Desde pasado mañana, se van a exponer dos feroces internas entre ganadores y perdedores. Ni tiempo para el luto o el festejo: es lo único en que parecen coincidir las dos fórmulas que dirimen el Gobierno de los próximos cuatro años. Y sin importar, en apariencia, un cuadro económico que semeja al Apocalipsis. Siempre es otra la vida de los políticos.
Si pierde Macri, como abunda la mayoría de las encuestas, ya decidió evitar –persuadido por Marcos Peña y los populosos actos que convocó tardíamente– un retiro de la política y, mucho menos, refugiarse en el exterior como más de uno había rumoreado, señalando a España como futuro destino (inclusive, su mujer tiene una hija adolescente de su anterior matrimonio cuyo padre no querría verla lejos). Por el contrario, el ingeniero piensa conservar la cabeza en el frente opositor y, en lo personal, entiende que su presencia física en el país le permitirá enfrentar con más eficacia las porfías judiciales que lo acechan (recordar que carece de fueros y, en todo caso, deberá esperar dos años como hoy usufructúa Cristina).
Pagos chicos. Nadie arriesga un pronóstico político sobre Elisa Carrió, hoy una célula dormida. Tampoco sobre los radicales como socios de la coalición, aunque el mendocino Cornejo se imagina candidato venidero ante la frustración macrista. También se anota Lousteau, pero de última se rebajaría a la intendencia porteña: siempre se acomoda. Se supone difícil ese cambio protagónico de los partidos, ya que además del hoy Presidente, florecen las expectativas de Rodríguez Larreta como alcazaba distrital del PRO, un frasco para cien caramelos que debe albergar a mil de otras reparticiones en la nueva etapa. Un drama: más gasto justo cuando los Fernández le van a quitar, por decreto, todas las ventajas que la Capital obtuvo con Macri. Palabra vengativa de Alberto, un congénere de la Ciudad que nunca lo aceptó y, encima, le otorgó valor presidencial al breve fenómeno político del ingeniero.
Nadie arriesga un pronóstico político sobre Elisa Carrió, hoy una célula dormida
Al alcalde Rodríguez Larreta, un florentino de las artes en relación al calabrés, le llega la hora porque no tendrá reelección en cuatro años y, en su odisea, suma otra postulante de su nómina, la rebelde Vidal, quien hace 72 horas pegó un grito de dolor por haberse sacrificado inútilmente por su jefe y ahora piensa en reanudar una lucha más solitaria desde una oficina instalada en Vicente López (siempre en zona norte, nunca en el sur). Además, para la interna ya en desarrollo, queda un recién venido: Pichetto, manifiesta síntesis de la coalición, el que mejor ha expresado el pensamiento oficialista ante muchedumbres que el peronismo nunca le brindó. Todos van por ese cotizado 30 a 35% que Macri inmortalizó en la audiencia, pero que nadie sabe si podrá conservar como propietario.
Ruidos. Más urgente, en cambio, es la interna del probable gobierno de los Fernández, menos amigable el dúo de lo que se exhibe en el escenario. Al “decile que baje el copete” hay que añadir otro consejo y advertencia recientes, siempre en la misma voz femenina: “Se cree que se va a quedar con todo antes de tiempo”. No en vano, Alberto se apresuró a sostener que: “Somos lo mismo con Cristina”, una frase que haría las delicias argumentales de cualquier psicólogo. Agregar otro dato: la cristinizacion o radicalización del discurso del candidato en los últimos veinte días, menos moderado que en el inicio de su propaganda. Se revelan diferencias obvias, como las que confiesa un sindicalista obeso que nadie imagina mecánico: “Yo respondo al Instituto Patria, con los otros no tengo nada que ver”.
Alberto tiende alfombras a Massa, como si el tigrense fuera parte del binomio y tuviera un porcentaje de la sociedad
Para acoplarse mejor, Alberto tiende alfombras a Massa, como si el tigrense fuera parte del binomio y tuviera un porcentaje de la sociedad. Para Alberto, es una forma de no estar solo –como sus habituales citas a favor de los gobernadores– hasta que un escribano le entregue la lapicera. Con Massa se permitió sacarse una foto en el jardín de una clínica mientras visitaba socialmente a su internada esposa Ma-lena, fuera de cualquier tipo de riesgo. Casi una gentileza presidencial con el primer diputado de su fuerza.
La sociedad de ambos, sin embargo, siempre se ha observado con microscopio, ya que son pocos los que realmente creen que Cristina los ha perdonado por pecados y expresiones cometidos en su contra. Esa sospecha se resuelve con la precisión semántica de un colaborador de la doctora, quien dijo: “Es cierto, los ha perdonado. Los ha perdonado políticamente¨. A prepararse entonces.
Esta fotografia de un poder bifronte habrá de eternizarse durante el ciclo que administren los Fernández, cargada de picardías, chismes y brutalidades, sea para constituir un gabinete, administrar la provincia de Buenos Aires –el futuro reducto de Cristina, con su candidato indeterminado. Está descontada esa litigiosa bicefalía que no estuvo en situaciones tan críticas como las actuales. Ya que el peronismo lidió con graves traumas económicos en 1989 y en el 2001, pero ambos fueron conducidos por Menem en un caso, por Duhalde en el otro, sin particiones. Tardaron en salir de la crisis, pero hubo siempre una sola voz. Ahora no solo viene un doble comando –y en la definición se evita incluir a Massa–, también una visión doble que desnaturaliza y confunde el objetivo. El peligroso desafío empieza mañana a la noche, turismo aventura.