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El voto es cosa de inconscientes

La veda es muy importante para que baje la espuma antes de decidir a la hora de ir hacia la urna.

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Taciturna. | Pablo Temes

Existe veda para dejar de recibir estímulos de los candidatos y candidatas, y dejar el espacio mental para pensar. La enorme mayoría de los que están leyendo esta columna seguramente creerán que otra enorme mayoría no piensa el voto. Claro, hay un error de análisis al considerar que pensar es solo un acto consciente, lógico, racional, como si el inconsciente no existiese. Todos pensamos todo el tiempo, queramos o no, porque no es un acto voluntario. Si no, manejaríamos nuestro estado de ánimo a gusto, y a esta altura cualquiera ha sufrido una crisis existencial, un duelo, una depresión, etc. No es volitivo. Por suerte, existe ya una importante biblioteca de las neurociencias que nos alumbran un poco más sobre qué sucede dentro del cerebro.

Esto es muy importante para descifrar el proceso de toma de decisiones en todos los aspectos de la vida. En este caso, obviamente, nos interesa el voto. La frase “la gente vota cualquier cosa” es como decir tiró la moneda al aire como en un juego de azar. Cada vez que no se puede explicar algo fehacientemente, se tiende a imaginar que los comportamientos son aleatorios. Lo que realmente ocurre es que carecemos de los instrumentos y los marcos analíticos adecuados para poder predecir una conducta. Entonces, la tentación más simple es creer que es fruto del azar, o de factores superfluos (la sonrisa, la facha, es simpático, etc.).

Cuando alguien llega a la urna, le pasaron por la cabeza –consciente o inconscientemente– millones de cosas, que interactúan con el background previo de cada uno (historia personal, pertenencia social, educación recibida, lugar del mundo donde vive, experiencias positivas y negativas, etc.). Es decir, no es una caja vacía en la cual solo vale el último estímulo recibido, sino que se computa todo el cúmulo recibido a lo largo del tiempo. En el caso de la política, la mayor parte de los mensajes que se le dirigen a un votante nunca llegan a destino. Por eso se debe ser perseverante, creativo, llano y ultrafocalizado, porque no solo los equipos de campaña compiten contra otras alternativas políticas, sino con cientos de empresas que están demandando la atención ciudadana. En estos días, nos sacamos el sombrero por el spot “de campaña” de una reconocida e histórica marca de productos comestibles. Personalmente, no la vi en ningún medio masivo: me la mandaron muchos amigos por WhatsApp.

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¡Apa, tía!

Dicho esto, entonces deben recordarse varias reglas para interpretar si un mensaje o un suceso impacta en algún segmento de la opinión pública:

Se tiene que enterar mucha gente: verdad de Perogrullo, pero que se olvida mucho más de lo imaginado.

Debe ser relevante para el receptor.

Debe convertirse en conversación ciudadana: ¿se comentó con amigos, vecinos, familiares, en el trabajo, etcétera?

Debe persistir más de un par de días en los medios.

Debe ser relevante para decidir el voto (que no es lo mismo que el punto 2, ya que alguien puede considerar que la inseguridad es fundamental, pero al mismo tiempo creer que los políticos no harán nada para solucionarla).

No debe ser desplazado de la atención por otro mensaje o suceso (la memoria de las sociedades contemporáneas es increíblemente corta, y la atención a un video ocasional es difícil que llegue a los dos segundos… ¿cuántas veces al día agarran el celular y al instante se olvidan para qué era?).

Estas seis sencillas reglas (y habría otras más para escribir un libro) hacen que los consultores relativicemos mucho cada evento que pasa por las pantallas (de cualquier tipo) y seamos bastante escépticos sobre los efectos electorales. Porque efectos hay de todo tipo y color, a saber:

De corto plazo o duradero: dada la enorme cantidad de estímulos que recibimos, la mayor parte son del primer tipo.

Superficial o profundo: ¿cuánto efecto tuvo lo que dijo Macri el lunes pasado, teniendo en cuenta lo que sucedió con Morena?

Positivo, neutral o negativo.

Por eso, frente a la requisitoria de si impactará o no la muerte de Morena, el asesinato del cirujano o la muerte del fotoperiodista, la respuesta más seria es “depende”. ¿Cuánto influye en una campaña un hecho grave de último momento? Si es un suceso indignante, pero sobre un tema lamentablemente remanido, el efecto queda amortiguado. Por otro lado, si dicho issue es importante, pero el electorado no ve diferencias sustanciales entre las distintas opciones políticas, pierde impacto electoral. Salvo que el acontecimiento sea algo de la magnitud de un atentado terrorista –como las Torres Gemelas o Atocha– la opinión pública no cambia a tanta velocidad como para invertir una tendencia en 48 horas.

Por un puñado de dólares

Hace 21 meses fue asesinado el kiosquero Roberto Sabo en Ramos Mejía, también en la víspera de una elección: la general de 2021. En ese momento el oficialismo –nacional y provincial– achicó la diferencia de cuatro puntos en las PASO a solo uno en la definitiva. Un hecho de inseguridad conmovedor no le hace ningún favor a UxP, pero tampoco es muy probable que pierda más votos de los que ya viene resignando en casi cuatro años de gestión. Cuando una fuerza se queda solo con su núcleo duro, un mayor desgranamiento es marginal. Tampoco importa tanto que el dólar haya trepado a más de $ 600 en pocos días. Ni siquiera las buenas noticias que alienten el consumo popular. Todo se lee como parte de la campaña, ya sea oportunismo o manotazo de ahogado.

Por último: ¿cómo leen los votantes que los titulares de los medios se hayan llenado de noticias violentas?, ¿con indignación frente a los hechos?, ¿o como rechazo a cierto “terrorismo psicológico”?

Por consiguiente –como le gustaba decir a Felipe González–, la veda es muy útil para que baje la espuma, se tamice lo recibido, se asiente lo remanente y quede la cabeza más fresca para ver si se agarra una boleta o ninguna el domingo frente a la urna.

¡Ah! Pero si usted es de los que piensan que la mayoría son unos irresponsables que no meditan, no se preocupe: el inconsciente de cada uno de nosotros lo hace, queramos o no.   

*Consultor político.