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Fantasía estatal

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Colas. Muchos de quienes defienden al Estado no lo padecen. | cedoc

Un optimismo excesivo se ha consolidado alrededor del concepto de Estado. Si bien el sistema político se encuentra debatiendo sobre su reducción o su ampliación, para la mayoría de estos casos, unos y otros, con propuestas opuestas, consideran sus conceptualizaciones de una manera muy global y sobre condiciones de efectos en relación con un modelo de aquello que se decida. Si el Estado fuera restringido en su presencia, liberaría a la economía y a las personas; si fuera expandido, ayudaría a personas de menores recursos en función de una generación de procesos necesarios de igualación. Así, una mirada de tipo esencialista, y no operativa, es decir, no realizada sobre esquemas de funcionamiento del Estado o de procedimientos, sino sobre supuestos muy generales, estaría haciendo presente una fantasía de influencia sobre cualquiera de sus moldes generales. Argentina debatiría así su destino en relación con una u otra ilusión.

Los esfuerzos conceptuales clásicos que acompañaron el despliegue de la sociedad moderna ofrecieron rendimientos de este tipo en relación con la necesidad de establecer ideas sobre modelos y marcos generales para los sistemas de gobierno, y en conjunto con cierto optimismo vinculado al rol de la economía de mercado como fuente de desarrollo y de regulación de los procesos sociales de interacción. Para ese tiempo, en que una sociedad estratificada comenzaba a desarmarse, es decir, una sociedad organizada en capas, con divisiones estructurales sobre bases religiosas en donde la nobleza era efectivamente un bloque superior al resto y en el que un sistema de gobierno ejercía un dominio general sobre todas las esferas de la sociedad, constituir un reemplazo también total se vinculaba a lo más conocido en ese entonces. De algo absoluto, se trataba de pensar en una totalidad de nuevo tipo sobre bases de mayor libertad y de un claro optimismo en las condiciones humanas. El debate político argentino no estaría ofreciendo rendimientos conceptuales muy modernos.

El juego de la veda electoral

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La incorporación furiosa de entramados teóricos vinculados al liberalismo pareciera hacer creer a sus propagadores que se estaría constituyendo una suerte de evolución conceptual de la sociedad argentina hacia una cierta madurez, dejando en el fondo de un pasado que todavía se siente las trabas de lo que tanto gustan repetir sobre el “populismo”, y permitiendo un camino de libertad y desarrollo para todos. Con un proceso conceptual idéntico, aunque con una semántica inversa, comenzaba en 2003 el kirchnerismo su creación como un movimiento político que se ofrecía promotor del retorno del Estado luego de su ocultamiento en la década anterior. Sus seguidores creían haber logrado una victoria moral, igual que la que propone Milei, contra sus adversarios, y que por lo tanto todo eso ya no volvería.

Los desafíos electorales evidentes del peronismo se insertan en una situación justamente paradójica sobre la evolución desgastada de esas ideas antes dominantes, pero ahora vueltas a ser viejas y con relativo poco sentido y claro mínimo éxito. Para enfrentar a los dirigentes de La Libertad Avanza se prueba elevar su amenaza en relación con la quita de un Estado que conceptualmente estaría presente y ofrecería servicios esenciales, y que se extendería como la referencia de valores importantes en función de mecanismos de igualación social y de compromiso de los gobiernos con su población. Sin embargo, el problema de gran parte del cuerpo social no sería explicable en relación con las bases de una arquitectura teórica sobre el modo esencial de un sistema de gobierno, sino en función de la manera en que el gobierno actual se encontraría demostrando sus rendimientos operativos para tratar los problemas fundamentales de la gente. En esta situación, ante problemas que no encuentran solución, el peronismo parece intentar una campaña solo basada en una creencia teórica cuyo momento histórico parece más bien desgastado. Ante la realidad de la inflación, se ofrece un sueño mágico.

La colocación abrumadora sobre criterios de oferta puramente conceptuales, y que incluyen tanto a los actuales libertarios como a lo que imagina el peronismo, producen al mismo tiempo una no observación, es decir que construyen no solo un modo de observar lo que estaría ocurriendo en el país, sino que en simultáneo estarían determinando aquello que no pueden ver y que por lo tanto quedaría sin ser indicado en todos estos debates. Al colocar todo en una suerte de modelo de Estado, en un marco de espacio de posibilidades para el despliegue social, nadie se hace preguntas sobre el funcionamiento del Estado, porque nadie se hace preguntas sobre los procedimientos.

Cuando se intenta colocar la alarma sobre la amenaza de Milei se lo hace desde un lugar similar a la defensa del régimen cubano desde la siempre acogedora comodidad de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Reivindican al Estado quienes no tienen casi que tener contacto con ninguno de sus procedimientos y mecanismos básicos. El aviso de amenaza de pérdida se intenta sobre una población que seguramente considere que el Estado no estaría demasiado presente o que por lo menos no se encontraría otorgando servicios de buen funcionamiento. Colas en las guardias de centros de salud y tiempos de espera infernales para turnos, colegios con problemas serios de infraestructura y siempre menos días de clases que los formalmente establecidos, calles en mal estado, problemas de seguridad y una inflación que no ofrece posibilidades de perspectivas más que en un día a día siempre nuevo y con incertidumbre son solo ejemplos de un universo poco agradable de experiencia en el mundo. Justamente, cuesta pensar en el riesgo de pérdida de aquello que no se tiene.

La política instantánea

En el último tiempo han cobrado especial interés los estudios que analizan lo que se denomina como “la capacidad de respuesta del Estado” en América Latina. En estas investigaciones se resalta que si bien los Estados de países en vías de desarrollo se proponen la consecución de objetivos de gobierno, estos fracasan por carencias específicamente relativas a su administración. Problemas económicos y de presupuesto, falta de instancias reales y efectivas de contacto con la ciudadanía en espacios concretos de interacción, el nivel profesional de sus funcionarios como expertos y reales conocedores de las temáticas que tienen a cargo y por constantes cambios de proyectos de un gobierno a otro sin que esto pueda constituir políticas de Estado sostenidas. Si ahora se impone un partido político diferente del actual gobierno, la promesa es justamente la de un cambio total, algo típico del tercer mundo.

Como hace ya demasiado tiempo, Argentina traza sus procesos electorales y de conflicto político solo hablando de los grandes temas, buscando caminos esenciales y de nuevo destino, como si las crisis recurrentes solo fueran en su futuro resueltas por la magia de las grandes ideas, mientras en la sociedad del bajo pueblo y de la gente común, se van eligiendo los gobiernos por lo mal o lo bien que los trata su vida cotidiana, mientras con su tiempo miran fútbol, escuchan música o siguen el casamiento de alguien famoso, algo mucho más entretenido que leer a Stuart Mill. Para rechazar al liberalismo ya habrá tiempo, porque Argentina siempre ofrece un futuro diverso, cada vez que algo nuevo comienza a nacer.

* Sociólogo.