El estrés político que vivió el país durante el ballottage cambia, pero no se reduce. Macri como presidente electo se enfrenta a grandes dilemas en una cuenta regresiva que ya comenzó.
Por supuesto que los peronismos vivirán meses de gran tensión y que su resolución será muy relevante para el país. Pero ahora hay que analizar a Cambiemos.
Han sabido mostrarse como un frente sin fisuras y han protagonizado el mayor triunfo del marketing político de la historia argentina. ¿Por qué? Porque una campaña que hace una década empezó como ideológica, fue construyendo un perfil más amplio. Absorbió propuestas y demandas de diferentes sectores de la sociedad, con orígenes radicales, peronistas y terminó aceptando logros kirchneristas (AUH, YPF, Aerolíneas). ¿Fue votado porque levantará el cepo al dólar o porque prometió mejorar los indicadores sociales sin ajuste?
O todos los economistas están locos, o ambos candidatos endulzaron mucho sus promesas. Mantendrían y ampliarían los beneficios, y reducirían impuestos. Se llegó a afirmar que la diferencia era shock o el gradualismo. ¿Ganó el schock? Nada es evidente, salvo la derrota del Frente para la Victoria.
El gran dilema de gobierno es: ¿pragmatismo o ideologismo?
Al interior de Cambiemos hay cuadros técnicos de la primera línea que consideran que deben garantizar gobernabilidad, construyendo consensos y escuchando demandas de la sociedad.
Pero esas demandas son contradictorias. Hay otros cuadros también de primera línea que tienen fuertes convicciones ideológicas, que pueden impulsar medidas liberales con consecuencias que no son claramente previsibles en el corto plazo.
El tiempo apremia porque el mismo 10 de diciembre deben decidir si realmente dejan el dólar librado al mercado. Eso será obviamente un schock con consecuencias gigantescas. En esa situación, parece inexorable que las mediciones de pobreza e indigencia realizadas por la Universidad Católica Argentina darían un salto impactante.
Al mismo tiempo, amplios sectores de la sociedad se preparan para una larga “luna de miel”. ¿Qué camino lleva a Macri a un idilio más extenso?
Se trata de un ejemplo, por cierto acuciante, de una disyuntiva mayor que afronta el presidente electo.
¿Va a llevar a cabo un gobierno liberal o va a traducir en medidas de gobierno el desplazamiento hacia el centro que le produjo un enorme éxito electoral? ¿Se trata de un experimento fulminante o construirá una hegemonía duradera?
¿Estamos ante Piñera o ante Merkel? Piñera sólo logró un mandato entre dos presidencias de Bachelet. En cambio, Merkel adoptó una gran parte de medidas socialdemócratas y tiene una continuidad indefinida.
Ya fuera de las campañas: ¿el desplazamiento al centro fue discursivo o se plasmará en las políticas? ¿Macri gobernará sin el parlamento o construirá acuerdos parlamentarios con Massa y sectores del PJ?
Hay un hecho simple, del cual ha hablado el propio Mauricio Macri. Existe una distancia entre su origen ideológico y ciertos imaginarios sociales bastante arraigados en la Argentina.
Cuando se le preguntó por qué había votado en contra de leyes que hoy defendía, su respuesta fue que “cambiar es crecer”. Es bastante obvio que sin ese cambio no hubiera ganado las elecciones.
Ahora le toca gobernar. Con un cinismo inigualable Menem afirmaba que si hubiera dicho lo que iba a hacer, no lo hubieran elegido. Si la mayoría de la sociedad hubiera creído que la postura de Macri se trataba de un disfraz, como afirmaba Scioli, obviamente no hubiera triunfado.
En otras circunstancias, Macri tendría tiempo para escoger ante esta disyuntiva entre su origen ideológico y su discurso de campaña. Pero en las circunstancias actuales, los primeros meses de su gobierno serán decisivos.
*Antropólogo.