Detrás de las máscaras de guerra de la campaña hacia el ballottage de hoy no se escudan corderos pero sí candidatos y equipos que piensan la economía en iguales términos. Y afortunadamente, a diferencia de otras ocasiones, las elecciones presidenciales implican menos opciones que en el pasado. La tensión apocalíptica de la competencia electoral pudo hacer parecer otra cosa, pero no.
Con el fin del menemismo, elegimos entre la devaluación, que encarnaba el peronismo, y la continuidad del tipo de cambio convertible, encarnado en la Alianza de De la Rúa. Por eso, fue extraño que el FpV haya dispuesto una batalla contra la devaluación, a la cual identificó con Mauricio Macri. Scioli terminó siendo más como la Alianza modelo 99 que la Alianza Cambiemos de 2015. En la de 2003 definimos seguir con la pesificación de la economía versus los proyectos dolarizadores para continuar a la convertibilidad. Ahora, por primera vez en veinte años, no se define un régimen monetario ni un modelo diferente.
Ambos candidatos, durante los últimos dos años, coinciden en la agenda: la necesidad de reactivar la actividad con la generación de condiciones económicas para la inversión de las divisas en manos de los argentinos (blanqueo de capitales); una devaluación del peso para hacer más competitivas las exportaciones y las economías regionales; eliminación de impuestos distorsivos en el campo; renegociación de la deuda con los holdouts; normalización del Indec; nuevas relaciones internacionales para lograr financiamiento y restablecer mercados comerciales caídos; sostener un alto nivel de producción y consumo interno (driver para las inversiones externas en puerta); frenar la dinámica inflacionaria instalada como normalidad; remoción de la estructura impositiva para hacerla más equitativa y promotora de inversiones; modificación de los precios relativos de la economía; infraestructura de servicios públicos; y ataque consistente, sin demagogia, a la distorsionada estructura de subsidios.
Las diferencias sí radican en la mirada de quiénes y de qué forma se pagarán los costos de las correcciones necesarias. Se trata de un factor fundamental a la hora de elegir, según el gusto, pero que también debe ser contrastada con el diagnóstico de la gravedad de la situación. Como mérito para la gestión kirchnerista, el país concurre a un recambio presidencial sin estallidos por detrás. El problema es que hay serios indicios de que están por delante.
Por una vez, no hay diferencias en las recetas económicas básicas de las dos opciones, como quiso, falsamente, ponerse de relieve para acentuar el contraste entre dos personas de la misma extracción ideológica liberal como Mauricio Macri y Daniel Scioli. Hay una certeza: los dos pedirán sacrificios, pero ahora no tenemos la soja ni Brasil para defendernos.
Estamos solos, como en el cuarto oscuro. Con todo por hacer. Desentrañando quién será el mejor gerente del porvenir