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UN TIEMPO NUEVO

El tiempo debe detenerse (II)

Las opiniones políticas son cada vez más fanáticas, y se difunden masivamente supersticiones que carecen de lógica. Los algoritmos nos conectan con quienes tienen percepciones del mundo semejantes a las nuestras, haciéndonos creer que nuestros mitos son la única verdad. Al mismo tiempo que la ciencia avanza a una velocidad vertiginosa y el observatorio James Web nos permite pensar que nuestro universo es un evento que ocurre dentro del agujero negro de un universo más amplio, las teorías conspirativas logran que se forme una Asociación Mundial de Terraplanistas. La red difunde los avances de la ciencia, pero también teorías y supersticiones ridículas que tienen impacto en la población.

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| Pablo Temes

Viene de "El Tiempo debe detenerse"

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La mayoría de la gente vive en medio de una revolución tecnológica vertiginosa, que cambia su vida y sus sueños. En los próximos cinco años desaparecerá lo que se llamó la clase obrera, desaparecerán la mitad de los trabajos que existen, las relaciones de los seres humanos entre sí y las que mantienen con los objetos se transformarán definitivamente. Todos tenemos un celular en el bolsillo, que es un agente subversivo que diluye todos los días nuestras costumbres y nuestras creencias.

Pero la mayoría de los políticos está en otra realidad, discutiendo con fantasmas del siglo pasado. Algunos manejan mucho dinero del Estado diciendo que construyen una alternativa obrera o de los pobres, manteniendo empresas y organizaciones que viven del negocio de la pobreza. Otros luchan en contra del comunismo, una ideología que zozobró hace más de treinta años.

En medio de tanta superstición, es necesario entender la realidad para reformular la sociedad y la política de manera creativa, para afrontar un nuevo mundo que viene más allá de la voluntad de nadie. La democracia representativa que surgió con la primera revolución industrial ha perdido vigencia en la sociedad digital, estamos obligados a reformular no solo las teorías, sino también los paradigmas.

La mayoría de los políticos está en otra realidad, discutiendo con fantasmas del siglo pasado

La revolución está impulsada por avances tecnológicos cada vez más descomunales y acelerados, que destruyen el orden en el que fuimos criados. La máquina de escribir que nos acompañó en la universidad desapareció, pero también las primeras computadoras que conocimos, los casetes, los discos de música, la idea de que las cosas podían ser permanentes. La realidad es líquida. Compramos una computadora para desecharla en poco tiempo, no buscamos la máquina de escribir que nos acompañará toda la vida. Ocurre lo mismo con todos los demás objetos, con la pareja, con las creencias, con la militancia partidista, con los valores. Tenemos con ellos relaciones intensas y efímeras,  propias de la sociedad de las pantallas.

Los cambios tecnológicos no tienen vuelta atrás  y se aceleran de manera exponencial. La inteligencia artificial y el Machine Learning serán adoptadas este año por el 60% de las empresas del mundo, automatizarán procesos, las máquinas tomarán decisiones con menos errores que los humanos y se relacionarán directamente con los clientes. Según el Banco Mundial, el fenómeno llevará a un aumento del 40% de la productividad global.

La computación cuántica multiplicará en quintillones de veces la capacidad y la velocidad de los ordenadores para procesar datos. Esto mejorará exponencialmente las finanzas, la logística, la ciencia de los materiales, la inteligencia artificial y otros componentes de esta transformación. También acelerará  el cambio de los seres humanos, de las relaciones que mantienen entre sí y las que mantienen con los objetos. Está naciendo una nueva especie.

Llega la 6G, una nueva generación de conectividad inalámbrica. La velocidad de transferencia de datos alcanzará 1 terabyte por segundo, con latencias ultrabajas. Con esto se acelerará el progreso de las ciudades inteligentes, los vehículos autónomos, la ciencia y la tecnología. La 6G incrementará la innovación y la competitividad en todos los sectores.

La realidad aumentada y la virtual se ampliarán con la adopción masiva de los visores de AR y RV, que reinventarán la colaboración remota, el comercio electrónico, la educación y el entretenimiento. En 2024 se usarán 2.400 millones de estas herramientas en todo el mundo.

No importa tanto lo que dice el presidente, sino lo que comprenden los ciudadanos

La internet de las cosas conectará 14.700 millones de dispositivos para 2024, especialmente en las áreas de manufactura, retail y salud. Esa conectividad masiva permitirá la optimización de procesos, reducción de costos y creación de nuevos modelos de negocio y servicios personalizados.

El desarrollo de la robótica nos proporcionará robots industriales más versátiles y amigables que automatizarán los procesos en la manufactura, la logística y el retail. Para 2030 más de 4 millones de robots se habrán instalado en las fábricas, cambiando la forma en que producen y las cadenas de suministro. Habrá más robots que obreros trabajando en las plantas industriales del mundo y los trabajadores no tendrán nada que ver con el proletario pauperizado del que habló Marx. Tendrán un alto nivel de sofisticación, serán pocos, podrán tener ingresos superiores.

Existen ya vehículos sin conductor, que incrementarán la productividad, reducirán los accidentes de tránsito y ahorrarán combustible. Desde hace años se experimenta con ellos en Estados Unidos, China, y las grandes fábricas de automóviles del mundo preparan alternativas para salir al mercado en los próximos años.

