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El ruido Milei

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Conflicto. Es un requerimiento básico del sistema político. | cedoc

Las distinciones son una estrategia necesaria en los procesos sociales, porque en realidad no hay otra opción para evitar ser puro ruido. Esto no queda del todo claro en los casos en que se hace un llamado a la unidad armónica del mundo o a la paz mundial sobre la obtención de logros en función de objetivos comunes, ya que se asume que las diferencias tienden a ser la forma básica sobre la que se constituye el conflicto, y actúan de este modo como la esencia del problema. Así, las distinciones, las diferencias, son tratadas como anomalías que deben ser anuladas. Sin embargo, ningún proceso social podría avanzar, ni desde el más básico hasta el más complejo, sin un recurso operativo recurrente sobre la base de diferencias. Patricia Bullrich y Luis Petri podrían dar testimonio de este problema, sobre todo cuando la distinción queda anulada.

Quien quiere mostrarse como experto o experta en comunicación suele hacer gala extensiva de las ideas de mensaje, destinatarios y emisores, para sobre esa base hacer recomendaciones a clientes. Este tipo de simbología trata a la comunicación como si esta fuera una especie de servicio postal, en el que el mensaje obraría como un paquete, a ser depositado en un cerebro, como una simple acción de traslado. Pero si se observa de una manera alternativa, se puede caer en la cuenta de que la comunicación no es una acción de logística, sino un esfuerzo conjunto de sostenimiento de enlaces en los que personas intentan continuar hablando. Nada es llevado a ningún lugar, solo existe lo que ambas partes creen suponer que flota en el aire compartido del diálogo.

El cambio desde un sentido objetual, es decir, desde una cosa o una entidad que podría indicarse como objetiva, que se encuentra allí y que podría ser observada (y enviada), a otra que se basa en un sentido compartido pero no tangible, y sobre la recurrencia de supuestos, abre el espacio para la reflexión de recursos que ayuden a que la comunicación, que no se basa en la transmisión de ningún componente concreto, logre igualmente sostenerse en el tiempo. La comunicación, para no ser ruido, necesita constituirse como una diferencia en medio del sonido compartido, y una de las maneras de lograrlo es a través de un sentido identitario sobre un contexto específico. Identidad y diferencia son los componentes que necesita el diálogo para sobrepasar el tiempo de la charla aburrida y formal.

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Cuando Luis Petri mira a cámara y afirma que va a terminar con el kirchnerismo, podría asegurarse que se trata de un intento, en el sentido clásico, de envío de mensaje. Practica el rostro necesario y con su equipo de campaña asume que eso es lo que se debe decir sobre una base social que especialmente desea esta misma finalización. Sin tiempo para más que eso, espera que este componente de sentido “llegue” a destino, igual que lo intentará Patricia Bullrich en el debate que ya vendrá, y que eso cambie al mundo. Si la comunicación fuera efectivamente un equivalente de sistema de mensajería en moto, los valores de voto y sus movimientos deberían reaccionar de la misma manera que lo hace una sustancia en un preparado en laboratorio. Pero algo estaría ocurriendo, que un mensaje similar, pero dicho por Javier Milei, estaría logrando una mayor distinción, y por lo tanto atención, que la de lo que queda de Juntos por el Cambio.

Todas las comunicaciones luchan por ser específicamente algo y no ser ocultadas en el sonido general. Los pagos son la forma de comunicación económica desde la creación de la economía monetaria, los fallos judiciales son claramente una comunicación del sistema del derecho con terminología específica y autoridad sobre lo legal o ilegal, las publicaciones científicas en una revista especializada son una comunicación del sistema de la ciencia sobre la base de un método científico reconocido y una decisión de gobierno, como una baja de impuestos, es indudablemente una comunicación del sistema político. Los logros de estos ámbitos especializados, que dan forma al mundo moderno, se basan en la ganancia de identidades propias, y ejemplifican que sin aquello que los hace únicos, su destino sería la licuación de ellos mismos en los ruidos ajenos. Quien quiera sobrevivir debe batallar por sostener su diferencia, y no su unidad indiferente con el resto.

La política argentina ha constituido, probablemente, un camino hacia la desdiferenciación de sus partidos principales y el logro fundamental de Milei es haberlo denunciado como forma de aprovechamiento para su campaña. Juntos por el Cambio no solo tuvo un conflicto abierto en su proceso de internas, sino que desplegó de manera intensa posiciones contrapuestas que podían adquirir criterios aplicables hacia sectores del peronismo u otros de izquierda, al mismo tiempo que posiciones más conservadoras que se emparentaban con Milei. Es más que probable que la claridad del electorado sobre ellos se haya expandido como el ruido en una multitud. ¿Realmente la gente sabe qué posición tiene oficialmente Juntos por el Cambio sobre el gasto del Estado en asistencia social?, ¿tiene una idea unificada sobre el rol de las fuerzas de seguridad?, ¿y comprende bien qué propone para bajar la inflación? Esas preguntas, trasladadas a Milei, serían sencillas de responder.

Fantasía estatal

Parece Sergio Massa comprender con algo más de precisión este inconveniente. Aunque no tenga el problema hacia una derecha que pueda diluirlo en también otro ruido, debe en simultáneo no ser algo, es decir, que debe distinguirse en un sentido interno. No debe ser el gobierno, mientras al mismo tiempo lo es, y no debe ser el kirchnerismo, que nunca lo ha sido. Su identidad en campaña, a diferencia del intento poco eficiente de las PASO, se monta actualmente en la centralización de su persona como quien hace cosas, como un ejecutor sobre el que se podría decir que el peronismo puede, en esta nueva corporización, tener “con quién” subsistir en un formato otra vez renovado. Ya ha entendido que ganar es solo un destino posible como aquello que debe ser diverso, y es de este modo que ya importan más sus gestos de diferenciación que sus mensajes.

El sistema político está basado estructuralmente en un comportamiento que requiere ser conflictivo. Se trata de una lucha por los votos y por la atención del público, por una tensión en condiciones de poder hacer un uso eficiente de las ventajas y las desventajas desde el gobierno y la oposición, y las condiciones de este despliegue requieren de identidades concretas para que la gente crea comprender cuándo habla uno, y cuando habla otro. En el momento en que atacan a Victoria Villarruel en simultáneo en el debate, puede ella hacer un uso absolutamente eficiente de constitución y confirmación de su propia diferencia sobre el resto indiferenciado, y expresar lo que sería una identidad única. Es desde ese lugar, único y diverso, en el que los mensajes pueden ser escuchados con sentido autónomo. Al lado de ella, Petri era observado como quien podía exponer gestos y palabras, pero sin un espacio de distinción específico.

El recorrido de Milei podría ser el de quien otorgue una especie extraña de regalo al sistema político, que en vez de eliminarlo como forma de lo peor del Estado que odiaría, lo terminaría ordenando para que pueda de nuevo reconstruir las identidades que ya se han perdido en la obsesión por los cuidados de campaña. Si la política es conflicto, nada le da más vida, por más que no busque como destino ejecutor, que unos gestos exagerados, canciones de multitudes enojadas y brazos que acompañan la música del pueblo, que, como el movimiento del mercado, es la más maravillosa.

*Sociólogo.