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Athanasius Kircher

En la columna de la semana pasada había comunicado mi decisión de abocarme a develar los misterios de la Tierra hueca. En ese recorrido mencioné el nombre del polímata Athanasius Kircher, advirtiéndole al lector que no lo confundiera con el difunto presidente (la mala lectura de su apellido no haría sentido y destruiría el destino del estilo). Pero, apenas mencionado el personaje, la tentación de desvío me acometió. ¿Debía dejar de lado a este modelo destacado de la manía literaria de agregar encanto al mundo confiriéndole atractivos secretos, ocultos y abismales? Así en lo grande como en lo pequeño, si el mundo está sujeto a una narración que lo comprende pero no lo abarca en todos sus infinitos posibles, también los sujetos son, en su ínfima dimensión, un mundo por derecho propio, ese del que se ocupa el arte sosegado de la biografía. Así que, a paso firme hasta volver a la Tierra hueca, empecemos con Athanasius Kircher.

Para este sacerdote jesuita, vida, intelecto y obra fueron una tríada santísima

Para este sacerdote jesuita, vida, intelecto y obra fueron una tríada santísima. En 1638, el ruido subterráneo del Estrecho de Mesina despertó su atención. En Trapani y Palermo descubrió fósiles de “elefantes antediluvianos” (mamuts). Las erupciones del Etna y del Stromboli y la del Vesubio de 1630 lo atrajeron tanto que, cuando este volcán se aquietó, descendió con una cuerda a su cráter. Todos estos trabajos dieron lugar a su obra El mundo subterráneo (1664-1665). Además del vulcanismo, investigó el magnetismo, la luz y los fenómenos a ellos asociados. Aportó la idea de iluminar los hogares empleando luciérnagas (toda titilación es poesía pura), investigó los problemas del ojo y de la óptica, aseveró que no hacía falta creer en Dios porque era absurdo –como afirmó, no sin resignación o desesperación, algún Padre de la Iglesia–, sino que había que perfeccionar las lentes hasta alcanzar sus dimensiones. De pasada, inventó la linterna mágica, objeto maravilloso que debe estimarse como la primera anticipación de la cinematografía, un arte que aumenta el tamaño de las personas que aparecen dentro de un plano y los sostiene la suficiente cantidad de tiempo para que los consideremos dioses. Si Él no existe, habría que inventarlo. Si no lo dijo, pareció pensarlo. Seguiremos.

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