“No pensó en los hijos el día de mañana”, “Es una tóxica que no suelta”, “Facturar no da la felicidad, es una despechada”. Por estos días la letra de la canción de Shakira está dando para que, literalmente, todo el mundo se cuelgue y opine. Pero me parece muy importante poner un foco en el análisis desde la perspectiva de género, en lo que este caso muestra acerca de lo que se espera de roles de género, de la maternidad frente al de la paternidad. La sanción social, ya sea familiar o del entorno, no tiene la misma implicancia para el padre que para la madre. Cuando se trata del rol materno, el peso del dedo acusador y la presión social recaen en las mujeres a las que se censura cuando deciden rehacer su vida, delegan las tareas de cuidado porque tienen que trabajar afuera, o por actividades sociales que impliquen ocio y disfrute. En contraposición, por lo general, a los hombres no se les aplican las mismas reglas de sanción social.
Hay tres cuestiones que están en el debate público respecto de esta canción. Las redes sociales plantean: ¿quién piensa en los hijos?, es decir, la responsabilidad de Shakira como cuidadora y buena madre, de pensar en la salud mental, no fue un debate que se haya dado anteriormente durante la separación entre Shakira y Piqué, o de casos similares, cuando la separación fue noticia por la relación del futbolista con su asistente personal. En la esfera personal, cada uno podrá evaluar las decisiones al respecto, más allá que desde lo correcto sería ideal que las responsabilidades en este sentido sean compartidas. Lo que está de trasfondo, en algunas narrativas, es el miedo a ser la tóxica, la despechada, desplazando del foco los reclamos que tienen que ver con daños, perjuicios y derechos económicos, así como de cuidados compartidos de los hijos en común. Esto funciona también en las mujeres como un llamado a callar el reclamo, muchas veces, de derechos económicos, cuidados compartidos o daños y perjuicios, por el simple hecho de no actuar como una “despechada”. Aun en el reclamo judicial de cuotas alimentarias, este estereotipo circula en los juzgados.
La sanción social no tiene la misma implicancia para el padre que para la madre
Tengamos en cuenta que, de acuerdo a datos oficiales, en la provincia de Buenos Aires el 66,5% de los padres separados no cumple con la obligación alimentaria de mantener a sus hijos e hijas, y si lo hacen es solo eventualmente o a piacere. El resto lo hace de manera escasa. Y según un monitoreo del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la provincia de Buenos Aires, apenas uno de cada diez varones que no viven, acuestan y bañan o cenan con sus crianzas todas las noches los sostiene económicamente de manera real y efectiva.
Creo que es un saldo positivo que esta polémica agita la conversación pública sobre el trasfondo, porque en realidad lo que se debate es qué es una “buena mujer”, “buena madre”, y “cómo debe comportarse una buena mujer”. El impacto simbólico de cómo debe manejarse correctamente una mujer, si bien hablamos de una mujer pública y multimillonaria alejada de la realidad de las mujeres, es enorme y no es un cuestionamiento que se les haga a los varones cuando se separan, aun en detrimento de sus hijos.
Sanción social a las ex. Detrás de los cuestionamientos, las mujeres separadas o divorciadas quedan en desigualdad de condiciones por las sanciones públicas históricamente, sobre quienes más pesa la responsabilidad frente a los cuidados de los hijos, la culpa por no poder ocuparse al insertarse en el mercado laboral y las tareas diarias, que van desde la ayuda en temas domésticos, cuidados de temas de salud y educación (cuidados médicos, ayuda con las tareas del colegio, cumpleaños de compañeros, traslados, etc.), aseo personal cuando son niños pequeños, darles de comer y acostarlos. Incluso en el caso Homs-De Paul se ha cuestionado el reclamo de la cuota con el argumento de “que salga a trabajar”, invisibilizando el trabajo de cuidado y atención de dos niños pequeños a su cargo casi en exclusividad.
¿Responsabilidades compartidas? Los especialistas en derecho de familia reconocen que, en la Argentina, el porcentaje de padres morosos por falta de pago de la cuota alimentaria es muy alto. Una encuesta realizada en la provincia de Buenos Aires por el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad reveló que casi el 70% de los varones no cumple con la obligación de la cuota alimentaria, alertando que los hombres que se separan no colaboran ni con los temas de crianza y cuidados de los hijos, solamente uno de cada diez cena y acuesta a sus hijos todas las noches. Estos números dejan en evidencia la brecha de género y remarcan que existe un elevado número de hombres que, luego de la separación, no cumplen con las responsabilidades de cuidados y manutención alimentaria compartida. O, cuando la abonan, lo hacen de forma tardía. A raíz de esta problemática, desde hace un par de años, en varias provincias se crearon Registros de Deudores Alimentarios en Mora.
Estas manifestaciones públicas de alto impacto, más allá de la multiplicidad de análisis que puedan generar, permiten ver los hilos de un machismo que se va colando detrás de un cambio de paradigma que se viene atravesando con los espacios conquistados por las mujeres. Es en estas manifestaciones simbólicas que se pueden ver las operaciones de un machismo que persiste de forma solapada, colándose en los derechos económicos, mediante la exaltación del estereotipo de la tóxica, la despechada, la que no suelta, y en el hecho de castigar a las mujeres con hijos cuando hablan de derechos compartidos (al poner en evidencia la falta de cumplimiento por parte de los exesposos de las responsabilidades ante los hijos en común). En esta nueva moral, el machismo se apropia de las conquistas de las mujeres para camuflarse, de manera que se sigan perpetuando las desigualdades de género en nuevas formas.
*Directora ejecutiva de Bridge The Gap.