Gracias a la digitalización de la información, ahora cualquiera puede analizar los resultados de su mesa (en la mía, la 449 del circuito 17, comuna 1, el corazón de Constitución, votamos 258 almas) y proyectar algún resultado.
Acabo de terminar un análisis precioso de los resultados de la elección presidencial en mi mesa electoral que no voy a publicar porque me van a decir que soy golpista, jinete del Apocalipsis, traidor o melancólico. Estuve horas analizando los números de mi mesa, y llegué a los siguientes resultados para el ballottage (para mi mesa, no generalizo): 50,38% para el ganador, contra 43,02% para el perdedor, con 6,6% de votos en blanco.
Lo que sí conviene decir es la madurez política de los electores, que votaron aquello que les interesaba o sobre lo que tenían noticia cierta.
O sea: nada que ver con los votos a ciegas o los votos por amor o los votos por odio. Los electores de mi mesa votaron estratégicamente. Cortaron boleta privilegiando algunas categorías sobre otras. Mezclaron las listas de diputados de izquierda (FIT o Progresistas) con votos presidenciales al bloque hegemónico (Macri o Scioli), dejaron en blanco las oscurísimas categorías del Parlasur, hicieron historia.
Mientras tanto, los candidatos y sus alucinados partidarios (que son incluso capaces de ver belleza allí donde sólo hay cirugía estética y balbuceos subnormales) se entregan a la imaginación apocalíptica, enumerando la cantidad de males que sobrevendrán, gane uno u otro candidato, como si hoy estuviéramos en el peor de los mundos y no en Roma, mientras Nerón toca la lira. Yo les digo: gane quien gane vamos a tener que salir a la calle a pelearla todos los días, qué duda cabe. La vida va a ser un caos, pero a eso nos llevaron. La única diferencia va a ser si puteamos a los de siempre o a algunos cosos nuevos. Veremos lo que piensa mi mesa, la única referencia seria que me importa.