Hay una película de Clint Eastwood, de 1990, que recuerdo cada vez que llega la hora de sentarme a escribir estas columnas. Lo vengo haciendo todos los domingos desde 2011, creo, y es la escena que no puedo evitar recordar cada vez que me dispongo a escribir estas columnas. El film se llama Cazador blanco, corazón negro, y está basado en el libro escrito por el guionista Peter Viertel donde relata sus recuerdos del viaje que hiciera al continente africano con John Huston en 1950 para encontrar las locaciones en las que se filmaría lo que fue La reina africana, protagonizada por Humphrey Bogart y Katharine Hepburn. La reina africana estaba basada a su vez en la novela de C.S. Forester, y Viertel era uno de los guionistas. Al parecer John Huston tuvo que recurrir a todo su arsenal oratorio para convencer a los productores de Hollywood de que el film debía filmarse en Africa y no en estudios, pero lo que más tarde se descubrió es que el director lo único que quería era cazar un elefante. De modo que el film de Eastwood cuenta eso: la llegada del equipo al Africa y la inmediata falta de interés que le despierta a John Huston la búsqueda de escenarios y locaciones para filmar su película, obsesionado como está por cazar un elefante. En determinado momento de Cazador blanco, corazón negro, Huston entra al hotel acompañado de Peter Viertel en el preciso momento en que a un botones hindú se le desmorona una pila enorme de valijas. Y todos ven cómo el conserje, comienza a darle patadas al botones tirado en el piso, al mismo tiempo que lo insulta y promete despedirlo. Huston insulta al conserje y lo invita a que salga para darle una paliza épica. El guionista trata de disuadirlo, y el propio conserje le recuerda que no le está permitido, en tanto que conserje, propinarle una paliza a un huésped. Huston alude a que hay testigos de que es él quién lo está desafiando e insiste en que salga de inmediato para recibir su merecido. La gente se agolpa afuera del hotel, los contrincantes se liberan de sus chaquetas y comienza la pelea. John Huston recibe una trompada tras otra que le propina el conserje, para quien la situación carece totalmente de interés. Es el mismo conserje quien le pide a John Huston, cada vez que éste cae al piso, que no se levante. Y lo mismo le pide Peter Viertel. Pero John Huston se levanta cada vez para seguir recibiendo trompadas. Hasta que en un momento se cae y no puede levantarse. Viertel lleva en andas a John Huston hasta la habitación del hotel, lo recuesta en la cama y va al baño a mojar una toalla con la que tratar de reparar el estado deplorable de su cara magullada. Y mientras coloca la toalla debajo del chorro de agua, escucha un suspiro de satisfacción que emite John Huston en la cama, boca arriba. El plano es exquisito: Jeff Fahey, con la puerta del baño abierta, mojando una toalla, y en primer plano el perfil magullado de Clint Eastwood. Y Viertel ve que John Huston no sólo suspira de satisfacción, sino que también sonríe. Tiene los ojos cerrados y parece feliz. Así que Viertel se acerca a él y le pregunta qué le pasa, a qué se debe eso. Y John Huston dice: “¿Sabés qué placentero va a ser ahora dormir sin sentir ese nudo en el estómago?.”
Bien, por eso escribo estas columnas.