COLUMNISTAS
BUENOS Y MALOS

La IDEA de la incertidumbre

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Repetición. Cada año, el coloquio coloca a los empresarios como víctimas y a los invitados como victimarios. | cedoc

A través del concepto de incertidumbre, es decir de la carencia de certezas, se suele criticar el sistema político. Bajo estas condiciones se tiende a constituir un mundo en el que unos serían ordenados y víctimas, y otros caóticos y estimuladores de inconvenientes ajenos, para poder de este modo dar forma a la sistemática repetición de la guía temática del coloquio de IDEA, en el que quienes lo organizan protagonizarían el rol de víctimas y los invitados, que por las condiciones propias del universo de bienvenida que estos mismos le ofrecerían culminan prefiriendo no acercarse demasiado al evento, de victimarios mordaces. Así, de un problema operativo basado en la incertidumbre, se pasa rápidamente a una descripción de tipo moral en la que se organiza el mundo que se describe entre “buenos” y “malos”. Desde ahí, avanzar es casi impracticable.

Es posible otorgarle a la incertidumbre una función productiva. El mercado en el que operan todas las empresas que participan en el coloquio de IDEA se basa en procesos de competencia, y es este mismo mercado, en esencia, un escenario de victorias y destinos generalmente inciertos. Quien posee una posición de liderazgo en una categoría debe orientar su lucha por mantenerla sin asegurarse ningún resultado posible, quien lanza un nuevo producto para la consideración de los consumidores busca lograr atención masiva y quien posee un contrato para la provisión de servicios públicos debe asegurarse de que sus vínculos con los reguladores continúen en una correcta relación para no perder esta situación en un tiempo próximo. Observada de este modo, la incertidumbre es también una condición estable que acompaña los procesos sociales, estos y otros, que deben enfrentarse con la incertidumbre de la dimensión del tiempo futuro. No se trata, entonces, solo de un déficit operativo del sistema político.

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Las organizaciones empresarias deben tratar, a su vez, con procesos de incertidumbre interna. Quienes asisten a este tipo de eventos pueden tener una legítima duda de si estarán o no en condiciones de estar presentes en el mismo evento el próximo año, ya que podrían ser enviados a otro país, ser despedidos o víctimas de recorte presupuestario para que solo concurra su jefe o jefa, o algún rival interno de la misma compañía. Al mismo tiempo, en la preparación de su viaje podrían ofrecerse preguntas internas sobre si tendrán con quién hablar, si podrán aprovechar el viaje y, en caso de ir sin un reporte directo, imaginar de qué manera justificar los beneficios de esta inversión cuando este o esta les consulte por lo que han hecho en esos días. La incertidumbre, justamente, fuerza nuestros propios procesos de construcción.

Las grandes empresas se ofrecen al mismo tiempo como sitios en los que sus protagonistas basarían sus acciones diarias en la consecución de objetivos basados en planes. Incluso sus mismos directivos, o aquellos que podrían serlo en el futuro, podrían tomar cursos de administración para estar capacitados de la mejor manera para orientar el rumbo estratégico de cada una de esas organizaciones y ser de este modo aniquiladores de la incertidumbre. Sin embargo, como señala Luhmann, las empresas no están orientadas hacia la consecución de objetivos, sino hacia la resolución de problemas recurrentes, la mayoría producto de la obligación del compromiso asumido cuando esos planes fueron trazados por pedido de algún jefe regional o global, y que la problemática diaria y la complejidad del mundo que los rodea suele obligar a modificar. La mayoría de los asistentes al coloquio deben estar preparando procesos de justificación a sus casas matrices sobre objetivos de presupuestos, logros o cambios de rumbo que ya deberán ser alterados, porque ellos también aprenden que sus planes son solo una intención en circunstancia de desconocimiento.

Los reclamos al sistema político tienden a borrar el esfuerzo por comprender las condiciones internas de incertidumbre que allí también se encuentran, pero olvidando las propias. A diferencia del mercado, que ofrece evidencias casi de manera inmediata, ya que se pueden evaluar las ventas de un modo especialmente cercano, el sistema político debe lidiar con un esquema de tiempo inserto en un derrotero de mayor desplazamiento de la incertidumbre. Todo se puede suponer, pero nada se confirma hasta el día específico y efectivo de las elecciones, y eso no ocurre antes de cada dos años. El tiempo que separa una elección de la otra es cubierto con dudas, supuestos, miedos y aventuras de decisiones que se deben nivelar con diferentes señales de reacción de la población, pero que no tienen su verdad final hasta el conteo mismo de los votos en un día determinado. La política fija en el tiempo un único día de la realidad para desde allí, hasta ese mismo próximo día, volver a cubrirlo de imaginación mientras transita su propia incertidumbre. Sus tiempos y los del mercado se basan en esquemas precisamente diversos.

El resultado es un encuadre de incertidumbre duplicado, que existe tanto dentro de cada uno de estos sistemas, ya que por un lado nadie puede garantizar ni la continuidad de la compra ni la continuidad de los votos, así como por otro en una relación de irritación posible entre ambos sistemas, dado que sus procesamientos son estructuralmente diversos y nada pueden controlar, por más que lo intenten, de lo que suceda en las operaciones de los mecanismos de los otros. Solo se dispondrán a sufrir o adaptarse a lo que en suerte les toque como casualidad de lo que ocurra en otro espacio y obligue a reaccionar.

La dinámica de la simultaneidad y la diversidad en el tratamiento de los tiempos puede ser observada en otros ámbitos sociales con solo prestar algo de atención. Un proceso judicial implica procedimientos administrativos con tiempos propios producto de su misma organización y con los cuales puede también tratar, dependiendo de si el sistema del derecho lo considera como propio en algún caso, la política o la economía. Es posible que una decisión de gobierno sea considerada como no ajustada a derecho (algo que ya se ha activado con respecto a la posibilidad de la dolarización) y hacer actuar a la Justicia; o una acción de mercado observarse como ilegal ya que atenta contra la competencia. Para estos casos, los tiempos serán los que la Justicia considere, y la resolución, es decir la determinación de legal/ilegal, será incierta hasta que sea resuelta.

El consumo y el problema de la incertidumbre

En las relaciones amorosas se solicita que una de las partes confirme el amor que siente por la otra; en las noticias, que la información de último momento sea ratificada o ampliada con destinos desesperados de nuevos derroteros y las pruebas de nuevas drogas que sean exitosas sobre la base de hipótesis previas. Expuesto a todo, se observa que la incertidumbre es un motor intenso que da casi justificación a la necesidad de operaciones siempre nuevas y actualizadas en la sociedad moderna.

No son malos los inciertos, ni buenos los que siguen bajo condiciones conocidas. Son solo todos los procesos que suceden, que siempre son más fáciles observar en las dudas ajenas que en los mares de incertidumbres propias, a pesar de que a todos les pase, para poder seguir viviendo.

*Sociólogo.