Unos versos de Borges para darle un poco de lustre al “histórico” debate “de cara al ballottage”: “No veo los rasgos. Veo,/ bajo el farol amarillo,/ el choque de hombres o sombras/ y esa víbora, el cuchillo”. Es una idea más que aceptable la del cuchillo como una víbora de las que muerden, como podría serlo el lenguaje si tenemos un poco de veneno para dar. Se sabe que el duelo criollo, que sin cuchillo no es nada, tiene su comedia en la payada, y que en ambas actividades una persona debe derrotar a otra si no quiere que la derroten.
La descripción que hace Ezequiel Martínez Estrada del cuchillo en Radiografía de la pampa vale también para el lenguaje: “Va escondido porque no forma parte del atavío y sí del cuerpo mismo; participa del hombre más que de su indumentaria y hasta de su carácter más bien que de su posición social”. Aunque sus palabras no parecen tener la misma eficacia de traspolación cuando dice que “es raro el suicidio con él” porque no es nada raro el suicidio con él.
Por temor a ese suicidio, Scioli y Macri ajustaron todos los tornillos del rubro autocontrol. Los dos dijeron –y no dijeron– lo que les convenía, y cada uno conservó el registro con el que han venido doblando la última curva: Scioli, hablando “como” un candidato clásico que aspira a gobernar y a hablar la lengua de los gobiernos; Macri “como” el primer pastor argentino de la pospolítica. Pero todavía no se puede saber de ninguna manera si alguien ganó algo durante esos cruces insuficientes, montados sobre una dinámica de la interrupción y una agenda con contenidos flojos y ambiguos como los que aparecen en la misión, la visión y los valores de muchas ONG, un límite de no más de dos minutos (un round de boxeo dura tres) para extenderse en las propuestas o en la chicanas, y las interferencias de ese depredador del castellano llamado Marcelo Bonelli. Igualmente hubo algunos rincones para sembrar, y se cosechará en las urnas.
Como en otro “histórico” debate, el que llevaron a cabo “de cara a la pampa” Martín Fierro y el Moreno, las poesías de los payadores del Frente para la Victoria y Cambiemos se dividieron en asuntos materiales y metafísicos. Como Fierro, que en el libro de Hernández se ve obligado a hablar sobre cantidades y medidas, Scioli introdujo el cuchillo con la palabra “ajuste” en el cuerpo del adversario y allí revolvió. Como el Moreno, Macri se explayó sobre el canto del mar, la noche, el amor.
La ansiedad de los repentinos especialistas en discursos, silencios, caras y gestos, y la de los gerentes de noticias que metieron a patadas en las pantallas los conceptos de triunfo y de fracaso, fue verdaderamente cocainómana. Tienen que calmarse un poco porque uno de estos días les va a dar un bobazo. ¿Tanto les cuesta la espera de la decantación? ¿Es tan difícil dejar un poco en paz a los lectores, telespectadores y oyentes para que, como las vacas, rumien en sus siete estómagos las toneladas de basura más unos pocos contenidos que ofrece el mercado periodístico?
Además, puede ocurrir, como ocurre en el tango Duelo criollo de Rezzano y Bayardo que cantaba Gardel, que los dos duelistas mueran al mismo tiempo bajo la luz de un farol. En todo caso, desconocemos los efectos de los cruces entre Scioli y Macri en la Facultad de Derecho, pero salta a la vista que si alguien dice adivinar algunos es porque quiere evitar que se produzcan otros. El verdadero debate se dará en el cuarto oscuro, donde por primera vez tendremos dos opciones, y será de uno con uno mismo: ¿carne o pasta? ¿Ajuste hardcore o soft? ¿Bergoglio o Griesa?
De los actos civiles, el de votar es el más personal y, aunque no lo parezca, el más individualista junto con el acto de comprar. Es una experiencia extrema del “me parece” y, de algún modo no tan secreto, una confesión de quiénes somos, de quienes creemos que somos o de quiénes deseamos ser. En las urnas veremos quién ganó el duelo. Más difícil será saber por qué.
*Escritor.