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confianza en un programa

Fin del cepo y pesificación voluntaria

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La discusión en torno al levantamiento de las actuales restricciones a las transacciones en el mercado de cambios giró, en estos días, alrededor de la falta de reservas líquidas en el Banco Central, y al eventual precio que alcanzaría el dólar, ante la reposición de un verdadero mercado único y libre de cambios.
Sin embargo, esa forma de encarar el tema esconde la verdadera razón por la cual hay que levantar el cepo, y las verdaderas dificultades que ese levantamiento implica.
En efecto, debemos recordar que el cepo no fue sólo una manera de administrar las reservas del Banco Central para que “duraran” sin tener que reconocer, en el precio del dólar oficial, el cambio adverso en los precios de las commodities y la suba del dólar en el mundo. Como sí hicieron todos nuestros vecinos que devaluaron sus monedas al ritmo de la caída de sus precios de exportación e hicieron el “ajuste” para que el aumento del dólar no se trasladara a sus precios internos.
El cepo fue, además, el instrumento para emitir pesos irresponsablemente, financiando la campaña electoral por la reelección en 2013 y luego por la “continuidad”.

Sin el cepo, toda esa emisión descontrolada de pesos para financiar los subsidios a los precios de la energía y el transporte, el aumento del empleo público y de todo el aparato oficial de despilfarro y corrupción hubiera presionado sobre el mercado de cambios, agotando las reservas mucho antes, y haciendo explotar el precio del dólar y la tasa de inflación.
El cepo fue una pesificación forzada. Forzada con la AFIP, las DJAI, la policía en las cuevas, la prohibición a las empresas de transferir dividendos. La obligación de compañías de seguros, fondos comunes de inversión y bancos de vender sus activos dolarizados, etc. El cepo no sólo fue “una jaula para que los canarios no se vuelen” (como diría el amigo Longobardi). Sino que, además, fue una jaula para que “los gatos no se coman a los canarios”.
En síntesis, el cepo fue la manera de hacer durar el populismo, emitiendo pesos, sin generar un fin de fiesta hiperinflacionario. Por supuesto que si la policía fuera eficiente para manejar la economía, el Muro de Berlín no hubiera caído. Las reservas se fueron perdiendo porque había que ofrecer lo mínimo necesario para que la actividad económica no se paralizara totalmente, y porque había que satisfacer parcialmente la demanda de dólares para ahorro, para que el precio en el mercado del dólar relativamente libre no explotara.

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Igual, la economía se estancó, porque quien no pudo acceder a todos los dólares que quería con los pesos sobrantes demandó o acumuló bienes dolarizados. Desde soja en las silobolsas hasta autos en los concesionarios. Desde artículos para el hogar en cuotas hasta turismo.
De manera que levantar el cepo implica “retirar a la policía” y lograr una pesificación “voluntaria” a un precio razonable del dólar, que reconozca la nueva realidad global, y la devaluación irresponsable del peso de estos años.
Sólo una pesificación voluntaria pone en marcha nuevamente la economía, haciendo que los que están sentados sobre bienes dolarizados estén dispuestos a venderlos. Que quienes tienen la capacidad de producir bienes dolarizados tengan la rentabilidad para producirlos. Y que quienes tienen dólares fuera del sistema económico estén dispuestos a transformarlos en pesos dentro del sistema económico. Sólo una pesificación voluntaria recupera el empleo privado y el crecimiento.

Por supuesto, una pesificación voluntaria no surgirá exclusivamente de la “confianza” (aunque sea condición necesaria). Surgirá de un programa integral que ponga en reversa el desmanejo populista.
Ese programa, obviamente, incluye reducir el déficit fiscal y reducir su financiamiento monetario. Incluye modificar precios relativos a favor de los productores de dólares y de los proveedores de energía. Aquí la modificación racional y focalizada de los subsidios económicos mata dos pájaros de un tiro, porque da la señal correcta de precios a la oferta y a la demanda y, simultáneamente, baja gasto público.
Incluye un programa de reinserción internacional, incentivos a la repatriación de capitales y endeudamiento responsable.
La clave, entonces, es que cuando se retire la policía del mercado de pesos haya un programa creíble que genere crecimiento.
 Sí se puede. Es aquí, es ahora.