COLUMNISTAS

Doctrinas fanáticas en extinción

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Las guerrillas surgieron en el contexto de la Guerra Fría. Cuba intervino militarmente en Namibia, Eritrea, Etiopía, fue sede (OLAS), proclamó la consigna de crear “uno, dos, tres Vietnam” y convertir a la cordillera de los Andes en “la Sierra Maestra” de la revolución, entrenó y financió a grupos armados que se enfrentaron a los gobiernos democráticos y a las dictaduras militares del continente, tratando de imponer la dictadura del proletariado. Es ridículo pensar que luchaban por la democracia, porque combatían a lo que llamaban “democracia burguesa”. Aparecieron en Argentina cuando gobernaba Arturo Illia, en los 70 combatieron al gobierno de Perón, y cuando atacaron al regimiento de Infantería en Formosa y al Regimiento de Caballería Blindada en Azul, cruzaron un límite: el General llamó a “aniquilar” y “exterminar uno a uno” a todos los guerrilleros, mientras los mandos militares empezaron a maquinar el golpe.

Cuando Isabel Martínez de Perón asumió la presidencia, la Triple A asesinó a militantes y simpatizantes de izquierda, es decir que hubo terrorismo de Estado por parte de un gobierno democrático. No quedó claro si hubo o no continuidad entre la Triple A y la represión militar, no se supo que el gobierno militar haya apresado a sus integrantes. Los valientes libros de Ceferino Reato permiten conocer detalles de lo sucedido, aunque en general está prohibido averiguar la verdad sobre ese período de nuestra historia.

El golpe de 1976 no constituyó una sorpresa para nadie. El gobierno de Isabel Martínez había perdido el control de la situación y las Fuerzas Armadas funcionaban de manera autónoma. El golpe de Videla tuvo el apoyo de muchos grupos de izquierda y del Partido Comunista, fiel a su tradición militarista: había apoyado en el pasado a la "revolución libertadora” y a los gobiernos de los militares Velasco Alvarado en Perú y Rodríguez Lara en Ecuador. Nunca simpaticé con ningún gobierno militar. Cuando se produjo el golpe, discutí duramente con amigos de izquierda que celebraban el fin del “fascismo peronista” y la llegada de un  gobierno de “militares patriotas”. Esas posturas eran habituales entre los militantes y la gente progresista, se las puede reconstruir revisando los periódicos de la época.

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Nada de lo que ocurrió puede juzgarse con las categorías actuales. Mucha gente idealista actuó de manera brutal, cegada por religiones cívicas que no tenían sentido aunque parecían tenerlo. Es espantoso que cualquier ser humano secuestre o asesine a cualquier otro ser humano, sean cuales fueren sus convicciones, preferencias o actividades. Los asesinatos son repudiables, si se hacen en nombre de Alá, de la Inquisición, del racismo, del comunismo o de la democracia. La violencia sólo produce violencia y deseo de venganza.

Los latinoamericanos participamos de la Guerra Fría, cegados por la fe en doctrinas fanáticas que felizmente están en extinción. Más allá del obvio y radical rechazo a los atropellos de la dictadura, deberíamos aprender del pasado y combatir al sectarismo, al maniqueísmo y al fanatismo que envenenan nuestras mentes. Nos hemos acostumbrado a la impostura. Cuando estamos en la oposición, pedimos que se respete la división de poderes y los derechos de las minorías, pero cuando somos afines a un gobierno, le pedimos que persiga a los opositores y queremos que el Presidente ordene a los jueces que condenen a quienes nos parecen malos.

Si alguien cercano a Macri dice que Scioli es buena persona, esto se convierte en noticia. La idea de que los que piensan distinto son el demonio es disparatada. El demonio no existe, sólo somos seres humanos con defectos y virtudes. Es hora de superar el grito destemplado y aprender que la discrepancia y la discusión democrática generan países prósperos, crecimiento científico y mejores condiciones de vida para los seres humanos. Sería bueno que dejemos de lado la violencia y el enfrentamiento salvaje. Ojalá éste sea uno de los pilares de la nueva etapa que empieza a vivir Argentina.

*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.