nueva “Gold Card” y por qué se presenta como una oferta “premium” del sistema migratorio estadounidense.
Una visa que se vende como tarjeta dorada
Trump lanzó recientemente la llamada Gold Card, una visa presentada con estética de tarjeta de crédito de lujo. Según relató Luchilo, “efectivamente tiene el formato de una tarjeta de crédito dorada, con el retrato de Trump en el medio, la bandera de Estados Unidos y el águila a un costado”. El mandatario la promociona como una “gran oportunidad”, apuntada al público de altos ingresos.
El mecanismo es simple y costoso. El entrevistado explicó que “alguien que quiera obtenerla paga 15 mil dólares por el trámite y, si se aprueba, pagando un millón de dólares obtiene una visa express de categoría EB1 o EB2”. Esta vía rápida ofrece un estatus temporario que puede transformarse pronto en residencia permanente.
Luchilo detalló que existe también una versión corporativa: “una empresa paga los 15 mil dólares y, si quiere traer un gerente o ejecutivo, paga dos millones de dólares y obtiene esta visa”.
La visa Platino y el polémico beneficio fiscal
Además del anuncio de la Gold Card, Trump presentó la variante Platino, aún más exclusiva. Luchilo precisó que “hay que pagar 15 mil dólares por el trámite y después son cinco millones lo que cuesta la visa”. El componente más controvertido es el incentivo tributario: “durante los primeros 270 días se le permite a los que tienen esta visa no pagar impuestos en Estados Unidos por ganancias obtenidas fuera del país”, afirmó.
El académico sostuvo que las críticas no tardaron en aparecer: sectores políticos argumentan que “el sistema de visas tiene que pasar por el Congreso”, mientras otros alertan sobre riesgos de lavado: “dicen que es un riesgo porque va a haber gente con antecedentes ocultos”.
Trump respondió en su estilo habitual. Luchilo citó al presidente: “yo conozco a varios oligarcas rusos; muchos de ellos son muy buenos, gente muy agradable”, una frase que alimentó el debate público.
Consultado por el trasfondo político, Luchilo interpretó la medida como un gesto provocador: “yo estoy echando a todos los pobres; ricos del mundo, vengan con un millón o cinco millones de dólares”, dijo, remarcando el carácter simbólico del anuncio, además del impacto económico potencial.