COLUMNISTAS
la política argentina y su drama

Dulzuras y amarguras

El nuevo triunfo libertario volvió a sacudir al sistema político. Entre la euforia del oficialismo y el sesgo opositor, el país sigue buscando su punto de equilibrio.

Javier y Karina Milei
Javier y Karina Milei | AFP

Como si ya no lo hubiera hecho en otras oportunidades, el electorado argentino volvió a dejar en shock a gran parte del sistema político argentino. Se ha vuelto un fenómeno recurrente en los últimos lustros. Al igual que hace un bienio, el gran beneficiario resultó ser Javier Milei. Para quienes lo rechazan su victoria resulta aún más sorprendente que en 2023, por sentir que su medicina es amarga. Se aferran a que cayó unos 15 puntos de lo obtenido en el balotaje presidencial.

Cuentas inversas hacen quienes respaldan el experimento libertario, que ponen en la mesa los más de 10 puntos que subió en relación a la primera vuelta. Y esta vez sin Milei como candidato y con la dispersión de la oferta legislativa. De nuevo casi todo el país quedó pintado de violeta. Ni hablar del impacto en la reversión de los números bonaerenses, el distrito más nutrido de votantes, en comparación con los comicios locales. Los separó apenas un mes y medio en el almanaque.

Las victorias suelen ser dulces y las derrotas, amargas. Sus explicaciones, al menos en política (como en la vida) suelen ser más complejas y multicausales. Una de ellas podría extrapolarse desde la Provincia de Buenos Aires: que el contundente éxito en las urnas del peronismo el 7-S despertara la reacción del rechazo al kirchnerismo. Una suerte de PASO que encendió las alarmas.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Se reactivó el voto “anti”, la campaña no conectó y el PJ quedará obligado a internas con 2027 en el horizonte

Para sorpresa de nadie, la dirigencia peronista demoró unos minutos a que se conociera el veredicto de las urnas para pasarse facturas que eran evidentes y se venían acumulando antes y durante la campaña. En eso siguen. Así les va.

En vez de hacer un examen de conciencia sobre, por ejemplo, la ausencia de renovación programática y de figuras, el deporte predilecto ante la derrota es poner el ojo en la paja ajena. Que el voto antiperonista revivió. Que el desdoblamiento de Kicillof. Que si el bailecito de Cristina. Que si Taiana era el indicado. Que si la BUP perjudicó. Que si los intendentes se borraron. Y un extenso etcétera, siempre exculpatorio.

Pareciera que ese manual de excusas es utilizado por el peronismo para escaparle no sólo a la autocrítica, sino a la lectura del mensaje de las urnas. En especial, el que implica respaldos a políticas centrales de Milei. Por caso, ¿debería seguir despreciando el valor que tiene para gran parte de la sociedad bajar la inflación a cualquier precio? ¿O el equilibrio de las cuentas del Estado? ¿O el apoyo de los mercados y EE.UU.?

A quienes circulan pasmados ante el ajuste estatal y, sobre todo, a los escándalos recientes (Libra, Discapacidad, Espert) sin castigo electoral, se les podría recordar los antecedentes de Carlos Menem y Néstor Kirchner. Tampoco es novedad. Menos novedoso aún sería que el mileísmo tomara este aval social (con récord histórico de ausentismo) como un cheque en blanco que convalida todo.

Para el Poder Judicial, el triunfo de Milei puede destrabar la designación de jueces y nombramientos en la Corte

Las primeras actitudes oficiales post domingo 26 expresan un entusiasmo contenido. Empezando por el propio Presidente, cauteloso hasta para resolver la cruenta interna que aún campea en lo alto del poder.

Hay una hoja de ruta hacia la aprobación del Presupuesto 2026 (el primero de la gestión libertaria) y la luz verde del Congreso a reformas estructurales, pedidas y/o avaladas desde Washington al Gobierno y a todo el arco político. Hacia allí apunta la cumbre con gobernadores de esta semana.

De todas maneras, Milei y su equipo deberían asumir los límites de las mieles que pueden arrojar los triunfos. Hay demasiados ejemplos, muchos de ellos recientes, de gestiones premiadas que velozmente fueron castigadas. Empalagarse tiene sus riesgos. Y puede resultar hasta peligroso.

LT