Dentro de una semana se inicia en Tailandia la instancia final del certamen mundial de programación más prestigioso del mundo: la International Collegiate Programming Contest. A esta prueba sólo llegan los mejores 128 equipos del mundo, tras superar exámenes entre más de 40 mil estudiantes de 2.700 universidades. Y para esta final clasificaron dos equipos argentinos: uno de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y otro de la UBA, que vienen entrenando desde hace meses en busca de un lugar destacado en los podios.
“Esta prueba ya se volvió histórica: es la edición número cuarenta y la auspicia la Asociation for Computing Machinery, que hoy es la principal sociedad profesional del área informática”, le detalló a PERFIL Irene Loiseau, profesora del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y directora de la filial local de la competencia. Loiseau vuela esta semana a Tailandia al frente de una minidelegación que incluye a los dos equipos que lograron la clasificación y que viajan con al apoyo económico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
“En la instancia final nos dan una docena de problemas. Sólo tenés cinco horas y una única computadora para los tres. En ese lapso tenemos que resolverlos, diseñar los algoritmos y codear el programa necesario, así que nos dividimos las tareas y cada uno se especializa en algo diferente”, detalló Pablo Zimmermann, estudiante del último año de la Licenciatura en Computación de la UNR.
El equipo, que conforman además Mariano Crosetti y Martín Villagra, se reúne al menos dos veces por semana para entrenar ocho horas, resolviendo conjuntos de problemas similares y analizando junto a su coach, Leopoldo Taravilse, cómo trabajar para bajar los tiempos y hacer todo en forma eficiente.
El equipo “Pummas” de la UBA está integrado por Sebastián Prillo, Alfredo Umfurer, Miguel Maurizio y su entrenador es Agustín Gutiérrez. “Para poder clasificar para Tailandia tuvimos que superar dos instancias anteriores, una nacional y otra regional, compitiendo con equipos de Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Perú y Bolivia”, explicó Maurizio.
¿Cómo entrenan? “Hacemos problemas de informática, leemos teoría de algunos temas y, sobre todo, participamos de simulacros de competencias antiguas, con ensayos que duran cinco horas, tal como ocurre en la final”.
Tradicionalmente dominadas por estudiantes de Rusia y de China, los ganadores del mundial de programación, aparte de un premio de US$ 10 mil, logran un prestigio profesional que encamina sus carreras académicas. “Además, esa visibilidad y el prestigio de los finalistas se extiende a las universidades de donde provienen los participantes”, finalizó Loiseau.