Además de las criptomonedas, la tecnología blockchain cambiará los procesos financieros, las votaciones, la propiedad intelectual y muchas cosas más. En este año, se invertirán  5.940 millones de euros en desarrollar soluciones blockchain. Esta inversión masiva demuestra la creciente confianza en ese tipo de tecnología, que incrementa la eficiencia, la seguridad y la transparencia en múltiples industrias y también en la vida cotidiana de la gente común.

Para este año más del 95% de las empresas, a nivel global, usará servicios en la nube, lo que generará un gasto en tecnologías de la información de aproximadamente 1.170 millones de euros.

El mercado de ciberseguridad contará en 2024 con  la inversión de 310.500 millones de euros. La inteligencia artificial, el blockchain y la computación cuántica serán los pilares sobre los que se construirán nuevos sistemas para la protección de datos y sistemas.

La impresión 3D fue una fantasía planteada por Arthur Clarke en una novela de 1964,  que en la realidad avanza a pasos agigantados. Existe actualmente una gran oferta de materiales para la impresión y se desarrollan programas, con los que se puede imprimir carne, alimentos, órganos, prótesis de piernas, un modelo de corazón humano, y una cola que fue insertada en un caimán que la había perdido cuando era pequeño. En la George Washington University, durante la pandemia, se imprimieron cadáveres, exactamente iguales a los reales,  que ayudaron a estudiar la enfermedad. En la Universidad Northwestern de Chicago, una ratona con ovarios impresos en 3D dio a luz a crías sanas. En el campo de la medicina y la biología los descubrimientos tendrán limitaciones, porque en muchos casos chocan con la ética occidental.

Necesitamos reformular un caos que nos permita replantear la política

En China se ha desarrollado la impresión de edificios y casas que pueden hacerse en 24 horas. En Holanda, existe un barrio entero impreso en 3D. Este tipo de construcciones deja sin trabajo no solo a los obreros, sino también a los arquitectos, que son útiles cuando hay que crear. Para hacer casas en serie bastan los robots y las impresoras 3D.

El teléfono celular es nuestro vinculo con la realidad y con nosotros mismos, a esta altura de la vida constituye parte de nuestro cuerpo. Este año llegará al mercado su reemplazo o nueva presentación, un pequeño pin que será controlado mediante gestos, voz, o por  un interfaz cerebro-computadora, haciendo innecesaria la interacción táctil. Lo usaremos colgado de la ropa, como cualquier prenda de vestir. Con él, mandaremos mensajes solo con instrucciones de voz, contestaremos una llamada haciendo dos toques y, si queremos ver información, la proyectaremos  en la mano.  

Tendrá más funciones que el celular actual, y gracias al desarrollo de la inteligencia artificial realizará tareas más complejas y personalizadas, concebidas a medida para cada usuario.

Todo esto y otros elementos de los que no hemos hablado iniciaron, hace menos de veinte años, un cambio radical de la sociedad y de los seres humanos, que se potenció con el encierro global de la pandemia. Los políticos tradicionales quedaron fuera de sitio en la nueva sociedad, y por lo general las elecciones las han ganado “outsiders”. Quedó en desuso el político aburrido que escribe programas y trata de convencer con palabras. La gente favoreció a los “distintos”, sean Pedro Castillo, Bolsonaro, Boric, Trump o Milei.

La opinión pública se había formado tradicionalmente con la red de conversaciones que se producían en una sociedad en un momento determinado. Actualmente tiene poco que ver con las palabras, se construye a través de un intercambio masivo de informaciones, memes, sensaciones, sentimientos, supersticiones, que se realiza entre desconocidos.

Las elites perdieron fuerza. Sus opiniones se disuelven en el mar de elementos visuales y auditivos que intercambian todos los días miles de millones de personas, que no reconocen jerarquías.  

El tiempo debe detenerse

Se perdió la distancia entre el emisor y el receptor del mensaje. No es tan importante lo que dice el candidato o el presidente, sino lo que comprenden los ciudadanos comunes, cómo lo reformulan y viralizan. Todos quieren participar, pero no son obedientes, lo hacen imponiendo su agenda y sus temas.

Las opiniones políticas son cada vez más fanáticas, y se difunden masivamente supersticiones que carecen de lógica. Los algoritmos nos conectan con quienes tienen percepciones del mundo semejantes a las nuestras, haciéndonos creer que nuestros mitos son la  única verdad.

Al mismo tiempo que la ciencia avanza a una velocidad vertiginosa y el observatorio James Web nos permite pensar que nuestro universo es un evento que ocurre dentro del agujero negro de un universo más amplio, las teorías conspirativas logran que se forme una Asociación Mundial de Terraplanistas. La red difunde los avances de la ciencia, pero también teorías y supersticiones ridículas que tienen impacto en la población.

Todos tenemos en el bolsillo un artefacto que es computadora, máquina de fotos y filmadora. Cualquiera puede poner, de manera gratuita, un canal de televisión en su casa, convertirse en youtuber y cobrar influencia y dinero. Como señalamos en uno de nuestros últimos libros, La nueva sociedad, nos precipitamos en un caos que necesitamos entender para reformular un paradigma racional que nos permita replantear la política y los valores.

 

* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.