“Esto es un quilombo”, se sincera un importante funcionario, con algún desasosiego. A la breve, pero intensa experiencia libertaria de Javier Milei hay que reconocerle cierta originalidad política. Tal vez se vincule a su peculiaridad de origen, como un outsider del sistema que sin construcción partidaria alguna arribó a la Presidencia.
Lo curioso, o no tanto, es que esa singularidad que obligó a incendiar los manuales clásicos del análisis político se acentuó con el ritmo de la gestión. Por ejemplo, contra lo que indica la tradición o el sentido común, el mileísmo maltrató o desairó todo lo que pudo a sus principales aliados, imprescindibles para capear sus flaquezas legislativas y de gobernabilidad.
Por estos días, el Gobierno insiste en exhibir otra rareza mayúscula: la propagación desde sus propios funcionarios –en on u off– de una despiadada guerra interna por espacios de poder una vez que se atraviese el test electoral de medio término.
Las pujas gubernamentales son tan antiguas como las familiares. Lo curioso, en este caso, es que se dan a una semana de unos comicios claves para Milei, en medio de un controvertido salvataje político-financiero inédito de EE.UU. y tras una llamativa sucesión de graves daños autoinflingidos en el oficialismo. Es como pretender dar tranquilidad a los gritos.
Muchos en el Gobierno le adjudican un rol protagónico en este renovado desquicio a Santiago Caputo. El consultor externo con contrato de locación de servicios ha transitado ya por numerosos estadios como medida de su influencia.
De integrante del Triángulo de Hierro, junto a Milei y la hermanísima Karina, el asesorísimo se fue devaluando a medida que aumentaban sus roces con la Secretaria General de la Presidencia. El declive no estuvo exento de ásperos efectos en la jauría digital que decía manejar y en la filtración de escándalos vinculados a sus enemigos internos, como se ha relatado varias veces en este espacio.
Restringido últimamente a un rol de estratega de la campaña, Caputo ha decidido –según le endilgan en la Casa Rosada– una vasta ofensiva defensiva, en busca de un estrellato que luce opacado.
Así, ven la mano del asesor en múltiples intentos de reinstalar su figura en torno a las nuevas relaciones carnales con la Casa Blanca. Sin participar en la comitiva presidencial en Washington, Caputo se las arregló para viajar hacia la capital norteamericana en un vuelo privado. Logró que quedaran mal parados sus antagonistas y él resultara en una suerte de salvador, por gestiones extraoficiales. Lo cómico a veces puede lindar con lo patético.
Casualmente se filtró que un lobista estadounidense cercano a Caputo, Barry Bennet, estuvo la semana pasada en Buenos Aires para interiorizarse del escenario problemático para el Gobierno. Su desembarco incluyó una publicitada reunión con Cristian Ritondo, Rodrigo De Loredo y Miguel Pichetto y contactos con al menos tres gobernadores dialoguistas. La diplomacia paralela ataca de nuevo.
En el marco de esa embestida, el canciller Gerardo Werthein y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, fueron algunos de los blancos caputistas de los últimos días. Justo dos funcionarios que tienen buena sintonía con la hermanísima. Un canto a la obviedad.
Ni Mauricio Macri se salvó de las ínfulas del asesor, luego de que el expresidente reclamara “que después del 26 el Gobierno convoque al diálogo, con humildad y honestidad”. Bajo el liderazgo de Milei, le replicó Caputo.
Envalentonado, Santiago Caputo abre más internas
A Werthein lo culpó de la “gaffe” de Donald Trump el día de la cumbre con Milei, cuando pareció confundir su apoyo respecto a las elecciones del próximo domingo 26 o las presidenciales del 2027. Daniel Parisini, el alicaído influencer conocido como Gordo Dan, se encargó del escrache al canciller. ¿Parisini sigue yendo a ver a Caputo al primer piso de la Rosada? Parece que con menos frecuencia y sin que quede registro.
Sobre Werthein se posó otra lupa que levantó suspicacias. En las últimas horas se conoció un informe oficial sobre un costoso viaje de su vicecanciller, Fernando Brun, y una nutrida comitiva a la paradisíaca isla de San Cristóbal y Nieves, para participar de la Semana de la Agricultura del Caribe. Sí hay plata, para ciertas cosas. ¿Su difusión es otra travesura de la SIDE que controla Caputo, como con los Menem?
La andanada contra Werthein coincide con la de Francos. Casi de manera fortuita, algunos medios consignaron que en la reestructuración del Gobierno que sugiere EE.UU. para otorgarle mayor gobernabilidad a Milei y que pueda llevar a cabo sus reformas estructurales, el jefe de Gabinete no es bien visto para esa nueva etapa.
Como al pasar, se recordó algún incidente que tuvo Francos como representante argentino ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), durante la administración de Alberto Fernández. El archivo muestra fuertes cortocircuitos con el entonces presidente del BID, Mauricio Claver Carone, actual enviado especial de Trump para América Latina.
En una entrevista reciente, Francos había negado la chance de que el acuerdo con Washington desactivara la ayuda financiera china en formato de swap. Días antes, no tuvo empacho en criticar a aquellos que toman decisiones en el Gobierno sin ponerle la firma a nada. Caputo, teléfono.
“Estoy harto de estas pelotudeces, ya estoy grande”, dicen que se le escuchó decir al Jefe de Gabinete esta semana a uno de sus allegados. ¿Abre una puerta para su salida, con la que amagó en anteriores ocasiones, o para que el Presidente lo empodere aún más?
Esa misma lógica podría aplicarse a Caputo. Fuentes oficiales difieren sobre si con estas arremetidas busca una eyección “triunfal” de la gestión libertaria o volver a ostentar el poder del que supo presumir. Y ejercer. Los lobistas de EE.UU., entre los cuales está el lóbrego Leonardo Scatturice, ¿piden por el asesor para algo más que ayudar al Gobierno?
En un reportaje que brindó el jueves por la noche, Milei consideró que Caputo “absolutamente puede tener un cargo” en el Gabinete. Nadie sabe a ciencia cierta si ello puede significar un premio o un castigo.
De lo que no se duda dentro del Gobierno es que es insostenible este nivel de conflictividad interna para el tiempo poselectoral. Máxime si se cumplen las mesuradas expectativas oficiales en la obtención de bancas.
Como agitar cualquier desplazamiento de la hermanísima es desconocer el funcionamiento de los Milei, pareciera que la única variable de ajuste para pacificar pasa por el asesor Caputo. La persistencia de la disputa implica echar más nafta al fuego. Sería otra originalidad mileísta. Muy peligrosa, por cierto. Casi suicida.