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presente y futuro

El consumo y el problema de la incertidumbre

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Precios. Hoy Argentina, de manera evidente, obliga a las personas a tomar demasiadas decisiones. | cedoc

Las elecciones deben tratar obligatoriamente con la idea de futuro, sobre todo porque involucran una acción social específica que debe asumirse en términos de decisión, en este caso la del voto, en el que el futuro se hace especialmente presente como incertidumbre. Lo que se decida traerá cambios en un tiempo próximo.

Estos procesos ponen el acento en la modificación y no en la rutina, pero ofrecen la reflexión de qué combinación de cambio y recurrencia sería esperable para el despliegue social. Hoy Argentina, de manera evidente, obliga a las personas a tomar demasiadas decisiones, lo cual promueve la sensación de un futuro no sencillo de ser imaginado y que es trasladado el presente constantemente. En las elecciones, ganará quien mejor prometa terminar con esta duda diaria, que se ha convertido en costumbre.

Existe un optimismo sencillo alrededor de la idea de consumo. Los gobiernos intentan garantizar la posibilidad de su realización como una suerte de futura garantía de votos, de modo que quien poseyera la posibilidad de gasto, convertiría una situación de tristeza o enojo en optimismo electoral. El gobierno de Macri dispuso condiciones para garantizar estos aparentes procesos, y demoró otras decisiones estructurales; y las inmediatas y urgentes medidas de Sergio Massa luego de las PASO van en una dirección basada en la urgencia de la necesidad de vincularse nuevamente con un electorado que ha preferido otras opciones. Este tipo de conductismo operativo económico ofrece chances inmediatas de gasto en el mercado, pero lo hace con una duplicación de la sobrecarga en el presente. No es una apuesta al futuro, sino una necesidad basada en la urgencia de lo ya mismo.

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La sociedad comprende el mañana como una nueva y fantástica imaginación

Si se piensa en el tiempo como una dimensión de sentido para la orientación de todas las operaciones sociales, se puede evidenciar que el pasado y el futuro son siempre horizontes de referencia, ya que no hay más realidad efectiva que el presente, nada ocurre fuera de él, incluso la reflexión sobre lo que ocurrió o lo que podría suceder. Así, para el análisis, es interesante el modo en el que cada presente se puede expresar y detectar el tratamiento que imaginariamente se hace del tiempo próximo, y es en este tiempo del mañana, imaginario, donde la economía tiende a rodearse de poca claridad. La activación del consumo no resuelve la incertidumbre del tiempo que llegará después.

Si algo parece rodear la ventaja de Milei, es su promesa de un orden económico con expectativas aparentemente estables, es decir, no una simple chance estimada próxima de consumo, sino de condiciones futuras de vida general en la que la competencia libre del mercado podría ofrecer una suerte de libertad conocida y reguladora. Dice uno de sus autores preferidos, Ludwig von Mises, que su estudio y teoría no se basan en la detección de los mejores y más específicos fines últimos (eso se lo deja al comunismo), sino de los medios, de los mejores estados para los procesos sociales cooperativos, de la mejor técnica para la relación armoniosa entre las personas. Los que atacan a Milei como un hombre simplemente de derecha no logran observar la ventaja imaginaria que este ofrece. Milei permite tratar el futuro, no el presente, como un espacio supuesto de la articulación de los mejores medios para la relación entre las personas.

Cuando se imaginó la campaña de Patricia Bullrich, se asumió que la clave del proceso de encantamiento en la relación de perspectivas con el electorado debía focalizarse en la idea de orden y, en especial, desde un paisaje imaginado de control basado en la observación del Estado como el centro que podría definir, y dividir, a los que merecían penas de los que no las merecían. Este enfoque se llevaba al público en un contexto simultáneo de conflictividad interna con los rivales de la alianza, y no de armonía, por lo que esa promesa, que incluso trataba de pensar el futuro, compartía un constante presente de caos con preguntas obvias sobre el imaginado después de esa interna. Sin entenderlo como obvio, Bullrich completó un escenario de incertidumbre en su presente y un futuro conflictivo basado en la violencia aparentemente deseada del Estado. De este modo, no pareció convertir su propuesta en una disminución de este problema de incertidumbre, sino en su extensión bajo otras condiciones.

Desde un punto de vista sociológico, el dinero podría señalarse como un medio de comunicación que permite una mayor fluidez en las comunicaciones económicas. La creación de la economía monetaria pudo convertir situaciones de incertidumbre y demora en un solo instante, ya que quien tiene el dinero necesario puede realizar la compra del producto que desee sin que exista necesidad de ingresar en elementos biográficos o de merecimientos personales. Tener que hacerlo llevaría a demoras operativas evidentemente extensas en el tiempo. Y además, su existencia permitió la creación, independencia y especialización del sistema económico, por fuera de otros sistemas también especializados como la ciencia o la política; y quien haga el esfuerzo de pensarlo puede rápidamente darse cuenta de que no hay duda de que, para poder participar en una comunicación económica, debe indefectiblemente hacerse con dinero. Pero esto tiene un problema adicional con los precios, ya que estos son los que especifican la forma que debe adquirir esa comunicación. El dinero es un medio y el precio, la forma en que ese medio se lleva a un componente concreto. Actualmente en Argentina hay medios, pero no formas.

Fantasía estatal

Los procesos sociales necesitan de recurrencia, de repeticiones, de un chequeo sistemático de consistencia de aquello que ofrece mejores rendimientos para la comunicación social. El escenario público argentino parece estar saturado de una demanda de definiciones constantes, ya que no solo los precios pierden existencia, tampoco se comprende cuáles serían las próximas leyes, se desconoce si el sistema del derecho (Justicia) tendría un perfil u otro, algunas zonas del país ofrecen garantías, pero de inseguridad, y los gobiernos y los partidos políticos tradicionales combinan intentos de encanto público con serios conflictos internos. Quien intente en esas condiciones accionar es posible que tenga un acumulado considerable de dudas respecto a consecuencias infinitas.

Uno de los argumentos de Massa frente a Milei también se relaciona con el tiempo, pero hacia atrás. El candidato de Unión por la Patria invita a no regresar a un supuesto pasado en el que las conquistas sociales habrían desaparecido, pero sin aclarar específicamente cuándo habría ocurrido esa limitación. Existe en esto un riesgo del contrasentido, ya que los votos hacia Milei parecen reflejar no un miedo a la pérdida sino una evidencia de algo que ya no existiría más o que directamente es expresado ya sin existencia. Incluso Bullrich debe inventar una campaña nueva para indicar que el futuro con el libertario sería un paisaje delirante, pero sin notar cómo la observan a ella y a sus equipos, como delirios de nuevo tipo.

Milei grita y parece descontrolado, fuera de sí, sin dominación de sus sentidos y emociones. Sus rivales se muestran cautos y tranquilos, como si ese contraste fuera la garantía de victoria, cuando la gente no está viendo el problema del control y la incertidumbre en las personas de la política, sino en la sociedad, que no termina de comprender el mañana más que como una nueva fantástica imaginación.

*Sociólogo.