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OPINION

Bullying político

El doctor Antonio Di Pietro, junto a Jorge Fontevecchia en el Segundo Congreso de Seguridad Jurídica en Iberoamérica.
El doctor Antonio Di Pietro, junto a Jorge Fontevecchia en el Segundo Congreso de Seguridad Jurídica en Iberoamérica. | Néstor Grassi

Se podría comprender una renuncia por agobio moral o bullying político de la ministra de Justicia, Marcela Losardo. Resulta casi imposible imaginar un final feliz para quien le toque ser el centro de la escena judicial formal recibiendo el fuego cruzado de dos aspiraciones de casi imposible consumación: que Cristina Kirchner vaya presa para algunos y que Cristina Kirchner salga absuelta en todas sus causas para otros. “Doble oxímoron” fue la figura con que esta misma columna un mes atrás describió ese nudo gordiano que no solo estrangula a quien se siente en el sillón de Marcela Losardo sino a la Argentina en su conjunto, comenzando por la economía.

En la columna de ayer, “Inversa exuberancia irracional”, se describe la contradicción entre los datos concretos de la economía y la valoración pesimista de los agentes económicos que localmente atribuyen a lo que denominan “efecto Losardo” como significante del corrimiento del centro de Alberto Fernández. Curiosamente en el centro es donde está la mayor cantidad de votantes.

La confirmación de la salida de Losardo coincidió con la anulación en Brasil del fallo que condenó a Lula a ocho años de prisión y le impidió ser candidato, lo que agregó argumentos a quienes en la Argentina sostienen que todas las causas judiciales que enfrenta Cristina Kirchner son fruto de lawfare.

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En Brasil hay especulaciones políticas que atribuyen a Bolsonaro haber abogado ante el Supremo Tribunal para conseguir el fallo que devolvió a Lula a la carrera electoral porque la tasa de rechazo de Lula es mayor que la suya. Bolsonaro ahora se arrepiente porque comienza a temer su propia derrota. Pero el fallo lo ayudó eliminándole un competidor electoral que sí tenía posibilidades de ganarle: el juez que condenó a Lula, Sérgio Moro, quien ahora quedó con su prestigio disminuido. 

Como siempre se explica en estas columnas, no se puede leer la política de Brasil con categorías argentinas. El Partido de los Trabajadores, PT, no es el peronismo; en las recientes elecciones municipales perdió en todos los principales distritos: Lula solo es más que el PT. Brasil es una sociedad más de centro y menos insumisa que la argentina: Lula mismo está a la derecha del PT y de allí su mayor popularidad. Por eso es probable que un eventual balotaje en 2022 pudiera tener al centrista gobernador de San Pablo, João Doria, antes que a Bolsonaro compitiendo con Lula si se presenta como candidato (otro fallo en contra de aquí a 2022 podría volver a impedirle ser candidato).

Pero volviendo a Losardo y la Justicia argentina, el espejo en que mirarse es el de Sérgio Moro y cómo nadie sale indemne de esas batallas. En 2014 Editorial Perfil promovió un encuentro académico sobre el caso Mani Pulite en Italia y sus posibles ejemplos para los juicios relacionados con corrupción en la política,  invitando a Argentina al famoso artífice de aquel proceso, el fiscal Antonio De Pietro. Por entonces, Sérgio Moro era un desconocido y el caso brasileño Lavajato no había producido condenas resonantes.

En 2017 se realizó en Buenos Aires el Segundo Congreso de Seguridad Jurídica en Iberoamérica, el primero había sido en España en la Universidad de Girona, y moderé un panel con Antonio Di Pietro y el ya entonces famoso Sérgio Moro. Recuerdo cómo el fiscal italiano le dijo al juez brasileño que se cuide porque iba a terminar siendo juzgado por quienes él juzgó. Di Pietro pasó de héroe nacional en Italia a años después ser perseguido políticamente e indirectamente responsabilizado por haber destruido a los partidos y creado el vacío que permitió a un personaje como Berlusconi llegar a la política. En 2017 nadie sabía quién era Bolsonaro, por entonces un oscuro diputado de un partido insignificante, ni tampoco Lula había recibido una condena confirmada. Las palabras de Di Pietro terminaron siendo proféticas: años después Moro se dedicó a la política cometiendo el error de aceptar ser ministro de Bolsonaro y hoy enfrenta la posibilidad de ser él mismo juzgado. El mismo recorrido de Di Prieto en Italia: de héroe nacional de Brasil a acusado de parcialidad.

Salvando las distancias, a quien se nombre para ocupar el sillón de Marcela Losardo como nuevo ministro de Justicia le tocará también enfrentar bullying político y si cumple su tarea cabalmente, soportar el enojo de ambas partes de la grieta. Resulta comprensible el agobio moral de Marcela Losardo y su deseo de pasar a una función más placentera como embajadora en la Unesco en París, al igual que el tiempo que le llevó a Alberto Fernández encontrar su reemplazante.

La salida de Losardo y la demora en la llegada de su sucesor fueron síntomas del doble oxímoron y su imposible solución. Por lo menos tres de cinco miembros de la Corte Suprema no están dispuestos a votar que no hubo delito allí donde haya pruebas apelando a declararlas nulas por alguna falla procesal (como sucedió con el caso Skanska denunciado por PERFIL en 2007 con grabaciones de los ejecutivos de la empresa confesando la coima).

El “efecto Losardo” en los  pronósticos económicos es en realidad el “efecto doble oxímoron”, el problema de siempre de la Argentina, el empate hegemónico entre dos fuerzas donde ninguna es lo suficientemente poderosa como para vencer a su oponente pero sí para impedir que la otra desarrolle su plan.

La renuncia de Losardo muestra la imposibilidad de quien ocupe el Ministerio de Justicia de cumplir al mismo tiempo con lo que le solicitan distintos integrantes de la coalición de gobierno y la opinión pública. 

En Brasil junto con el fallo que favoreció a Lula se conoció que el banco de inversión BTG Pactual, el mismo que operó la venta de Editorial Abril, propietaria de la revista Veja, de gran relevancia en la difusión del Lava Jato, ahora estaría operando la venta de Globo, el mayor conglomerado de televisión, radios y también medios gráficos de Brasil, que junto con Veja fue vanguardia en las acusaciones a Lula. 

Si Lula volviera a ser presidente el 1° de enero de 2023 podría no encontrarse con sus viejos adversarios Roberto Civita, de Veja, y los Marinho, de Globo. Cuando Lula fue detenido en 2018, en su discurso previo al ingreso a la prisión dijo: “Globo y Veja van a tener orgasmos múltiples con mi foto preso”. 

El banco de la venta de Veja y Globo, BTG Pactual, fue fundado en 1983 por Paulo Guedes, el ministro de Economía de Bolsonaro, y su filial Argentina encargó la encuesta que el día previo a las PASO de 2019 pronosticó el triunfo de Macri por dos puntos (perdió por 15) e hizo subir artificialmente los bonos.

El 26 se iban a reunir Bolsonaro con Alberto Fernández en Argentina, ahora será virtual. Si Plutarco fuera un escritor actual, en lugar de Vidas paralelas de Grecia y Roma, escribiría las de Brasil y Argentina.